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Reportaje:

10 años de la 'revolución de los claveles'

La Asociación 25 de Abril, que reúne actualmente entre sus 1.600 miembros a la aplastante mayoría de los activistas del movimiento de los capitanes, más tarde transformado en Movimiento de las Fuerzas Armadas, se ha dicociado pública y abiertamente de las conmemoraciones organizadas por una comisión nombrada por el Gobierno, que preside el socialista Mario Soares.Más que muchos discursos, el vacío en los lugares reservados en la tribuna oficial a los militares de abril y la presencia de las más des tacadas figuras de la revolución de los claveles en otros centenares de manifestaciones populares, organizadas el mismo día por municipios y colectividades locales de norte a sur de Portugal y en aquellos países donde existen colonias importantes de emigrantes portugueses, reflejan todas las ambigüedades y contradicciones de los 10 últimos años.

Diez elecciones generales, lainstitucionalización del régimen democrático consagrado por la Constitución de 1975 y completada por la revisión constitucional de 1982, que eliminó el Consejo de la Revolución y subordinó definitivamente el Ejército portugués al poder político, no fueron suficientes para resolver el conflicto latente entre la legitimidad democrática salida de las urnas y la legitimidad revolucionaria reivindicada por los autores del golpe del 25 de abril de 1974.

La presencia, un tanto fantasmagórica, del ex general -hoy mariscal- Antonio de Spínola, primer presidente de la Junta de Salvación de 1974, sacado por Mario Soares del exilio interior al que se le condenó después de sus aventuras de 1975, para presidir la comisión de honor de las conmemoraciones del décimo aniversario, acentúa, en vez de disfrazarla, la disociación entre conmemoraciones oficiales y conmemoraciones populares.

Según el comandante Vasco Lourengo, ex consejero de la revolución y presidente de la Asociación 25 de Abril, los militares "autores del acto liberador no pretenden presentarse como autores exclusivos de una acción concebida y realizada para todo nuestro pueblo, que sigue luchando para no perder los beneficios y los derechos conquistados en esta fecha histórica". Pero tampoco es posible contentarse con un acto puramente formal, que excluye "una correcta retrospectiva de los 10 años pasados" y un nuevo llamamiento a la "unidad y a la esperanza para cumplir lo que queda por cumplir de los ideales y objetivos de la revolución popular de abril de 1974".

Críticas de Soares

Con razón o sin ella, Mario Soares considera a la Asociación 25 de Abril como una amenaza potencial para el régimen democrático, representado por su Gobierno, y a los militares que la componen como "agentes del partido comunista infiltrados en las Fuerzas Armadas para servir la estrategia comunista de asalto al poder" o como "ingenuos manipulados".

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Pero con su hostilidad abierta a los militares de abril, Soares brindó a la oposición de izquierda la oportunidad de organizar las conmemoraciones de algunos de los aspectos más significativos de la transición democrática, como el aniversario de la liberación de los presos políticos o la abolición de la censura.

Muchas personalidades próximas o pertenecientes a los partidos de la coalición en el poder han criticado la torpeza de la actitud del Gobierno y del primer ministro, Mario Soares, y algunos rechazaron la invitación para formar parte de la comisión organizadora oficial, que consideran poco representativa del movimiento que se pretende conmemorar, y, escogida más en función de sus afinidades con el poder vigente que por su papel activo en la caída del Estado Novo. Por su multiplicidad -están previstas conmemoraciones populares en más de 400 localidades portuguesas- y por su carácter voluntariamente no político y unitario, los actos extraoficiales tienen asegurada la mayor adhesión de público.

Manifestaciones deportivas, juegos, excursiones, festivales de canciones y variedades con la participación de los nombres más famosos harán revivir por algunas horas la alegría y la fiesta que fue la primavera portuguesa de hace 10 años.

Pero en los grandes centros obreros de la zona industrial de Lisboa o de Marinha Grande, duramente afectados por el paro y la crisis económica y social, es previsible que la protesta prevalezca sobre cualquier otro sentimiento. El partido comunista y la central sindical CGT tratarán de preparar el terreno para otro aniversario que se aproxima: el del 1 de mayo de 1974, recordado como la mayor manifestación callejera organizada en Portugal.

La ultraderecha, muda

La extrema derecha, que considera como una ofénsa a la dignidad nacional la conmemoración de la "fecha nefasta" del 25 de abril, que amputó de Portugal sus "provincias ultramarinas, entregadas al imperialismo soviético y a dictaduras sanguinarias" y precipitó a la nación "en la ruina, la miseria y la pérdida progresiva de su dignidad, de sus valores morales y de su independencia y soberanía", no ha convocado, como otros años, manifestaciones simbólicas.

Sin embargo, la tensión social latente y la agitación que se registra actualmente en muchos sectores no permiten descartar por completo los incidentes.

Para decenas de periodistas extranjeros llegados en estos días a Portugal para hacer un rápido balance de 10 años de revolución, la conclusión más evidente es que el cambio de régimen no modificó profundamente las estructuras de la sociedad portuguesa. Frustración y desencanto son las palabras que reaparecen con mayor frecuencía en sus comentarios, al lado de previsiones más o menos pesimistas sobre el futuro y la estabilidad de la democracia parlamentaria en Portugal.

La pregunta más frecuentemente formulada, y que irrita a los protagonistas de la revolución de los claveles, es la de si valió la pena el golpe y de si están satisfechos con la actual gituación. Sobre una cosa políticos y militares están de acuerdo: el 25 de abril creó las condiciones objetivas para que el pueblo portugués decidiera democráticamente acerca de su destino, y éste es el balance positivo del cambio, cualquiera que sea la opinión de cada uno sobre el curso posterior de los acontecimientos.

Saber si se vive mejor o peor en Portugal 10 años después de la revolución de los claveles es una cuestión que deja perpleja a la inmensa mayoría de la población, abremada por las dificultades y la inseguridad de la existencia diaria. Es difícil tener la certeza plena de caminar en el buen sentido cuando, según los economistas, se está afrontando "la peor crisis social de los últimos 50 años".

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