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ÓPERA

Gómez Martínez y José Luis Alonso dirigen hoy 'Fidelio', de Beethoven

Esta noche, a las 20.30, se presenta en el teatro de la Zarzuela la ópera Fidelio, de Beethoven, que se repetirá los días 12, 15, 18 y 21. Un reparto que comprende intérpretes de la categoría de Marita Napier (Leonora), Herman Winkler (Florestán), Hartmut Welker (Don Pizarro), Hans Sotin (Rocco), Michael Pabst (Jaquino), Lynda Russell (Marcelina) y Gerd Feldhoff (Don Fernando), y que tendrá la colaboración del coro que dirige Perera, ampliado en 50 voces, y de la Orquesta Sinfónica. La dirección musical estará a cargo de Miguel Ángel Gómez Martínez, y la escénica, de José Luis Alonso.

Por una sola vez, Beethoven dedica su atención a la ópera. El resultado es Fidelio, basada en un libreto de Boully que, a su vez, deriva de acontecimientos históricos en medio de los cuales triunfa una idea: la de la fidelidad conyugal. Ahora bien, para Beethoven era más importante porque se situaba en línea con su pensamiento humanístico cantar a la libertad.Desde su estreno, en Viena el año 1805, Fidelio ha conocido diversa suerte, tanto por lo que se refiere a las modificaciones introducidas por el compositor cuanto a la aceptación del público. Aún en los años cincuenta, Westermann, en su Antología de la ópera (versión española, Barcelona, 1959), asegura que Fidelio se representa poco, salvo en Alemania. Hoy tal afirmación sería imposible, pues la ópera de Beethoven pertenece al gran legado artístico/cultural por todos admirado y asimilado.

Si el libreto es discutible ("la ambigüedad campea sobre el texto", asegura José Luis Alonso), el genio dramático de Beethoven consigue páginas de gran belleza e intensidad dramática. No en vano la sustancialidad beethoveniana, su aportación ideológica al sinfonismo, es de orden dramático y hasta sus temas adquieren una significación humanística de personajes en conflicto que da lugar a unos desarrollos con virtualidad de acción.

Pensemos en las tres. oberturas escritas para Fidelio, en el aria de Leonora, el impresionante coro de prisioneros, el aria de Florestán, o el ambiente todo del segundo acto, de tan admirable unidad y trascendencia dramática. En el caso de Fidelio, como en el de las grandes y verdaderas óperas, la teatralidad o dramaticidad está ya en la partitura, incluso con mayor intensidad que en el texto. El director escénico de la versión que hoy se presenta, José Luis Alonso, insiste sobre el particular: "La música es tan poderosa y de superioridad tan aplastante sobre la palabra que me impuse la disciplina de no teatralizar demasiado el texto, pues creo que sería peligroso". "Hay pasajes en los que he dejado la más absoluta inmovilidad: así, el cuarteto del primer acto, en el que cada personaje canta para sí mismo, como aislado de sus compañeros". "Más que en un cuarteto de ópera, nos hace pensar en música de cámara".

Este concepto, en la ideología de un regista, se me antoja luminoso y no porque signifique una cesión de los valores teatrales a favor de los musicales. Todo lo contrario: representa haber entendido, como punto de partida, la sustancialidad no sólo de Fidelio, sino de la ópera como género complejo y sintetizador.

Por lo mismo, José Luis Alonso habla con entusiasmo del trabajo realizado en común con el director musical, Miguel Ángel Gómez Martínez, cuya experiencia operística es bien conocida.

Acaso no se trate de un azar, sino de una vocación, de un impulso instintivo. Fidelio, que ha subido ya tres veces a la escena de la temporada de ópera de Madrid, vuelve con ese carácter de acontecimiento, de algo desusado, que reúnen las grandes creaciones de Beethoven: la Novena, la Misa, Fidelio...

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