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Samuel Beckett 'compadece' a sus incansables admiradores

El autor asiste a los ensayos de su obra en Londres

Soledad Gallego-Díaz

El escritor irlandés Samuel Beckett, premio Nobel a su pesar, autor de algunas de las obras capitales de la literatura dramática de la posguerra, como Esperando a Godot y Final de partida, y una de las mentes más complejas de la cultura europea, ha asombrado una vez más en Londres con su figura ascética y su humor silencioso y corrosivo. Compadeció con paciencia a sus incansables admiradores y concentró sus energías en los ensayos de una obra suya que ha supervisado en la capital británica y que ahora se paseará por los escenarios australianos.

"Llevo 40 años leyendo lo que usted escribe". El admirador de Samuel Beckett había encontrado a su ídolo en el bar de un pequeño teatro londinense y se había acercado, tímido y respetuoso, a expresarle su entusiasmo. El escritor irlandés agitó suave mente la pinta de cerveza negra que tenía en la mano, sonrió y contestó: "Debe estar usted muy cansado".Beckett odia las entrevistas y no tiene especial predilección por sus admiradores. Normal mente vive, retirado y tranquilo en Francia, país al que se trasladó en 1937, pero ha acudido a Londres para supervisar el montaje de Esperando a Godot, una de sus obras de teatro más famosas. Su presencia en el pequeño local de Hammersmith es excepcional y se debe a una razón de amistad. El director del grupo que interpreta la pieza es uno de sus mejores amigos, un norteamericano, Rick Cluchey, que descubrió la obra de Beckett mientras cumplía 12 años de cárcel en la prisión de San Quintín, condenado por robo a mano armada en un banco. Cluchey formó el grupo Saint Quentin Drama Workshop, que interpreta desde hace 12 años exclusiva mente las obras de teatro de Beckett. El escritor aceptó dirigir uno de los montajes en la cárcel y desde entonces mantiene una estrecha relación con Cluchey Beckett es el padrino de su hijo -un niño de 10 años que se llama Beckett Cluchey y que interpreta el papel de muchacho en 1 pieza teatral-, y ha aceptado dirigir personalmente todas las producciones del grupo.

Buena forma

En Londres el dramaturgo intenta pasar completamente inadvertido. Se aloja en un tranquilo hotel y acude en metro todos lo días a los ensayos. Quienes le rodean afirman que su presencia impone y que a su lado todo el mundo intenta dar lo mejor de sí mismo. Beckett toma su trabajo en serio y, en voz baja y con su inconfundible acento irlandés, da instrucciones a los actores. Sin embargo, Beckett no da la sensación de: ser un hombre triste o angustiado. Pese a sus 77 años (nació en Dublín en 1906), sigue conservándose en buena forma física. Es alto y delgado y tiene el aspecto de un aguilucho, con la nariz pronunciada y el pelo blanco muy corto y ligeramente de punta. Se viste con cuidado, aunque con ropa informal -suele llevar jerseis de cuello alto y pantalones de franela-, y procura que la gente que le rodea se sienta cómoda, aunque sin aceptar que: se acerquen tanto como para inmiscuirse en su vida privada.Beckett e s tal vez el autor contemporáneo que mejor ha logrado mantenerse alejado de los medios de comunicación y del ambiente teatral, pese a ser un dramaturgo. Los especialistas europeos y norteamericanos que elaboran complicadas y largas tesis sobre su obra tienen que conformarse con la exégesis de sus textos, sin prácticamente ayuda del autor, que se mantiene distante de universidades y seminarios. Sus amigos, conocedores de su obsesión por la privaticidad, se niegan también a comentar su relación con Beckett. "Pregúntele a él mismo lo que quiera saber", responden invariablemente.

Samuel Beckett fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1969, pero no acudió a recogerlo. Desde entonces ha publicado una colección de poemas en inglés y francés (1977), dos obras de teatro (Breath and other short plays y Not I) y algunas historias cortas. Pese a que empezó a publicar cuando tenía sólo 24 años (Whoroscope), su producción es bastante corta. Sus novelas (Malloy) y sobre todo sus obras de teatro (Esperando a Godot, Dias felices, La última cinta, Final de partida) le han convertido en el autor contemporáneo más admirado.

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