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Austria celebra el 50º aniversario de la revuelta obrera

El 50º aniversario del levantamiento obrero austriaco contra el Gobierno del canciller Engelbert Dollfuss se conmemoró el pasado domingo. Muchos historiadores lo consideran la primera revuelta antifascista en una Europa en la que Hitler y Mussolini ya ostentaban las riendas de sus respectivos países, cuyo fatal desenlace influyó considerablemente en el desarrollo posterior de la política europea, que desembocó en la segunda guerra mundial.La represión sangrienta contra la izquierda austriaca por parte del Ejército y la policía, apoyados por grupos nacionalsocialistas y de la derecha clerical, dejó descabezado uno de los movimientos obreros más organizados y activos del continente. Cuatro años después de los sucesos de febrero de 1934, las tropas del III Reich alemán invadían Austria sin encontrar resistencia alguna.

Aún hoy, 50 años después, cuando ya resulta gratuito hablar de reconciliación nacional -impuesta por los acontecimientos posteriores, la derrota nacional del nazismo y 10 años de ocupación aliada-, surgen en Austria las discrepancias cuando se trata de establecer responsabilidades en aquellos hechos que provocaron 250 muertos en choques armados, una cadena de ejecuciones sumarísimas y miles de encarcelamientos. El ex canciller Bruno Kreisky, que pasó varios meses en la cárcel a raíz de su apoyo a los sublevados, ha señalado que la superación de aquellos graves sucesos no debe implicar la pérdida de memoria histórica. Sale así al paso de las voces que quieren repartir,por igual la culpa entre represores y reprimidos, escudándose en el paso del tiempo.

Aunque a muchos pueda parecer ocioso a estas alturas dedicarse a especular sobre las posibilidades que, de haber tomado allí otro rumbo la historia, hubiera tenido Austria' de sustraerse al siniestro abrazo del gran hermano alemán, en Austria estas conjeturas vuelven a tener ahora plena actualidad.

Para situar en su contexto los hechos que nos ocupan hay que remontarse al año anterior, al 4 de marzo de 1933, cuando, tras diversos enfrentamientos entre las distintas fuerzas políticas, y por una cuestión de procedimiento, el Parlamento austriaco se autodisuelve. El canciller Dollfuss, que goza de la tutoría política de Benito Mussolini, aprovecha la ocasión para, en una actuación claramente anticonstitucional, hacerse con el poder absoluto. Cuenta Dollfass con el apoyo del Ejército y de la policía, dirigidos por oficiales monárquicos, de la Iglesia, la burguesía y gran parte de la población rural, pequeños propietarios, todos ellos hostiles a la República surgida tras la primera guerra mundial, que consideran antinatural e inviable.

Frente a ellos está el proletariado austriaco, aglutinado en torno al Partido Socialdemócrata. Este partido, que no distingue entre socialismo y socialdemocracia -pero claramente distanciado del comunismo soviético-, está encabezado por destacados pensadores del marxismo, como Viktor Adler, Otto Bauer y el radical Karl Kautsky.

Fruto de su labor de gobierno tras el advenimiento de la República, en 1919, es, sobre todo en la llamada Viena roja, una cultura obrera que no tiene parangón europeo.

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El austromarxismo, una destacada escuela del pensamiento marxista, se materializa en la capital austriaca entre 1919 y. 1934 en un espectacular desarrollo de la política de educación, de la medicina y de la arquitectura y urbanismo en favor de la clase trabajadora. En las escuelas primarias de Viena se tratan por primera vez en el mundo los aspectos psíquicos e influencias ambientales en la educación infantil. Se crean decenas de guarderías para los hijos de los obreros y grandes parques en los distritos populares. El fenómeno más patente, aún hoy, de la Viena roja es su arquitectura.

Viviendas para trabajadores

Con los ingresos de los impuestos especiales que afectan a los sectores más acomodados de la sociedad, el ayuntamiento construye en este período decenas de miles de viviendas para trabajadores en grandes bloques comunales. Cuentan con zonas verdes interiores, lavanderías y guarderías y, por primera vez en la arquitectura popular de la ciudad, con agua corriente y servicios en el interior de las casas.La mayoría parecen fortalezas -burgos del proletariado- y llevan nombres de destacadas personalidades del pensamiento marxista y líderes del movimiento obrero. El más célebre es el Karl Marx Hof, un complejo de viviendas de un kilómetro de longitud con el aspecto de una inmensa nave acorazada.

Es evidente que cuando se conciben estos edificios se piensa en la eventualidad de conflictos sociales armados. El Karl Marx Hof es uno de los principales objetivos de las fuerzas del canciller Dollfass en la represión del levantamiento de 1934, que lo consideran un "nido de la subversión bolchevique". Desde la cercana estación de ferrocarril, el Ejército somete al edificio al fuego de artillería y ametralladoras pesadas. Frente a él tiene a un puñado de militantes socialistas con mosquetones y a las familias numerosas apiñadas en las habitaciones interiores.

Con socialistas, por un lado, organizados en milicias obreras armadas Schutzbund, y Ejército, policía, conservadores y clericales armados en grupos de defensa patria, y los nacionalsocialistas en continuo avance, el orden público se encuentra a principios del año 1934 en plena descomposición.

Tan sólo en la primera semana de enero estallan 140 bombas en Viena. Son muy pocos los austríacos que creen en un Estado que es poco más que un despojo del gran imperio pasado. La derecha recuerda con nostalgia a la izquierda, o a gran parte de ella, y busca la solución en un gran Estado obrero panalemán.

Los acontecimientos de febrero se suceden con una rapidez y lógica que parecen extraídas de un guión de Eisenstein. En la mañana del día 12, la policía intenta registrar, en busca de armas, el Arbeiterheim (casa de los trabajadores, local socialista) en Linz.

Los socialistas se oponen y tienen lugar los primeros enfrentamientos. A las 11 de la mañana llegan las noticias a Viena que hablan de luchas en Linz, con muertos y heridos. Media hora más tarde se convoca la huelga general y la capital queda paralizada.

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