El ministro de Interior
Todos orquestan campaña contra Barrionuevo: ¡pobre ministro del Interior! Claro, que lo ha hecho mal, en consonancia con la política pronorteamericana, empresarial y sutilmente reaccionaria del equipo gubernamental. Pero Barrionuevo no tiene toda la culpa, y menos aún parte de la culpa que le achacan desde posiciones de derecha, como lo de haber iniciado una necesaria liberalización de la droga blanda, de la que ahora se arrepiente.El bisturí policial es impotente. Ésa será una ley permanente que sólo conseguirá enrarecer más el ambiente de la calle.
Lo que falta es una política social preventiva, pero no en el sentido de negar una de las pocas salidas individuales y de riesgo personal que la estructura ofrece a la gente, sino laborando por subvertir la escala de valores que los socialistas conservan inmaculada, acumulando perspectivas esperanzadoras para la diversidad y no encerrándonos en el círculo de guerra de los Estados enloquecidos, abordando los problemas vitales que conducen al vacío, dejando fuera promesas insulsas y atajando la incapacidad demostrada ante la grave crisis de conjunto.
Barrionuevo es tan culpable como todos aquellos en los que se concentra el poder de conducir un país a la miseria humana y a un paro sin ocio.
Niños que no se inyectan heroína también se suicidan en las vías del tren, y es que el problema no es el uso de la droga como una vía más de escape, sino el abuso a que se nos somete desde el descrédito, la insensibilidad, la falta de trabajo y la ausencia de ilusión.
Barrionuevo es sólo una pieza
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