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Felipe González cree que el Gobierno no ha sabido explicar a la sociedad el alcance y las razones de su política laboral

El presidente del Gobierno, Felipe González, admitió que el Gobierno no había sido capaz de explicar al país las realizaciones del primer año de mandato ni los contenidos y las razones de su política económica y laboral, en una conversación mantenida en la noche del miércoles con la Agrupación de Periodistas de Información Laboral (APIL). Felipe González, que dijo estar de acuerdo personalmente con la absoluta liberalización del mercado de trabajo, afirmó que la gravedad de la situación obliga al Gobierno a adoptar decisiones duras y desagradables, y que en ocasiones tenía la tentación de recurrir a la demagogia, pero que asumiría la responsabilidad y el desgaste que ello comportaba.

En un encuentro que se prolongó durante tres horas y media, y en un tono distendido, el presidente del Gobierno comentó con los periodistas laborales lo relacionado con el mundo del trabajo.Hay un cierto tono de amargura cuando el presidente comenta que tal vez ha dedicado demasiado tiempo a la gestión y muy poco al contacto con los medios de comunicación, y muestra su temor a que la sociedad supiera lo que había hecho el equipo socialista sólo cuando el PSOE perdiera las elecciones. Porque para Felipe González la tragedia del Gobierno es que está obligado a destinar todos los recursos a sanear el país, y eso, inevitablemente, provoca tensiones. A este respecto, admite que el Gobierno se ve obligado a tomar medidas duras y desagradables, resistiendo la tentación de recurrir en estos casos a la demagogia.

Medidas tan duras como la flexibilidad del mercado de trabajo, que, en su opinión, es excesivamente rígido y reglamentado. Personalmente se muestra partidario de flexibilizarlo absolutamente, aunque reconoce que existe un cierto anquilosamiento intelectual a admitir medidas de flexibilización en la contratación. Y en este anquilosamiento incluye tanto a las empresas como a los sindicatos: las primeras porque conservan un exceso de rigidez en su actividad y las centrales porque sólo se preocupan por los trabajadores con empleo.Situación preocupante

El problema -y en esto insistió en distintos momentos el presidente- es que ni los sindicatos ni las empresas, ni siquiera la propia Administración, han sido capaces de establecer una estrategia para una situación de crisis. Y aunque admite que los sindicatos habían hecho un gran esfuerzo en la política de negociación, advirtió que, sin embargo, no era de la envergadura que exige la actual situación. Situación que para Felipe González es preocupante y de una gravedad mayor de la imaginable.

Esta gravedad, conocida en toda su profundidad por el Gobierno socialista sólo cuando se encontró con las riendas del poder, es lo que ha provocado que algunas de las previsiones no se hayan cumplido. Como más importantes, las perspectivas de generación de empleo. Felipe González confiesa en este punto que se han retrasado las previsiones del Gobierno, entre otras cosas porque el conocimiento de la situación cuando se hizo el programa para cuatro años hacía prever mayores cantidades de recursos que pudieran destinarse a empleo, inversión o asistencia social. La realidad fue muy otra.

Y reconoce el presidente que los niveles de cobertura son bajos, pero añade que, además, son injustos, pues sólo cubren a los que alguna vez trabajaron, y que la economía sumergida sube, mientras sube también el número de parados y las incapacidades laborales. Y que es injusto que haya gente cobrando el paro y trabajando a la vez. Y empresarios que desarrollan su actividad en forma absolutamente ilegal. Que el nivel de fraude fiscal aumente y la picaresca se dispare. Y lamenta que no haya ese sentimiento de solidaridad entre la sociedad que permita una mejor redistribución de la riqueza.

En cualquier caso, Felipe González cree que no es justo decir que el Gobierno no ha avanzado. Tiene la convicción de que se conseguirá el objetivo del 8% de inflacción. Y refiriéndose exclusivamente a la reconversión industrial, comenta lo conseguido en aceros especiales o en electrodomésticos de línea blanca. Se queja, sin embargo, de que todos hablen de la necesidad de hacer la reconversión y nadie se atreva a llevarla adelante, y que la oposición ataque al Gobierno por algo que ella no hizo en su día. No obstante, no se muestra satisfecho con lo conseguido hasta ahora en este área y cree que se ha perdido un tiempo precioso. Tal vez porque en lugar de haberse limitado a mostrar las líneas generales de la reconversión se optó por descubrir todas las cartas, hacer el Libro Blanco. Desde entonces, el Gobierno pasa de ser administrador a ser empresario de una catástrofe.

Y mientras enciende por enésima vez su habano, Felipe González admite que tal vez el Gobierno no ha sabido negociar bien, a pesar de los miles de horas dedicadas a este tema. Le preocupa sobre todo que esta necesidad de reconvertir no haya llegado ni a los afectados ni al conjunto de la sociedad, porque está convencido de que la reconversión es necesaria, que estamos en un país en descomposición. Y repite las cifras de su intervención en televisión, las toneladas de sobrecapacidad en siderurgia y en naval.

Hay una queja en las palabras del presidente cuando habla de los sindicatos y de las empresas, cuando escucha lo de la arrogancia. Los sindicatos, cuenta, van a las mesas de negociación en muchas ocasiones a saber a cuántos obreros se va a despedir y no a aportar soluciones. Y cuando el Gobierno dice el número, se dice que es arrogancia. Habla de Sagunto y confiesa que es una situación en la que el Gobierno se ha planteado serenidad, tener paciencia. Paciencia que tiene un límite y que socava la autoridad y la arrogancia, dice.

Relación con los sindicatos

De los sindicatos opina que no practican un sindicalismo acorde con la crisis, porque, en el fondo, hay una mayor comprensión hacia las raíces de la situación que hacia las soluciones que hay que adoptar. Con UGT las relaciones son fluidas, y está convencido de que la central socialista comprende que el Gobierno hace lo que tiene que hacer, y a partir de esa comprensión busca posturas diferenciales que, a veces, no son las más adecuadas.

Con CC OO el problema es otro. Y cuando se refiere a este sindicato trata de que sus palabras no resulten agrias. Pero sabe que en CC OO hay dos tendencias: una, dirigida a la negociación, y otra, partidaria de la confrontación. En su opinión, hay que seguir intentando acercamientos, a pesar de que a veces tenga la sensación de que CC OO ha sido más respetuosa con anteriores Gobiernos y la compare con otros sindicatos europeos y no encuentre parangón con la dureza de CC OO.

Felipe González se muestra optimista sobre el futuro del país porque tiene una capacidad de respuesta insospechada. Y porque, matiza, no hay otro remedio. Se saldrá de la crisis o se irá a una sociedad ruralizada, acabada, que habrá perdido el tren de la historia.

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