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FERIA DE SAN ISIDRO

Cuando sale el toro de casta

Plaza de Las Ventas. 20 de mayo. Quinta corrida de feria.Cuatro toros de Hernández Barrera, bien presentados, aunque sospechos de pitones; flojos en general, con casta. Tercero (sobrero) y cuarto, de Francisco Ortega, con trapío, inválidos.

Ruiz Miguel. Pinchazo a toro arrancado, estocada y siete descabellos (pitos). Estocada corta baja, rueda de peones y tres descabellos (silencio). José Antonio Campuzano. Estocada corta caída (división y saludos). Estocada caída y rueda de peones (palmas y pitos). Tomás Campuzano. Pinchazo bajísimo y bajonazo descarado (silencio). Estocada corta contraria y caída (gran bronca). El público despidió a los toreros con lluvia de almohadillas.

En cuanto sale el toro de casta, se acaban los toreros, incluso aquellos de quienes se dice que están en buen momento. A estos toreros asustó el toro de casta ayer, y eso que presentaba unas astas sospechosísimamente cornicortas y romas.

Ruiz Miguel es torero que siempre está en buen momento, por lo menos en Madrid, y de los hermanos Campuzano se decía que su buen momento es éste, el de ahora. El mayor lució en la pasada Feria de Sevilla, donde cada año quieren convertirlo en figura, y gracias al apoyo que recibe, se encuentra en las horas altas de firmar contratos.

Bien para él, lo de los contratos, pero con el toro de casta no pudo justificar, ayer en Madrid, su proclamado buen momento. Tuvo un toro boyante, que le dio la oportunidad de consagrarse en Las Ventas, y no lo aprovechó. Tal como le citaba y embarcaba, nos recordó aquella faena de una corrida de la prensa, con el ejemplar de Hernández Plá, que se dejó ir. También aquél era un toro de casta.

Al toro de casta hay que templarle la embestida vibrante, cargando la suerte; mandar en el muletazo, rematar con limpieza. Sí, poco más o menos, lo que se le hace al borrego, pero con mejor técnica y con valor para asentar las zapatillas en la arena.

Campuzano, a ese toro de casta, segundo de la tarde, que por el pitón derecho no tenía fijeza y a veces se distraía (quizá a causa de problemas de visión), para torearle al natural daba lo que llaman los taurinos "el toque". El toque es un alivio justificado en los toros que se ciñen. Pero ese toro no se ceñía, acudía de largo, fijo, potente a su manera. Tanto toque daba Campuzano que en realidad vaciaba el viaje hacia afuera. El público de Madrid, que para "toques" y "picos" es sabueso, naturalmente no se lo consintió.

En el quinto, terciado pero de trapío, por su seriedad y hondura, aún exageró más el toque. Y lo ahogaba. A la distancia que se colocaba Campuzano, por añadidura con la muleta retrasada, aquel toro no podía embestir. Le abrumaba el hombre, tan cercano, y cuando acudía al engaño, venía el toque hacia afuera, que lo dejaba desorientado.

Tomás Campuzano también se asustó con el toro de casta. De casta y volumen, pues el sexto era un pavo, serio ejemplar, gran papada, bloque de músculo, de impresionante apariencia. Toro bravucón, que acudía pronto y de largo a los caballos, al sentir la quemazón del hierro acusaba el castigo y reculaba a la defensiva. Llegó al último tercio fuerte y codicioso, lo cual fue excesivo para el pequeño de los Campuzano, que estaba más atento a defenderse que a torear, saltaba atrás cuando el torazo le llegaba a jurisdicción. El que sobrero que le correspondió en primer lugar, un precioso castaño cornalón, estaba inválido y se caía cada vez que le bajaba la mano.

No fue el único inválido de la tarde. Toda la corrida, a los pocos minutos de aparecer por el chiquero ya estaba dando tumbos. Es lo habitual. La investigación de porqué se cae el toro de lidia no debe hacerse en en las facultades de Veterinaria, sino en los corrales de, las plazas, y con policías, en lugar de facultativos. Si al ganado le dan fiesta, ahí puede ser. Varios de los lidiados ayer presentaban sospechosas cornamentas y extrañas averías locomotrices. A los toreros seguramente les conviene que merme el enemigo, pero el que de verdad disfruta es el contratista de caballos, El Pimpi, cuyos pupilos están pasando una feria que es un veraneo en la costa del Sol. Ninguno ha sido derribado en lo que va de abono. El negocio le va a El Pimpi viento en popa.

Primero y cuarto compensaban su invalidez con peligrosos derrotes y Ruiz Miguel se limitó a machetearlos. En cambio hizo los mejores quites. de la tarde. El quinto había arrollado a Madriles, y le quitó de encima el toro, con ayuda de Antonio Chacón, que protegía a cuerpo limpio al compañero. En su turno con los palos, Chacón consintió mucho, se metió en el terreno del toro, que estaba a la espera, y también salió arrollado. Cuando la fiera iba a meter la cabezada sobre el torero caído, surgió el capote de Ruiz Miguel, cuyos vuelos desvanecieron la cornada.

Hubo mala lidia, reses inválidas, pero no faltó la emoción, porque el toro de casta imponía en el ruedo su ley. Si además ese toro fuera íntegro, la fiesta recuperaría la categoría de gran espectáculo que siempre tuvo. Aunque, naturalmente, harían falta otros toreros. Los toreros de hoy sólo están "en buen momento" cuando les sale el borrego.

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