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180.000 mujeres españolas emigraron a países de Europa en un periodo de 18 años

Andrés Ortega

Entre 1962 y 1980, 180.000 mujeres emigraron de España para trabajar en el extranjero, lo cual representa un 16% del conjunto de los trabajadores migrantes españoles. Estas cifras, contenidas en el informe sobre la condición de la mujer preparado por el Parlamento Europeo (véase EL PAIS del pasado jueves), no toman en cuenta a las mujeres que acompañaron a los trabajadores emigrantes. Según el informe, la mayoría de estas mujeres españolas emigraron en 1963 y 1964, en una importante proporción por razones políticas, y por tanto disponían de un buen nivel de instrucción.

Estas emigrantes se instalaron en la República Federal de Alemania (un 45%), Suiza (30%), Francia (20%) y en el resto de la CEE (5%). Desde 1974, la emigración femenina española se ha concentrado en Suiza y Francia. El informe añade que de las 900 o 1.000 mujeres españolas que emigraron en 1980, un 73% de ellas tenían entre 15 y 29 años de edad, un 54,7% carecían de profesión, y un 46% eran solteras.El informe del Parlamento Europeo, que llevó a la aprobación de una amplia resolución que constituye, de hecho, la base para una Carta de la Condición de la Mujer en la Comunidad Económica Europea, dedica un capítulo a la cuestión de la migración femenina. En la CEE hay seis millones de trabajadores migrantes, cifra que dobla si se les suma las familias.

Es curioso constatar que en los últimos años la feminización de la población migrante ha sido constante. Así, en Francia la población femenina immigrante pasó de representar un 38,8% en 1962 a un 40,1% en 1975 del total de la inmigración, cuando en todos los países de la CEE el número de mujeres inmigrantes es inferior al de hombres.

Con la inmigración se produce asimismo un rejuvenecimiento de la estructura de la población. El informe cita el ejemplo de Bélgica, donde un 42,1 % de los inmigrantes son menores de 19 años de edad, cuando la proporción para esta categoría en la población nacional es de 28,7%. Al revés, un 5,4% de los inmigrantes son mayores de 65 años frente a un 11,6% de los belgas.

No a la discriminación

La resolución abogaba por el fin de la discriminación en razón del sexo. El número de mujeres inmigrantes en la CEE que trabajan varía de país a país. Si en 1976 en Francia sólo un 18,8% de las mujeres inmigrantes trabajaba, en la República Federal de Alemania esta proporción alcanzaba un 70% y un 46,5% en el conjunto de la CEE, porcentaje más elevado que el que se aplica al conjunto de los habitantes de la CEE. Pero, en su gran mayoría, estas mujeres no habían tenido antes ningún trabajo remunerado. En cuestión de trabajo no hay igualdad. Así, en Bélgica, un 67% de las inmigrantes que trabajaban lo hacían como asistentas de limpieza.

Los salarios también varían. En 1978, según una declaración oficial belga, si en Bélgica un obrero belga ganaba 100, un italiano ganaba 88, un turco 83 y un marroquí 81. La mujer belga ganaba 79, la italiana 65, la marroquí 59 y la turca 56. La resolución del Parlamento Europeo condena toda forma de discriminaciones, racismo y xenofobia. Esta última, según el informe, es, en esta crisis económica, más marcada hacia los hombres que hacia las mujeres.

El informe y la resolución se preocupan por la suerte de las jóvenes inmigrantes, y de las mayores, especialmente cuando el permiso de residencia va ligado al permiso de trabajo del marido, y cuando se plantean problemas de reunificación familiar. Respecto a la salud de estas mujeres, el informe indica que se ve agravada por su situación social y de vivienda. "Existe una verdadera patología de la mujer emigrada", señala. El aislamiento social y cultural de la mujer migrante, indica el Parlamento, limita gravemente cualquier programa de mejora de sus condiciones de vida y de trabajo, y la deja al margen de corrientes sociales y productivas así como de movimientos de emancipación y de liberación.

El Parlamento propugna toda una serie de acciones, como una formación lingüística y cultural a la mujer migrante por parte del país que la recibe y del país de origen, incluidos cursos de alfabetización en la lengua local. El Parlamento pide un Estatuto del Trabajador Migrante en la CEE, que, entre otros puntos acuerde el derecho al voto activo y pasivo en las elecciones locales y europeas a los inmigrantes.

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