La caza
San Sebastián, 11 de noviembre de 1983. Suena el teléfono.-¿Sí?
-Todos los maricones teníais que estar colgados.
-¿Cómo? ¿Quién es?
-Soy el chulo que te va a hostiar.
Me cuentan que ha comenzado la caza. Acoso y derribo de maricas, amedrentamiento de lesbianas, batida general de homosexuales al redoble triunfal de los muy machos. Me cuentan que ha comenzado la caza, mayormente en el país del norte, en Guipúzcoa. Desde el pasado mes de octubre, mujeres y hombres donostiarras están siendo perseguidos, amenazados y apaleados por no ser tan femeninos o viriles como la ortodoxia ordena: por reivindicar la patria chica de su sexo, su libertad de amar. Les siguen en coche, amagan atropellos, les insultan por carta o por teléfono, les propinan brutales palizas en horas oscuras y vacías, a la vuelta de una noche, de una esquina.
"Ayer te vi y estabas guapísima, y pensé: qué pena de mujer, vas a ser la primera en caer; cuando menos lo esperes, zas, INRI", dice una de las muchas cartas amenazantes, la letra temblorosa, el tono lerdo, una cruz gamada como firma: espléndido modelo de la Triple-A epistolar, a saber, anónima, animal y analfabeta. Los agresores son lo que se llama un grupo incontrolado, que, como todo el mundo sabe, es aquel que suele poseer un sorprendente y extraño control sobre sus víctimas: conocen los domicilios y teléfonos particulares, los horarios, los lugares de trabajo, las costumbres de las lesbianas y los gays. Los cuales, dicho sea de paso, muestran un voluntarismo sin igual, una esperanza y entusiasmo irreductibles al seguir autodenominándose gays (alegres) tal como marcha el mundo en estas cosas.
Con ese mismo voluntarismo, los más valientes de entre las víctimas han denunciado las agresiones ante un juez. Las denuncias hablan además de un aumento del acoso policial en estos meses. De detenciones, registros callejeros, interrogatorios sobre "tus amigos mariconas y maricones"- Hablan, en suma, de una España negra y opresiva. Quemamos vivos a gitanos, atormentamos a maricas. Torquemada resurge, engordamos la pira.
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