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Gloria Trelles de Mendívil

Su hijo fue uno de los periodistas asesinados cerca de Ayacucho, en Perú

"El valor me lo dio el dolor por la terrible muerte de mi hijo Jorge", dice serenamente. Casada con Víctor Mendívil, tuvo seis hijos. Al tercero, Jorge, periodista de 22 años, redactor de El Observador, de Lima, le quitaron la vida una mañana de enero de 1983 en Uchuracay (Perú). Siete periódistas más murieron aquel día a unos 80 kilómetros de Ayacucho.Los periodistas cayeron en una trampa. "Los asesinos iban dirigidos por Fortunato Gavilán, un comunero enloquecido por los sinchis", especialistas peruanos en las técnicas de lo que las autoridades latinoamericanas llaman contrainsurgencia.

La versión oficial establece que fueron asesinados al ser confundidos con elementos armados de la organización extremista Sendero Luminoso, pero los familiares de los periodistas subrayan que las muertes de sus deudos se debieron a que todos ellos eran informadores de medios de la Prensa peruana de izquierda.

Aún tierno

Jorge Mendívil era un joven aún tierno, dice su madre, "amante de la poesía y abrasado por la justicia". Con su título de periodista todavía sin estrenar, viajó ilusionadamente a Ayacucho aquel 26 de enero."No hubo piedad para él ni para sus compañeros", dice Gloria Trelles con amargura, y recuenta los hijos que los periodistas muertos dejaron: Pedro Sánchez, del Diario de Marka, cinco hijos; Félix Gavilán, dos hijos, también de Marka; Jorge Sedano, de La República seis hijos; Amador García, de la revista Oiga, dos hijos; Octavio Infantes, de Noticias de Ayacucho cuatro hijos. También murieron el soltero Willy Reto, que consiguió obtener las fotografías de sus asesinos, y el guía Argumedo.

El Gobierno peruano se rasgó las vestiduras. Nombró una comisión con el novelista Mario Vargas Llosa al frente, con el decano de los periodistas, Mario Castro Arenas, y el penalista Abraham Guzmán Figueroa. "Cambiaron el día del periodista del 1 de octubre al 26 de enero. Pero no averiguaron nada. Dieciocho de los asaltantes han desaparecido. Todo el proceso investigador estuvo salpicado de irregularidades. Hubiéramos querido conversar con Mario Vargas Llosa, pero tenía muchos compromisos en el extranjero, según nos dijeron nuestros abogados", asegura apenada Gloria de Mendivil.

Pero ahora lo que más le preocupa es difundir la situación de los derechos humanos en su país. "La muerte de mi hijo me abrió los ojos del todo. En Perú se pisotean los derechos humanos y vivimos cada vez peor. Las desapariciories proliferan; ahora acabo de presentar testimonios escritos de 103 casos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Luchar por una vida digna y por el respeto a los derechos humanos es una buena razón para vivir", concluye Gloria Trelles, con una sonrisa lejana, fija en un punto del futuro que pareciera pertenecerle.

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