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FERIA DE SAN ISIDRO

Los puyazos traseros

Plaza de Las Ventas. 15 de mayo. Primera corrida deferia.Toros de Murteira Grave, bien presentados, con genio; cuarto, bravo y noble.

Manolo Arruza. Pinchazo bajo y estocada corta baja (silencio). Estocada caída (Pitos). Juan Antonio Esplá. Estocada trasera caída (silencio). Pinchazo hondo, otro pinchazo y tres descabellos (pitos) Victor Mendes. Pinchazo bajo, otro hondo y dos descabellos (aplausos y salida al tercio). Pinchazo y estocada (palmas).

Para estofado dejan los picadores a los toros. Por los lomos atrás les pegan lanzazos, con vocación carnicera e intenciones de abrirlos en canal. Así picaban ayer, una vez más, los individuos del castoreño

Algo dice el reglamento sobre cómo deben proceder los indivi duos del castoreño, pero el presidente; q'ue es el encargado de que el texto legal se cumpla, no dice nada. Tal como se le ve en el palco haciendo el Don Tancredo, posiblemente es que no tiene nada que decir.

Ahora que se habla de la reforma del reglamento, es momento de proponer nuevas normas. Una de ellas sería que los picadores, después de pasar por las armas a los toros, tiren de navaja cabritera para despellejarlos y descuartizarlos.

Lo que suele ocurrir con los toros pasados por las armas es que llegan al último tercio triturados y sin ganas de embestir, y si embisten, es de mal,talante. Así hacían los serios Murteira.

El cuarto fue una excepción. El cuarto era un galán de trapío, hermosísimo y retador, que recargó en varas. Si en lugar de lidiarlo al estilo marsellés lo lidian según mandan cánones,. ese toro habría sido aspirante a títulos y honores. Pero aconteció lo habitual: que mientras el individuo del castoreño descuartizába, las cuadrillas de a pie disimulaban silbando El Sitio de Zaragoza.

El galán de trapío, hermosísimo y retador, sin embargo, se fue arriba en banderillas, acudía al cite pronto, alegre y con muchos pies. A cabeza pasada le clavaron los matadores-banderilleros (o pasaban sin clavar, que de todo hubo) pues a un toro convertido en locomotora, reunirle en la cara para prender gallardamente garapullos en las péndolas da un poco de aprensión.

Llegó noble a la muleta el toro galán de trapío, hermosísimo y retador, y esa nobleza diluyó todas las buenas intenciones que traía Manolo Arruza a la feria. Manolo Arruza había estado animoso en su primer toro, se lució con el capote, prendió banderillas asomándose al balcón y le muleteó reposado. Muleteaba reposado, hasta que decidió ahogar la embestida, que es otra norma básica en la tauromaquia que hoy se lleva.

El toreo es también diálogo: toro y torero hablan de sus cosas y se ponen o no de acuerdo; depende del talante de cada cual. Pero si uno de los dos atosiga al otro, con evidente mala crianza, y le habla echándole perdigones, el diálogo resulta imposible. Toro ahogado por el torero renuncia a embestir. Los Murteira renunciaban a embestir cuando Arruza y compañía se colocaban delante de sus narices.

El toro galán y todo lo demás, -no solo rechazaba los abusos de confianza sino que pedía muleta adelante, temple, mando toreo, en suma. Y Arruza, desbordado por la facilidad extrema de la boyante embestida, metía el pico, perdía las ideas y deambulaba desorientado sin acertar con el norte de la lidia. Lástima de toro, convenía la afición, ofreciéndose tabaco por no agotar la poca paciencia que le quedaba.

Los tres matadores banderiflearon uno de sus toros y se cedieron los palos en otro, según rutina. Cada cual interpretó la suerte con brillantez o sin ella, según las circunstancias. Esplá se lesionó al ganarle la cara al cuarto -la locomotora- y le vendaron un tobillo en la enfermería. Su lote, bastante desapacible, le obligó a un muleteo de alivio. Con el capote consiguió lucir más, y hasta dio lances de tijerilla, que es rara suerte en el toreo moderno, si bien en el clásico era frecuente.

Redondos buenos, los que instrumentá Víctor Mendes al tercer Murteira. Después vino lo de ahogar las embestidas yeste recurso lo acentuó en el sexto. Parecía desanimado Mendes. Debía ser consecuencia de la bronca que les eché, a él y al director de lidia, el picador Mejorcito. El picador Mejorcito, que mechaba por doquier al manso reculán, se tenía por el Marco Aurelio ecuestre y no admitía órdenes de los toreros de a pie. El incidente no pasé de las voces, mas cuando el reglamento le autorice navaja cabritera, los directores de lidiael público, los toros, Don Tancredo, se van a enterar de lo que vale un peine.

Acababa de empezar la fiesta y un espontáneo saltó para torear con la chaqueta, en cuya solapa llevaba prendido un clavel. Los toreros le interceptaron, derribándole. Tarde aciaga la del espontáneo: no pudo;torear, se pegó un batacazo, fue detenido y además en la refriega perdió la estilográfica.

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