El recuerdo de Jorge Rigaud
Puesto que mí desamparado y ausente compañero Jorge Rigaud, que a estas horas deberá estar, sin duda, en otro mundo más coherente y afectivo que éste de aquí, no puede agradecer el conmovedor testimonio de injusta marginación que a través de su relato expone Javier Valenzuela, redactor de su periódico, describiendo con estremecedora minuciosidad los muy tristes avatares en que se vieron inmersos los últimos suspiros de ese actor memorable, sobre todo por su risueña impostura de un san Valentín simpático y humano, me permito daros las gracias por mi cuenta y la de tantos compañeros que, como yo, aprobarán el reconocimiento, atención y respeto que ha merecido el recuerdo de Jorge Rigaud y lo vituperable de unos hechos que remataron su angustioso final.Resulta realmente descorazonadór comprobar lo propensos que somos a la indolencia, el desdén, la insolidaridad con los que sólo procuraron agrandarnos el alma, dispersar lo oscuro de la cotidianidad, descargarnos en parte nuestro desánimo con la sana alegría y disposición de actitud y propósito a través del medio del espectáculo o de la literatura.
Es lastimoso que, generalmente, por toda compensación a una labor en la que se empeña una vida de apasionado amor, entrega y dedicación, sólo se obtenga indiferencia u olvido por parte de una sociedad rémora a instituir con digna probidad los recursos imprescindibles para aligerar el peso final de la decrepitud.
De nuevo mil gracias a usted y a Javier Valenzuela por el conmovedor exponente. / actor.
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