Reagan y la Biblia
Puesto a elegir entre el despiste de Orwell y el sagrario de la Biblia, el presidente Reagan, hombre religioso si los hay, optó obviamente por los Santos Libros. Saliendo ágilmente al paso de los rumores tercermundistas que le señalan como Big Brother, el presidente, sólo 24 horas después de haber expresado su voluntad de no mudarse de la Casa Blanca, anunció que "en 1984 se cumplirán las grandes verdades de la Biblia". No dio más detalles, o al menos no fueron transmitidos por las grandes transnacionales de la noticia, que en ciertos casos extreman su discreción. Realmente una lástima, ya que habría sido interesante saber cuáles de entre las muchas verdades que ofrece la Biblia habrán de cumplirse, según el primer mandatario norteamericano, en el año que ya estamos consumiendo.Lo cierto es que el escueto vaticinio ha sembrado un internacional desasosiego. ¿Cómo elegir entre las grandes verdades de la Biblia para estacionarlas en este 1984 tan vapuleado por los horóscopos y por los literatos metidos a profetas? ¡Menuda dinámica ha desatado el veterano actor! No es descartable que, tras el anuncio presidencial, la publicidad del Partido Demócrata contra la reelección de Reagan se base precisamente en uno de los tantos interrogantes del Libro de Job (34.17): "¿Gobernará el que aborrece juicio?", en tanto que los sectores norteamericanos que se oponen a la presencia de los consabidos marines en Líbano presurniblemente opten por recurrir al Libro de proverbios (25.8), que con nitidez advierte: "No entres apresuradamente en pleito, no sea que no sepas qué hacer al fin, después que tu prójimo te haya avergonzado". Pero Reagan, antes del vergonzante repliegue, pudo haber respondido con otra cita, ésta del Libro de Ezequiel (17.3): "Así ha dicho Jehová el Señor: una grail águila, de grandes; alas y largos miembros, llena. de plumas de diversos colores, vino al Líbano y tomó el cogollo del cedro". Como habrá captado rápidamente el lector, lo más grave no es el cogollo del cedro, sino el águila imperial, la misma sobre la que Rubén Darío escribió: "Por algo estás presente en los suteños del Apocalipsis".
Es sabido que en las Santas Escrituras se mencionan varios medios de infligir la pena de muerte: la decapitación (2 Reyes, 10.7-8), el despeño (2 Crisónicas, 25.12), el descuartizamiento (Daniel, 2.5 y 3.29), el aserrado (Hebreos, 11. 37), el ahogamiento (Mateo, 18.6), la crucifixión (Juan, 19.18), la ahorcadura (Génesis, 40.19), la lapidación (Exodo, 8.26, y Hebreos, 11.37) y la quema en la hoguera (Jeremías, 29.22, y Daniel, 3.21-23). Nómina esta que tardíamente viene a explicar las inclinaciones religiosas del general Camps, ex jefe de Policía de Buenos Aires. Pero los tenaces adversarios de la pena capital en Estados Unidos sostendrán seguramente que en ese estimulante muestrario no figuran la silla eléctrica ni la muerte inyectable (variantes más usadas en la gran democracia del Norte) y que, por tanto, tales formas de punición no poseen el aval bíblico. Y por si este veto no bastara, podrán recordar asimismo que en el Libro de proverbios (24.11) el texto sagrado se desgañita ante Reagan: "¡Libra a los que son llevados a la muerte!".
Los economistas del Tercer Mundo, por su parte, frente a las descomunales deudas externas de casi todos los países de América Latina, interpretarán que la gran verdad bíblica a cumplirse en 1984 consta asimismo en el Libro de proverbios (22.7): "El rico se enseñorea de los pobres y el que toma prestado es siervo del que presta", y aun con la convicción de que estarán predicando en el desierto, quizá hagan suya la prevención del profeta Habacuc (2.7): "¿No se levantarán de repente tus deudores y se despertarán los que te harán temblar, y serás despojo para ellos?". Y no olvidemos el complemento de Isaías (10.1-2): "¡Ay de los que dictan leyes injustas y prescriben tiranías para apartar del juicio a los pobres!". Y acaso, contagiados del impulso profético, agreguemos nosotros: "¡Ay de los acreedores inclementes!".
