El compositor Remacha, integrante de los 'ocho de Madrid', murió en Pamplona
El compositor navarro Fernando Remacha falleció ayer en Pamplona, a la edad de 85 años, un mes después de sufrir una neumonía de la que no se recuperó. Fue autor de numerosas partituras, entre las que destacan Dos cuartetos de cuerda, Cartel de fiestas y Conciertos para gabarra. Remacha padecía la enfermedad de Parkinson y desde hace unos tres años no salía a la calle. Fernando Remacha vivía alejado del mundo de la música desde que se jubiló, en 1979. IA última de sus obras fue La bajada del ángel. Formó parte del grupo de los ocho de Madrid, en tiempos de la II República. Próximamente, la Orquesta Sinfónica de Euskadi estrenará su composición Motete.
Fernando Remacha, alma cálida, inteligencia alertada y espíritu bondadoso, había nacido en Tudela, pero pronto se madrileñizó para asistir a las clases de José del Hierro, formar las cuerdas de la Sinfónica o ingresar en las nuevas aventuras del cine y de la radio. En 1932 obtiene el Premio Nacional de Música por su excelente Cuarteto con piano, escrito tras su estancia en Italia, como Premio de Roma, junto a Gian Francesco Malipiero.Ricardo Urgoiti, que envenenaría a Remacha con la radio, lo envenenó con el cine, estableciéndose así las primeras relaciones entre el compositor, Luis Buñuel, y cuantos regían Filmófono. Remacha escribió música ilustrativa para Don Quintín el Amargao o La hija de Juan Simón. En la radio inventó lo que, aun después de la guerra civil, se denominaba enlace automático de los discos, y que, en realidad, consistía en la señalización de la partitura para que el encargado de los tocadiscos bajase la cabeza reproductora en el momento exacto.
La guerra civil, hizo de Fernando Remacha un auténtico exiliado del interior; su enfrentamiento, su falta de aceptación radical se refería al hecho mismo de la contienda. Refugiado en una pequeña industria familiar en su Tudela natal, aprovechó la soledad y la desolación para estudiar. A finales de los cuarenta reaparece con algunas obras pianísticas, y en los comienzos de los cincuenta lanza sus Visperas de San Fermín, estrenadas en Pamplona e inmediatamente, por Radio Nacional en Madrid.
Vuelve Remacha a la vida musical con un empeño soberbio: la creación del Conservatorio, Pablo Sarasate, el más moderno en sus instalaciones y métodos, que durante mucho tiempo ha tenido España. Y vuelve también la intensidad de su fuerza creadora, que en obras, como Jesucristo en la Cruz, nos da una solución personalísima del lenguaje contemporáneo, mientras en el Llanto sobre Ignacio Sánchez Mejías, o la Rapsodia de Estella, cultiva el vino viejo en odres más nuevos, personales e intransferibles.
Trabajo en equipo
En el Madrid anterior a la Il República nació un grupo de compositores que, al modo de los seis de París, intentaron un trabajo en equipo, a lo que les animaban algunos hechos concretos: la realidad del denominado "renacimiento musical español", iniciado por Pedrell y realizado por Albéniz, Falla, Turina Conrado del Campo y algunos otros; el prestigio internacional de una figura, sobre todas las de más: Manuel de Falla, que en 1926 celebra su cincuentenario 3 comienza a imaginar Atlántida; el trabajo afanoso, paternalista y polémico del crítico de Adolfo Salazar (al que la Academia de Bellas Artes negó puesto en 1928 para otorgárselo al angelical Angel María Castell). En fin, los maestros titulares de la Sinfónica y la Filarmónica, Fernández Arbós y Pérez Casas, muy especialmente el segundo, se mostraban propicios a la música española, cualquiera que fuese su signo.Aún habría que indicar los primeros capítulos musicales de la radio, escritos desde la comercial EAP, Unión Radio, dirigida a la sazón por un hombre tan culto como Ricardo Urgoiti y orientada musicalmente por Salvador Bacarisse y Fernando Remacha, entre otros. José María Franco, Antonio Álvarez Cantos y Evaristo Fernández Blanco fueron colaboradores asiduos.
Los 'ocho de Madrid'
Como es característica de España, el grupo de los ocho, grupo de Madrid o grupo de la República sumó y restó esfuerzos, alternativamente, pero cosiderado con cierta perspectiva histórica fue algo sumamente positivo, en un ambiente putrefacto (como diría García Lorca), en el que la Sinfonietta de Halffter podía levantar protestas, y la suite Heraldos, de Bacarisse, abiertamente politonal, escandalizaba al respetable. Formaron el grupo de los ocho nueve compositores (alguno lo abandono y algún otro se sumé después de su creación): el mayor de todos, Juan José Mantecón, alternaba la enseñanza, la crítica (La Voz, de Madrid) y la composición. Nacido en 1896, llevaba una diferencia de dos años a Salvador Bacarisse y Fernando Remacha. Los dos de 1898, Julián Bautista, de 1901; Ernesto Halffter, de 1905, y, en fin, Gustavo Durán, Gustavo Pittaliga y Rosa García Ascot, de 1906. Por encima, a modo de gran protector, estaba Adolfo Salazar, que hizo de su espacio en El Sol trinchera ofensiva y defensiva de la modernización de nuestra vida musical, nacido en 1890.Bueno será resaltar que, salvo Remacha, navarro; Mantecón, gallego; y Durán, barcelonés, todo el grupo y su crítico mentor estaba formado por madrileños. Madrileño era igualmente quien enseñó el oficio de buena parte de los compositores del 27, Conrado del Campo.
Babelia
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