La cita flamenca de cada noche
La isidrada flamenca del Círculo de Bellas Artes de Madrid -16 noches seguidas de arte jondo- ha comenzado con fuerza. Arrancó la primera noche con el cante de La Negra de Badajoz, hija de aquel buen cantaor que se llamó Porrinas, quien comenzó por granaínas con esa copla tan popular del Viva Madrid que es la Corte..., pienso que en homenaje a la villa que cada vez presta mayor acogida a todo lo flamenco. Pero donde brilló de verdad La Negra fue en los estilos típicamente extremeños, los estilos de su tierra, tangos y jaleos, que ella conoce perfectamente e interpreta con propiedad, facultades y una vocalización muy rica en matices. Le acompañaron con eficacia su hijo José Antonio Salazar y el menor de los Habichuela.Lamento no poder analizar lo ocurrido en la segunda de estas noches flamencas, porque coincidió con el gran festival del Palacio de los Deportes. No quiero silenciar que, según referencias que me merecen todo crédito, tanto El Caobo y Félix Moro como Juan Antonio Muñoz a la guitarra tuvieron una gran actuación.
Noches flamencas en Madrid (1º, 2º y 3º)
Cante: La Negra de Badajoz, Ricardo Losada el Yunque, Alfonso el Caobo, Félix Moro, Paco Moyano, Juan Peña Lebrijano. Toque: Carlos Carmona Habichuela, José Antonio Salazar, Juan Antonio Muñoz, José Soto Sorderita, Enrique de Melchor. Círculo de Bellas Artes. Madrid, 15, 16 y 17 de mayo de 1984.
En la tercera noche, Lebrijano, en vena de aciertos y cantando con ganas, completó el curso de cante iniciado el día anterior. Fue más largo en las soleares, estilo en que es un verdadero catedrático, haciendo el curso del Guadalquivir con una extensa gama de modalidades. Repitió algunos de los estilos que había hecho, pero añadió otros, como una brillante variedad de cantiñas.
Antes que él había cantado el granadino Paco Moyano, quien hace un cante muy sentido, entrañado profundamente en su propia sensibilidad. Las alegrías, la malagueña del primer Fosforito, el fandango de Cayetano Muriel, Niño de Cabra, los cantes mineros, incluso unos aires tan livianos como los tanguillos gaditanos, tienen en su voz una especial profundidad, un regusto de cante muy peleado. Le acompañó a la guitarra el jovencísimo José Soto, quien se manifiesta ya como un excelente tocaor para cante.
Enrique de Melchor actuó en la doble vertiente de concertista, en la que estuvo inspirado y brillante, dedicando sus composiciones al gran maestro Sabicas, y acompañando al cante a Lebrijano, dando un auténtico recital de maestro.
Babelia
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