Los grandes del cante
Lebrijano, Menese, Fosforito, Calixto Sánchez y Manuel Mairena pusieron el broche. No diré que ciento por ciento de oro, pero sí con bastantes quilates.(Y antes de seguir adelante, una propia fe de errores. En mi crónica de ayer, cuando escribí sobre el baile del grupo de Farruco, hablaba de una "fascinante, fastuosa y larguísima secuencia por soleares"; pues bien, donde dije "soleares" debíera haber dicho "romances".)
Abrió la ronda Juan Peña Lebrijano. Bien de voz, con autoridad, con fuerza. Hizo un desarrollo riguroso de las soleares, sin desmelenarse, pero profundizando, calando hondo, buscando la entraña. En las galeras, ese cante por él creado en memoria de los gitanos que sufrieron persecución y saña, puso la pasión y el llanto. Aires gaditanos y tientos-tangos completaron una actuación convincente.
Cumbre flamenca: tradición
Cante: Juan Peña 'Lebrijano', José Menese, Antonio Fernández Díaz 'Fosforito', Calixto Sánchez, Manuel Mairena. Toque: Enrique de Melchor, Juan Carmona 'Habichuela'. Baile: Manolete y Mariquilla, con grupo. Guitarra en concierto: Víctor Monge 'Serranito', con Francisca y Oscar Luis. Alcalá Palace, Madrid. 21 de marzo de 1984.
José Menese empezó con unos jugosos, bellísimos tangos de Málaga, que él enriquece y engrandece. Siguió por cantiñas, para alcanzar en las siguiriyas y las tonás esa tremenda tensión de lo jondo habitual en el cantaor. Quien quizá no pudo obtener de su voz toda la fuerza que hubiera deseado, aunque peleó por lograrla, pero igual nos transmitió el quejío estremecedor e hiriente.
También Antonio Fernández Díaz Fosforito andaba con problemas. Acabó quebrantado, tras haberse entregado al cante con generosidad y largueza. La soleá apolá, género de gran dificultad, fue impresionante; la petenera, también.
Había expectación por escuchar a Calixto Sánchez, cantaor prácticamente inédito en Madrid. Convenció y triunfó. Calixto tiene una voz limpia, y en su garganta, un instrumento poderoso, de cuya fuerza quizá abusa. No me gustan esos finales en que prolonga y prolonga el melisma como si de una competición se tratara.
Y el cante de los Mairena, que Manuel mantiene vivo con altura y responsabilidad. Hizo los estilos que frecuenta habitualmente: soleares, tientos, siguiriyas, tonás. Su voz, tan cantaora, nos recordó con fidelidad y duende los ecos del inolvidable hermano mayor.
Enrique de Melchor y Habichuela se repartieron el acompañamiento. Son dos maestros, hoy imprescindibles, con sus diferencias de estilo, pero los dos, con enorme talento y exquisita sensibilidad. Virtudes que les valieron, como siempre, el reconocimiento del público.
En concierto, Serranito, con Francisco y Óscar Luis. Fue una de las actuaciones más acertadas de los tres, y especialmente de Víctor en solitario, con toque muy flamenco, enjundioso y delicado.
El baile corrió a cargo de Manolete y Mariquilla. Él es un excelente bailaor, elegante, que da prioridad a la técnica sobre el sentimiento, y por ello puede parecer -y a mí me lo parece- distante, frío, aun reconociendo su perfección formal. De Mariquilla estoy por cubrir con un manto de silencio las escaseces de un vestido totalmente inadmisible en el arte flamenco. Es como si un torero va a la plaza vestido de futbolista: resulta una charlotada. Pues eso.
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