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Londres y Pekín entran en la recta final para resolver el futuro de Hong Kong

Soledad Gallego-Díaz

Las negociaciones entre el Reino Unido y China para la devolución de Hong Kong han entrado en su recta final. Oficialmente, las conversaciones prosiguen de forma "constructiva y útil", como reza el último comunicado, pero extraoficialmente se sabe que Gran Bretaña ha aceptado ya ceder la soberanía sobre todo el territorio de la colonia y no sólo sobre parte de él, como pretendía inicialmente. Todo parece indicar que, superado este escollo, el principal, las conversaciones podrán finalizar el próximo verano.

En principio, el acuerdo supondrá que China recuperará el 30 de junio de 1997 la colonia y que le concederá automáticamente una autonomía especial que garantice la supervivencia y estabilidad de su actual sistema económico, ultracapitalista.Las conversaciones chino-británicas tienen especial importancia para España, según afirmó el pasado fin de semana el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, porque suponen un precedente respecto a Gibraltar. En Londres, sin embargo, se considera que no existe ningún parentesco entre ambas situaciones.

Sobre el papel, el caso de Hong Kong tiene elementos comunes con el de Gibraltar. Una parte del territorio de la colonia en China fue cedida por sólo 99 años, pero otra lo fue a perpetuidad por un tratado tan válido internacionalmente como el de Utrecht. Londres asegura que las condiciones son distintas, debido fundamentalmente a la composición de la población. El 90% de los habitantes de Hong Kong son chinos, mientras que en Gibraltar el 100% son británicos.

Hong Kong fue el resultado de una de las páginas menos gloriosas de la historia del imperio británico, según reconocen los propios ingleses. En 1839 Gran Bretaña envió una fuerza expedicionaria a Cantón para proteger a los traficantes de droga ingleses. El resultado de esta guerra fue para China la pérdida a perpetuidad de la isla de Hong Kong y de la zona de Kowloon y un contrato de cesión gratuita hasta 1997 de los llamados Nuevos Territorios.

La actual importancia de Hong Kong, que se convirtió después de la Segunda Guerra Mundial en el tercer centro financiero del mundo, exigía que ambos países iniciaran negociaciones mucho antes de la fecha de caducidad de dicho contrato de cesión. Así lo entendió la primera ministra Margaret Thatcher, que viajó a Pekín en septiembre de 1982 para entrevistarse con el hombre fuerte chino Deng Xiaoping.

Confianza británica

Thatcher llegó a la capital china en el apogeo de su fuerza -acababa de ganar la guerra de las Malvinas- y con una estrategia negociadora bien definida. En principio, Londres mantenía que estaba sólo obligada a devolver los Nuevos Territorios. Se trataba, indudablemente, de una finta diplomática, porque todos los expertos coinciden en que la isla de Hong Kong y Kowloon son insostenibles por sí solos como colonia. En los Nuevos Territorios se encuentran los depósitos de agua potable, el aeropuerto, el puerto, las centrales eléctricas, gran parte de la industria y la mitad de la población.El objetivo de esta posición de fuerza no era tanto asegurar la supervivencia de una colonia británica disminuida como forzar a Pekín a aceptar una solución global intermedia: Gran Bretaña podía terminar cediendo toda la soberanía si Pekín aceptaba que Londres continuara, participando de forma oficial durante muchos años en la administración de Hong Kong.

El viaje de Thatcher fue, sin embargo, un fracaso diplomático. La primera ministra tropezó con un contrario correoso. China no aceptó siquiera discutir la validez o no de los tratados de cesión permanente. Los chinos dieron por supuesto, desde el primer momento, que recuperarían la soberanía sobre toda la colonia en 1997.

Pasaron nueve meses, hasta junio de 1983, antes de que una paciente y complicada labor diplomática y una carta confidencial de Margaret Thatcher al primer ministro chino, Zhao Ziyang, lograran limar asperezas y sentar a las dos delegaciones en una mesa de negociación. Ambas partes se comprometieron a guardar secreto, pero pronto trascendió la absoluta falta de acuerdo entre los dos países. La tensión llegó a su cenit el verano pasado: en dos comunicados oficiales desapareció la mención a "conversaciones constructivas y útiles". El dólar de Hong Kong experimentó un descenso espectacular y Pekín, que no desea el colapso económico de un enclave del que obtiene un tercio de sus divisas extranjeras, llamó seriamente la atención a Londres. La primera ministra se vio obligada a reaccionar y ligó la moneda de la colonia al dólar norteamericano, para gran satisfacción de los bancos chinos instalados en Hong Kong.

La renacida confianza duró poco. Un diario japonés lanzó un globo sonda: China no estaba dispuesta a seguir negociando más allá de septiembre de este año, fecha que se había fijado inicialmente como tope. La reacción de Pekín sorprendió a los británicos. En un tono contundente, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores anunció que si no existía acuerdo con el Reino Unido antes de dicha fecha, China haría públicos, de forma unilateral, sus propios planes.

Los británicos recibieron el baño de agua fría sin rechistar. Poco después, hace nueve días, el Sunday Times publicó en primera página una información según la cual la primera ministra había aceptado la devolución íntegra de la colonia, sin vincularlo a su presencia efectiva en la posterior administración de Hong Kong. El Foreign Office no desmintió ni confirmó la noticia, lo que parece indicar que el paso ha sido dado y que las negociaciones se encuentran ya en la recta final.

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