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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Muerte de un candidato

Pretender utilizar adjetivos de condena, una vez más, para el alevoso asesinato del senador Enrique Casas, ayer en Guipúzcoa, apenas conduce a nada. El bandolerismo político ha vuelto a actuar contra las instituciones democráticas poco después de que los propios jefes de la banda pidieran el voto para la coalición Herri Batasuna, cómplice moral de los asesinatos y extorsiones de ETA, mientras no se distancie de manera inequívoca y clara de sus actividades. Es inútil por eso soslayar el carácter político del problema del País Vasco, sobre el que corrió ayer nuevamente la sangre de un hombre: hay miles de ciudadanos -lo vamos a ver el domingo- que apoyan todavía a los que, hoy por hoy, y pese a la condena del asesinato de Casas hecha por HB, siguen siendo los candidatos de los terroristas. Pero es inútil también ocultar el lado rufianesco de la cuestión: al mismo tiempo que piden el voto para HB, los gánsters disparan sobre sus contendientes en las elecciones. La reivindicación del asesinato de Enrique Casas realizada primero por un grupo nuevo y desconocido y luego por los Comandos Autónomos Anticapitalistas y los confusos intentos de despegar a ETAm de esta nueva barbarie no añaden nada a la hora de explicar la contradicción en la que incurre HB condenando un atentado que se inscribe objetivamente en la órbita de sus expresiones políticas.

Muerte de un candidato

otros no quieran entenderlo así, ETA seguirá beneficiándose de este panorama de enfrentamiento civil para amparar la realización de su sangriento programa.

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