El rector Schüller
Hace unos días fue elegido democráticamente rector de la Universidad Complutense de Madrid el profesor Amador Schüller. Sustituye al profesor Bustelo, que, aunque en su gestión no satisfizo a todos, demostró que era un hombre honesto y de talante democrático.El día de la proclamación, un grupito de nuevos demócratas, afortunadamente poco numerosos, increpó puño en alto y con enorme crispación al profesor Schüller, el cual, sin perder la compostura, respondió que era "liberal de siempre" y que quería "ser rector de todos, incluso de aquéllos que no se callaban y no le permitían hablar en aquel momento". Hemos trabajado muchos años con el profesor Schüller. Publicarnos con él varios trabajos en revistas nacionales y extranjeras. Colaboramos en su Tratado de Medicina interna escribiendo algunos capítulos y como secretario de redacción y asistimos con él a congresos internacionales, donde constatamos el gran prestigio científico de que gozaba. Es más, en el último congreso de Roma nos sorprendió a todos -españoles e italianos- con el profundo conocimiento de los valores artísticos de la Ciudad Eterna, lo que venía a confirmar que, además de científico, es un humanista.
Charlamos muchas veces con él y siempre hizo gala de un gran respeto por todo el mundo. Baste recordar la admiración con que hablaba, por ejemplo, de los profesores Negrín y Besteiro, o el profundo conocimiento y admiración que sentía por la obra de Manuel Azaña. Nunca perteneció a ningún partido político. Su vida era y es la Universidad, a la que ha dedicado 40 años.
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Estos días hemos bajado por las facultades. Ahora ya no tenemos relación con el profesor Schüller como colaboradores directos y nos ha sorprendido que nuevamente hayan vuelto a aparecer los panfletos y los insultos: "¡Fascistas, fuera de la Universidad!".
Cuando fue elegido rector no esperábamos esto. Incluso alguien comentó: "Es un hombre de suerte". Entonces recordábamos a Marañón: "Mi suerte me la han proporcionado 14 horas diarias de estudio durante 40 años"./ Luis Enríquez y Guillermo López del Campo. .
