Barcelona, con el miedo en las calles
Atracos sangrientos a joyerías han creado un ambiente de indefensión entre los comerciantes
Barcelona vive en estos momentos una sensación especial de que la ciudad ha entrado en crisis por la proliferación de la delincuencia de todo tipo. Aunque la policía facilite oficiosamente el dato de que en Barcelona entre 1982 y 1983 el incremento de delitos fue de un 30% frente al 32% nacional, con lo que subraya que el empeoramiento es inferior al del resto del país, y aunque haya sido la Ciudad Condal donde las fuerzas de seguridad han conseguido éxitos más espectaculares en los últimos meses (la detención masiva de los Jodorovitch, la de la banda de Pedro el Loco, la del violador del Ensanche), Barcelona clama espectacularmente contra la delincuencia.Movilizaciones gremiales, manifestaciones callejeras de protesta contra los atracos, entierros multitudinarios de los joyeros asesinados, cierres de establecimientos como presión para una mejora de la seguridad, e, incluso, declaraciones políticas partidistas que responden en el fondo a la proximidad de las elecciones autonómicas, y anuncios alarmistas insertados en los periódicos por entidades profesionales, han contribuido estas últimas semanas a multiplicar los ecos de un nivel de inseguridad que por sí solo ya había alertado a la mayoría de los ciudadanos.
La capital catalana reune, de todas maneras, algunos elementos específicos que agravan sus niveles de delincuencia. El imparable aumento del consumo de estupefacientes y los altos índices de paro laboral alcanzados en España, son especialmente importantes en Barcelona, centro de una vasta zona industrial en un momento en que la crisis económica golpea especialmente a este tipo áreas.
Ante esta situación, que cuando se concreta en el asesinato a joyeros, atracos a establecimientos o violaciones con ritmo regular, da pie a las protestas públicas de las asociaciones de vecinos, de las organizaciones gremiales y de los partidos políticos de la oposición, el Gobierno Civil ha desplegado multitud de operaciones de seguridad con objetivos tan claros como útopicos: combatir la delincuencia en su propio ambiente, es decir, en las calles, en el asfalto.
Pero todas las operaciones especiales organizadas para desarticular la delincuencia provocan una reacción similar a la que se produce cuando se aprieta un globo a medio hinchar. Inmediatamente después de cada operación se desplaza geográficamente, durante cierto tiempo, el centro de gravedad de los delitos, pero no se reduce ni su número ni la magnitud económica global de todos ellos. Cada vez que se realiza un peinado en Barcelona, aumenta la inseguridad en las localidades del cinturón; cada vez que se organiza una campaña para reducir el número de atracos a entidades bancarias, aumenta el de atracos a los demás establecimientos.
En 1983, la policía barcelonesa detuvo a bastantes atracadores jóvenes con historias parecidas a la de Aurelio Sánchez Martínez, de 23 años, que cada dia salía a la calle a buscar 20.000 pesetas para poder adquirir su dosis, ya fuera delinquiendo o prostituyéndose. Pero lo más polémico del tema es que en el pasado mes de agosto la Audiencia Provincial de Barcelona redactó una sentencia considerando la drogadicción como atenuante en caso de delito: el joven A. R. P., de 23 años, que había sido acusado de dos robos en los que consiguió un botín de 28.000 pesetas, mereció una sentencia de tres años de presidio menor, y el juez señaló que si bien el acusado no padecía enfermedad mental ni tenía deterioradas sus facultades mentales, se hallaba inmerso "en una adicción a la droga que condiciona su capacidad volitiva a la hora de conseguir la heroína".
La policía detiene anualmente en la provincia de Barcelona a 10.000 extranjeros cuya situación en España es ilegal. Este volumen de detenciones está íntimamente ligado con otro dato: el 17% de los delincuentes detenidos en nuestro país es de procedencia foránea. A juicio de la policía, la Ley de Extranjería debe variarse de inmediato pues la estancia de miles y miles de extranjeros sin ocupación trae consigo, irremediablemente, en cualquier tipo de sociedad, un aumento de la delincuencia, que es la única vía de supervivencia para miles de africanos y suramericanos que se hacinan actualmente en las pensiones de los barrios bajos de Barcelona y en los suburbios de algunas de las poblaciones periféricas.
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