No creo que al presidente se le ocurra que una de las grandes verdades a cumplirse en 1984 sea la de los Salmos (41.1): "Bienaventurado el que piensa en el pobre", ni que admita que el conflicto Norte-Sur quepa en las palabras de Cristo recogidas en Lucas (6.25): "¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados, porque tendréis hambre!". No obstante, debería acoger seriamente la duda existencial que le brinda en bandeja el mismo Lucas (6.32): "Porque si amáis a los que os aman, ¿qué méritos tenéis?". O sea, dicho en palabras de hoy: "Si amáis a Pinochet, a Mejía Víctores y a la Junta salvadoreña, ¿qué méritos tenéis?". En verdad os digo que el presidente tiene un amplio campo para derramar su amor en los vastos sectores de América Latina que le tienen ojeriza. Eso sí, habrá que lograr que el vicepresidente Bush, que conoce el paño, le aclare que cuando el Libro de salmos (139.3) deja esta constancia: "Has escudriñado mi andar y mi reposo", no se refiere a la CIA, sino a Jehová. (Admito que, para no salirme de los márgenes religiosos del presidente, todas las citas bíblicas de este artículo provienen de la edición anotada de Scofield, en la versión de Casiodoro de Reina, revisada por Cipriano de Valera en 1602 y en 1960 por la Sociedad Bíblica Americana y la Sociedad Bíblica Británica, de manera que no hay cabida para la menor sospecha de infiltración católica, apostólica y romana.)
Despojaos del viejo
Sobre América Central y el Caribe, la referencia está clara, y figura en los Proverbios (22.10): "Echa fuera al escarnecedor y saldrá la contienda y cesará el peligro y la afrenta", pero aun así Pasa a la página 12 Viene de la página 11 de escarnecido, el presidente escarnecedor tal vez reconozca en la segunda Epístola a los corintos (4.8) una voz que podría ser la de su detestada Nicaragua: "Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados". ¿Y el intrépido abuso contra Granada? Suena implacable el segundo Libro de crónicas (16.9): "Locamente has hecho en esto, porque de aquí en adelante habrá más guerra contra ti". Y la conminación del Libro de los hechos (8.22): "Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad". Es claro que el presidente empezará a explicar que la invasión a ese país (27.000 veces más pequeño que Estados Unidos) se llevó a cabo para liberar a unos cuantos estudiantes norteamericanos, para apoderarse de las inquietantes 2.500 carabinas de segunda mano que poseía el Ejército granadino y, por supuesto, para garantizar la "libre determinación de los pueblos". Pero la impávida Escritura dirá, a través de Job (16.3): "¿Tendrán fin las palabras vacías?".
Verdaderamente, la Biblia todo lo abarca, hasta el despliegue de misiles en Europa. Desde el siglo VI antes de Cristo, el profeta Ezequiel (7.25) nos pone en guardia: "Destrucción viene y buscarán la paz y no la habrá", y desde más lejos aún, el Éxodo (22.6) dictamina: "El que encendió el fuego pag ará lo quemado". En pleno siglo XX, los movimientos pacifistas, ecologistas, etcétera, están contagiando al resto de Europa su alergia antinuclear. Obligados a elegir, posiblemente llegarán a la consigna: "Cantar de los cantares, sí; Apocalipsis, no". Sus actos públicos congregan verdaderas multitudes, ante lo cual es probable que el presidente haya por fin aprendido uno de los viejos salmos (3. 1): "¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios!".
Con sus 73 años recién cumplídos, no sería difícil que Reagan usara en su campaña esta cita de Job (12.12): "En los ancianos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia". Hay, sin embargo, un fragmentito de la Epístola de san Pablo a los efesios (4.22) que le brindo, sin cargo alguno, a Walter Mondale: "Despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos".
Y bien, a esta altura, y tras el rápido buceo en ese formidable, ameno, enriquecedor best-seller que va del Génesis al Apocalipsis, uno piensa si Reagan no habrá padecido una de sus frecuentes lagunas y/u océanos.
Si en una comentada ocasión mezcló Brasil con Bolivia, y creo que Bolivia con Colombia, ¿no habrá confundido esta vez la Biblia con las Selecciones del Reader's Digest? No debemos olvidar que el presidente ha confesado repetidas veces que esta publicación era la fuente inspiradora de sus sesudas piezas oratorias.
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