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Las tres centrales italianas renuncian a la unidad sindical

Juan Arias

Las últimas horas han agravado aún más, si cabe, el drama que está viviendo el sindicalismo italiano. Después de otra jornada entera de debate de las secretarías de los tres gremios, CGIL, CISL y UIL, a las 7.30 de la tarde del martes pasado los tres secretarios generales anunciaron que el acuerdo era imposible. Y ayer en Milán, por primera vez después de 12 años de unidad sindical, los trabajadores salieron a la calle durante una huelga general sin las banderas unitarias y en polémica entre las diversas centrales. La huelga había sido convocada por el sindicato CGIL, de mayoría comunista. Se adhirió a ella, aunque sin demasiadas ganas, la CISL, democristiana, y se opuso rotundamente la UIL, el sindicato socialista.Igualmente, por primera vez en 12 años, las consultas en las fábricas para debatir el posible acuerdo de un nuevo pacto social serán hechas por cada una de las tres centrales CGIL, CISL y UIL.

Y ahora, por primera vez, a grandes títulos, toda la Prensa habla por primera vez sin medias palabras de la "ruptura" de los sindicatos italianos. Los tres secretarios generales, Lama, Carniti y Benvenuto, están haciendo aún esfuerzos sobrehumanos para mantener encendida la última mecha después del incendio que les ha estallado entre las manos, pero ni ellos mismos albergan demasiadas esperanzas de que pueda seguir en pie una federación unitaria.

El Gobierno italiano estaba los días pasados ya a punto de firmar con sindicalistas y empresarios un nuevo pacto antiinflacionista, que supone una reestructuración de los problemas del coste del trabajo, del bloqueo de precios y de la ocupación. Incluso el sindicato Unión Italiana de Trabajadores (UIL), de mayoría socialista y minoría republicana, socialdemócrata y liberal, había invitado a un grupo de periodistas extranjeros para brindar ante el acontecimiento.

Para el Gobierno de Bettino Craxi, el primero con presidencia socialista de la República, significaba un buen tanto a favor precisamente en el momento en que los primeros nubarrones empezaban a cernirse sobre su Gabinete a los sólo siete meses de vida.

Pero, de repente, todo se paralizó por los problemas políticos internos que está viviendo el sindicalismo italiano. Precisamente cuando estaban en pleno debate las negociaciones entre Gobierno y sindicatos llegaron, como una bomba, las declaraciones hechas por el secretario general de UIL, Giorgio Benvenuto, a EL PAÍS, en, las que afirmaba que la unidad sindical a nivel de confederación se podía considerar "muerta".

Los comunistas, que han decidido hacer una oposición dura e intransigente al Gobierno de Craxi, han presionado sobre el componente comunista de CGIL para que no dé al Gobierno Craxi el regalo de un pacto social.

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