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El Partido Comunista francés dio su confianza a Mauroy y seguirá formando parte del Gobierno, por el momento

El Partido Comunista de Francia (PCF) votó en la madrugada del viernes la confianza solicitada por el primer ministro francés, Pierre Mauroy, tras su declaración de política general ante el pleno de la Asamblea de diputados. En consecuencia, el PCF no abandonará el Gobierno, de momento. Los dos partidos gobernantes, socialista y comunista, han preferido la continuidad de una cohabitación cada día más insoportable a la ruptura brutal que, electoralmente, les perjudicaría.

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Las divergencias profundas y extensas entre los comunistas y socialistas parecen insalvables Mauroy, como lo desea el presidente François Mitterrand, dejó bien claro que "mantengo y mantendré mi política" industrial, económica y diplomática.Esta declaración estaba destinada, principalmente, a forzar a los comunistas a renunciar a estar en el poder o, en caso contrario a renovar su solidaridad con la política del Gobierno, en el que participan, por un lado, con cuatro ministros y al que, por otro critican severamente.

La restructuración de la siderurgia, que suprimirá 30.000 empleos, ha sido el punto álgido del enfrentamiento. El líder del PCF, Georges Marchais, incluso llegó a participar, días pasados, en una manifestación de 50.000 obreros siderúrgicos de Lorena llegados a París para condenar a voces, en la calle, la política de Mitterrand. Fue entonces cuan do Mitterrand decidió presentar la moción de confianza.

Sanear, modernizar y formar

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El primer ministro hizo una declaración moderada en la forma, pero firme de fondo, es decir que no dejó duda alguna sobre las intenciones del Gobierno de mantener la política actual de rigor económico y de reindustrialización. "Sanear, modernizar y formar" fue su lema genérico. Sanear quiere decir, en este momento, que Francia debe desembarazarse de su industria pesa da, y de manera concreta el primer ministro les hizo saber a los comunistas que de ninguna manera modificará el plan antiacero, que en Lorena lesiona uno de los bastiones electorales tradicionales del PCF.

A pesar de esto, el discurso de Mauroy dejó puertas abiertas a los comunistas para votar la con fianza si lo deseaban. Cuando el primer ministro concluyó su ex posición, los diputados del PCF no aplaudieron, pero poco después su portavoz respondió firmemente también al mantener las posiciones de su partido, pero advirtiendo que "no hay que dramatizar".

Mitterrand desea una "clarificación" de los partidos de la mayoría, del comunista sobre todo, respecto a su política; si al método escogido, un voto de confianza. El método escogido de un voto de confianza, tras la respuesta positiva de los comunistas, no es más que el inicio de una clarificación que, a la postre, puede desembocar en la ruptura de la unión de la izquierda que a marchas forzadas se realizó en 1981.

Durante los últimos meses, en efecto, las querellas entre los partidos de la mayoría gobernante han evidenciado, sin lugar a dudas, lo que ya se sabía: que Mitterrand y los comunistas son adversarios viscerales, irreconciliables. Los separa la reconversión de Mitterrand a la modernidad beligerante, consistente en lanzarse a tumba abierta a la conquista de la tercera revolución industrial: el presidente enfoca la crisis de manera capitalista, y no socialmente, como lo desea el PCF y su sindicato, la CGT.

Pero no sólo se enfrentan por razones de política económica e industrial, sino que prácticamente toda la acción del Gobierno, interior y diplomática, diverge de las opciones comunistas. El PCF es laico a ultranza y contrario a la tendencia conciliatoria de Mitterrand al tratar el problema de la escuela privada; en materia diplomática, al atlantismo de Mitterrand lo desafía continuamente el pacifismo comunista; de igual manera, el PCF se opone a la ampliación del Mercado Común, a la política de Francia en Chad, en Líbano y en Irak, y analiza en términos divergentes respecto al Gobierno el conflicto árabe-israelí, y aprueba la diplomacia soviética en Polonia y en Afganistán.

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