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José Luis Bote, torero de escuela

Plaza de Valencia. 14 de marzo. Primera corrida fallera.Novillos de Arauz de Robles, bien presentados, que dieron buen juego.

Luis Miguel Campano. Pinchazo y estocada caída (silencio). Estocada que asoma (vuelta). César Miguel. Estocada corta muy baja, pinchazo hondo, descabello -aviso- y dobla el novillo (silencio). Estocada (silencio). José Luis Bote. Media estocada caída (insistente petición y dos vueltas al ruedo). Pinchazo y estocada (silencia).

La afición valenciana tuvo ocasión ayer de degustar el toreo de escuela, en versión de José Luis Bote, alumno aventajado. Ocurrió, sin embargo, que no se podía demostrar demasiado, porque la afición y resto del personal no cualificado estaban más añorante del cafelito junto a la mesa camilla que del arte de Cúchares. Hacía un frío que pelaba.

Llovió en Valencia durante la mañana con tal intensidad que se dio por supuesta la supensión del festejo. Luego el viento barrió las nubes y hubo corrida. Pero no hubo ambiente, y los toreros tuvieron muchas dificultades para caldearlo. Únicamente lo consiguieron en el tercer y cuarto novillos de la tarde.

En el tercero fue protagonista Bote, hasta el curso pasado, alumno de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, y en el presente, ya novillero profesional. Fue protagonista desde que se abrió de capa, para cargar la suerte en el lance de la verónica y ganar terreno hasta los medios, donde remató con medias verónicas y reboleras de exquisita ejecución.

Repertorio variopinto

Una muestra del más variopinto repertorio de la tauromaquia ofreció en el tercio de quites, que prácticamente realizó en solitario, porque sus compañeros de cartel eran incapaces de igualar tal cúmulo de conocimientos. Bote lanceó por verónicas, tijerillas y de frente por detrás, en la versión que llaman rojerina, y remataba con medias verónicas de nuevo, largas cambiadas y afaroladas.Todo lo hacía el antiguo alumno con acabada perfección y gusto, y así continuó en banderillas, que prendía reuniendo en la cara y clavando en lo alto. Inició la faena de muleta en los medios, citando de muy largo, para dar el pase cambiado; el verdadero, aquel que inmortalizó Antonio Bienvenida, en el cual, al embroque, cambiaba el viaje por delante y lo resolvía en un pase de pecho.

Así instrumentó Bote el pase cambiado. Y, también en los medios, siguió con ayudados por alto proestatuarios, redondos, naturales y todo tipo de remates en ligazón, lo mismo trincherazos que ayudados a dos manos, y pases de pecho, por ambos pitones, engarzados entre sí, a su vez, con el afarolado, éste con el molinete, y el molinete, con el abaniqueo por la cara.

La marca de torero ortodoxo, en amalgama con una técnica bien aprendida y con un estilo propio que continuamente llama a la inspiración, y le acude, dejó ayer Bote en el ruedo de la plaza de Valencia durante su actuación en ese tercer novillo de la tarde. Le pidieron la oreja con insistencia, que el presidente, inexplicablemente, no otorgó, y dio dos vueltas al ruedo, como rúbrica de su triunfo legítimo.

Otro antiguo alumno de la Escuela de Tauromaquia es Luis Miguel Campano, el cual reúne interesantes virtudes toreras, que no le deja traslucir la suficiencia de que hace gala en la plaza. Quizá sean cuestiones de temperamento, y no es malo que un torero exhiba flamenquería, pero cuando se mira por encima del hombro a los compañeros, a las cuadrillas y al toro mismo, hay que ejecutar las suertes con pureza y hondura, pasarse cerca los pitones y no aliviar cada pase, con el compás al revés y, por tanto, con la suerte descargada, según hacía ayer.

Al novillo que abrió plaza, que le volteó aparatosamente, le aplicó una faena larga y anodina. Al cuarto, que era un bombón, lo templó perfectamente en muletazos muy largos, los cuales, no obstante, adolecían de los defectos señalados.

Dos bombones más, de una novillada que rebasó, con mucho, los niveles de manejabilidad, le correspondieron a César Miguel, un torerito de la huerta de Algemesí, bajito y entusiasta, que en ciencia taurómaca aun está por las primeras lecciones. Al lado de los aventajados alumnos con quienes alternaba, parecía un parvulito. Lanceó sin gracia, banderilleó sin acierto, muleteó sin técnica. Los buenos novillos le arrebataban continuamente el engaño y le echaban severas reprimendas: .¡Salga usted de clase", le decían; "torear es parar-templar-mandar, y no bailar el zapateao!".

La valencianía, más alguna que otra influencia, indujeron a la empresa a incluir en el cartel a este muchacho, mientras otros novilleors con agallas y saberes permanecen en el paro, a la espera de una oportunidad. Así es la fiesta de injusta y desorganizada. Y aún pueden suceder peores cosas porque a los toreros de escuela -los de ayer, sin ir más lejos- el taurinismo profesional ya empieza a ponerles reparos.

La feria de fallas ha empezado con espléndidas muestras de toreo puro. Ahora sólo cabe esperar que siga la racha y salga el sol.

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