Accidentada sucesión
La muerte de Andropov a nadie habrá cogido desprevenido. Bastó el anuncio oficial de un resfriado -en el mes de agosto- y su física desaparición del escenario de las grandes solemnidades tradicionales para intuir que una grave dolencia podía aquejar al principal dirigente del Kremlin, que, con anterioridad, ya había dado evidentes signos enfermizos.Al no producirse la espectacular reaparición que, de forma intermitente y a título de rumores, filtraban oficiosas fuentes soviéticas, lo lógico era aguardar la hora del relevo. El silencioso código, muy propio de los métodos rusos de desinformación, ha sido religiosamente observado. Es un género de película -muda- bien conocido. Pero, aun así, no deja de chocar en Occidente que la ocultación de la verdad pueda llegar a esos extremos. ( ... )
Las especulaciones, lógicamente, se han disparado en torno al posible sucesor de Andropov. No existiendo ningún proceso de tipo legal y desconociéndose en profundidad y hasta superficialmente lo que en realidad sucede entre los muros del centro del poder moscovita, resulta dificilísimo, como siempre, predecir lo que pueda suceder en lo inmediato, y más aún en un plazo menos breve.
Parece lógico que siga pesando la influencia de los dos veteranos pilares de la política estratégica soviética. Y, en tal caso, pronto sabremos si tanto Ustinov como Gromiko, ambos septuagenarios, se consideran ya demasiado viejos para aparecer en primer término y dan la alternativa a alguien perteneciente a la generación siguiente. Andropov -sin duda-, con el visto bueno de sus dos poderosos compañeros, tenía colocados ya a algunos de sus hombres. Entre ellos destaca el que le sucedió en la dirección del KGB, Fodorchok, actual ministro del Interior, que ostenta también el grado de general. Al mismo clan pertenecen el actual jefe del KGB, Cherbikov, de 60 años, y Aliev, de origen musulmán, que consiguió pacificar Aserbaiyán. Pero suenan más el que fue secretario del partido en Leningrado, Romanov -curiosa coincidencia de apellido con la dinastía zarista-, o su rival moscovita, Grichin. No faltan otros candidatos entre la nomenclatura no pertenecientes a la hasta ahora todopoderosa gerontocracia.
Lo esencial para el régimen es que prevalezca la tónica continuista a la que aspiran Ustinov y Gromiko y que dio sus frutos durante los 18 años de la época brezneviana de expansionismo soviético, en un tiempo en que por la Casa Blanca desfilaron cinco presidentes; cuatro premiers por Downing Street y otros cuatro presidentes por el Elíseo. Lo que no gusta en el Kremlin son presencias tan efímeras como la de su último inquilino.
, 11 de febrero
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