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Los siglos mal contados del teatro Español

El teatro Español de Madrid ha organizado una exposición sobre su historia, que según los expertos ha cumplido ya, 400 años. La exposición estará abierta durante la presente temporada y se podrá visitar diariamente, de martes a domingo, de 11 horas a 14 horas y los espectadores que acudan a los montajes en cartel la podrán visitar desde una hora antes del comienzo de la función. En esta página se ofrece un panorama de la muestra.

El teatro Español cuenta su propia historia en una exposición acerca de los 400 años en que esa esquina de Madrid se dedica al teatro. Una esquina literaria, frente al atrio de San Sebastián, en el barrio donde vivieron los actores y escritores de los siglos de oro: una esquina fiel en una ciudad infiel o infidelizada por sus sucesivos especuladores. Madrid es una excepción en Europa, donde las ciudades tratan de mantener su antigua imagen, y hasta cuando son arrasadas por guerras se reconstruyen de la manera más parecida a sí mismas. Aquí hubo poco apego a la piedra antigua si se encontraba en un lugar valioso para la construcción de un edificio comercial. Se suele decir que Madrid es hoy un disparate urbanístico. Es algo peor que un disparate, en el cual queda siempre algo de invención y de fantasía: ha sido un pillaje.Por el contrario, el teatro Español ha sido objeto muchas veces de reconstrucciones consecutivas a catástrofes (incendios, sobre todo), se le ha mantenido para su función y sus reconversiones han ido más bien en el sentido de conservar lo mejor posible su estructura adaptándola a nuevas necesidades. En la exposición, a la que han contribuido con sus estudios varios hispanistas extranjeros, se ve no sólo la evolución del lugar, sino la del teatro y la de la sociedad. Del teatro al aire libre se pasó al corral en el sentido más directo de la palabra: un recinto cerrado y descubierto junto a una casa o dentro de ella. Buscaba la posibilidad de cobrar las entradas, de cerrarse a la vista de los que no pagaban, y así comenzó a tener una economía propia.

Señal de cambio

El actual Español está formado por dos corrales de comedias: el de la Cruz y el del Príncipe, mal distinguido en la historia. Estos corrales tenían una fisonomía propia, que le daban las casas y los balcones de ellas sobre el recinto; cuando se dedicaron primordialmente a las funciones de teatro, descartando aquéllas que les fueron propias -corral viene, probablemente, de carro, aunque su etimología sea bastante incierta; y en la España, rural, el corral sigue siendo el lugar de los carros y de los animales de corral-, se fue manteniendo esa estructura. Una sobreimpresión de un viejo corral sobre el patio de butacas -y puede anotarse la palabra patio, que tiene un sentido idéntico y que está conservada en los locales de espectáculos- muestra que se trata, sobre todo, de una evolución.

Entre corrales y teatros, ya cubiertos y especializados en la comedia, que alguna vez han cambiado de nombre, esa esquina madrileña ha visto los estrenos de todas las grandes obras a partir de Lope y Calderón, y las interpretaciones de las mejores compañías y actores españoles. Toda la evolución de la sociedad española entre Lope de Vega y Calderón de la Barca, en el extremo original, y Valle-Inclán y Galdós, en esta otra, está representada en este ilustre espacio.

Pero ¿por qué Valle-Inclán y Galdós? Porque la exposición parece silenciosamente detenida a partir de la II República Española. Apenas la mención a Buero Vallejo y a su famosa Historia de una escalera -que, efectivamente, dio una gran señal de cambio- suponen una excepción. Existe una especie de cautela, un pudor, para citar la guerra civil y la posguerra; la larguísima posguerra, en la que hubo estrenos, autores y actores muy significativos, sea cual sea la valoración dramática y política que se pueda hacer de ellos, que ésa es otra cuestión. Los propios organizadores se omiten a sí mismos -a su dirección actual de ese teatro- para no citar a sus antecesores inmediatos. No es, probablemente, mezquindad, sino ese malestar que subsiste cuando se tocan cuestiones en la que la asperísirna etapa española emerge. No parece lógico ese silencio, que reduce los proclamados 400 años de teatro español a 350, por la prudencia de tratar de los últimos 50. No está justificado.

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