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LAS REPERCUSIONES DE LOS COMICIOS AUTONÓMICOS DE CATALUÑA

La izquierda catalana ha obtenido su resultado más bajo desde las primeras elecciones democráticas

Enric Company

La izquierda catalana ha conseguido su resultado más bajo, desde las primeras elecciones democráticas de 1977, en las elecciones al Parlament celebradas el pasado domingo. El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) concurría a estas elecciones desde una clara posición de fuerza hegemónica en el ámbito de la izquierda, que había conseguido en las elecciones legislativas de 1982 y consolidado en las municipales de 1983. El PSC ha recibido 260.639 votos más que en las elecciones autonómicas de 1980, que eran su peor resultado en cifras absolutas y relativas, pero ha perdido 705.932 votos con respecto a 1982. La suma del incremento sobre 1980 y de los votos que han recibido los prosoviéticos del Partit deis Comunistes de Catalunya (PCC) se corresponde casi matemáticamente con las pérdidas del PSUC en relación a 1980.

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En las elecciones autonómicas de 1980 socialistas y comunistas alcanzaron en conjunto 1.117.703 votos. En las elecciones del domingo pasado la suma de los votos socialistas y comunistas, incluyendo los de los prosoviéticos, da 1.108.376 sufragios, es decir, 9.327 votos menos. La izquierda mantiene un nivel muy similar de votos en ambos comicios, con una ligera pérdida, que porcentualmente es mayor, porque en las elecciones del domingo pasado se registró un aumento del 2,79 en la participación.En relación a las elecciones legislativas de 1982 y a las municipales de 1983, la suma de los votos de socialistas y comunistas (incluido el PCC) emitidos el domingo pasado supone pérdidas globales de 672.662 y 231.947, respectivamente. Los comunistas registran pérdidas constantes de voto desde su hundimiento en las legislativas de 1982, tras la crisis de dirección en el PCE y la escisión de los prosoviéticos en el PSUC. Los incrementos de voto de la izquierda desde entonces se debían a la ampliación del electorado socialista en sentido estricto, tanto por su izquierda, a costa de los comunistas, como por su derecha, a costa de los centristas.

La derrota de los socialistas en particular ha desmentido en los comicios autonómicos la validez de los supuestos sobre los que basaron su campaña electoral: el convencimiento. de que una parte de la población de Cataluña se identificaba inamoviblemente con ellos, por razones de tipo político, pero, sobre iodo, sociológico, debido a su es caso arraigo en Cataluña. Este último es el sector que por segunda vez les abandona en unas elecciones de importancia vital para un partido que se proclama catalán. Es el que se refugia en la abstención, que ha sido muy similiar a la de 1980 en las áreas de Cataluña donde se concentra la población obrera e inmigrada.

La idea de que la gestión del PSC al frente de los principales ayuntamientos catalanes le asegura el apoyo electoral en muchos municipios, era otro de los argumentos socialistas, así como la convicción de que los alcaldes de estos municipios aportan popularidad propia, que puede añadirse al prestigio de las siglas.

Los errores del PSC

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El argumento de la experiencia municipal se ha mostrado irrelevante a juzgar por la respuesta del electorado catalán en su conjunto. La victoria de CiU se ha producido sin ningún tipo de paliativo también en municipios donde los socialistas consideran objetivamente que han llevado a cabo una buena labor al frente del consistorio municipal.

Es el caso, repetidamente mostrado como ejemplo durante la campaña electoral, de Lérida y Gerona, cuyos alcaldes, Antoni Siurana y Joaquim Nadal, respectivamente, fueron incluidos en las candidaturas socialistas porque se estimaba que su experiencia de gestión y su imagen eran argumentos de peso ante el electorado. La beligerante participación del alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, en la campaña del PSC obedecía al mismo convencimiento, que no ha dado resultado en unas elecciones autonómicas.

En el municipio de Barcelona la pérdida de votos de los socialistas en relación a las elecciones municipales de 1983 se corresponde casi al ciento por ciento con el incremento de Converg¿ncia el domingo pasado. La penetración de CiU en los barrios y poblaciones del cinturón industrial de la capital catalana, en los que los socialistas habían arrebatado la hegemonía a los comunistas, supone que ahora le aparece al PSC un competidor nuevo.

El auge electoral de CiU en los municipios de tradición socialista o comunista, ya sean del cinturón industrial o de otras comarcas de Cataluña, como es el caso de El Vendrell, Vilafranca, Reus, Sabadell y tantos otros, significa que sectores amplios del electorado de izquierda son sensibles a la credibilidad de CiU y de Pujol, en su papel de defensores y gestores de los intereses de Cataluña. La implantación de CiU en los municipios con elevados índices de inmigrantes supone que ésta se considera también participe de los intereses de Cataluña y coincide con amplísimos segmentos de población autóctona en considerar que los nacionalistas son los más indicados para defenderlos. A la inversa, el PSC ha tropezado por segunda vez en la misma piedra y no ha podido superar la barrera de la credibilidad como partido catalanista.

Este tipo de voto desmiente también uno de los argumentos generales en que los socialistas basaron su apuesta política en estas elecciones: la afirmación rotunda de que Jordi Pujol y CiU habían sido radicalmente incapaces de efectuar al frente de la Generalitat una obra de Gobierno digna de tal nombre y la insistencia en que la coalición nacionalista había introducido elementos de discriminación social y política en Cataluña.

Los resultados del domingo indican que una parte muy importante de la población que debería compartir estos criterios, que debiera echar en falta una obra de gobierno en su favor y que debiera sentirse discriminada políticamente, además de socíalmentel no admite este planteamiento o es insensible a él.

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