La estructura de la defensa
Con frecuencia pueden leerse en los medios de comunicación escrita noticias o hipótesis, más o menos fundamentadas, sobre la reforma militar. Suelen estar inspiradas en un loable deseo de informar a la opinión pública, aunque casi todas fracasen por la contumaz práctica de limitar sus planteamientos al estudio de presupuestos de tipo defensivos y por referirse exclusivamente al Ejército, en expresión que, como dice Fernando de Bordejé en su Diccionario militar, estratégico y político, "puede tomarse como sinónimo de Fuerzas Armadas, aunque en ciertos casos se confunda con el término Ejército de Tierra, especialmente en aquellos países de mentalidad continental, como en el caso de España". Parece, o eso se desprende de lo que se lee, como si, con la reestructuración de las capitanías generales, la aplicación del plan META o la adquisición de algún material aislado fuese a estar la reforma hecha.Sin embargo, jamás se formula una filosofía global del cambio ni se hace referencia concreta a lo otros componentes de las Fuerzas Armadas.
Conviene, entonces, hacer un rápido y somero análisis de factores que influyen en la estructura de la defensa para ver que los proyectos polarizados en aquellos planteamientos ignoran -o tocan muy de pasada- a la Armada y a la Aviación, y que, por lo tanto, no tienen la posibilidad. de enfocar bien el tema.
Al error de referirse sólo a uno de los componentes de las Fuerzas Armadas -y quede esto dicho con todo el cariño y el respeto que, por muy diversas razones, el autor siente por el glorioso Ejército de Tierra español- se le añade a me nudo otro que tiende a presentar la voz defensa como paradigma de la reforma. Y esto es lo peor, porque resulta que los planes de defensa de una nación no pueden responder exclusivamente a cuestiones defensivas.
Reforma o 'reajuste'
Actualmente, la defensa nacional tiene sus fundamentos en la disuasión, idea tan antigua y moderna a la vez desde que el tratadista chino Sun-Tsu la formulase por vez primera al definir como objetivo supremo del arte militar "la posibilidad de quebrantar sin combatir la capacidad de resistencia del enemigo", y de la que aquí nos interesa su perspectiva más actual, puesto que por ella deberá pasar, necesariamente, la filosofía de la reforma militar, aunque el presidente del Gobierno, en cierta entrevista, tratase de contraponer los términos "disuasión" y "persuasión", aduciendo que el primero fuese sinónimo de "capacidad de amenazar", y el segundo de "capacidad de dialogar o convencer"; pero no es así: disuadir es más obligar al enemigo a renunciar a su ataque que amenazarle de modo alguno.
Y si no se hace así, puede asegurarse, desde ahora, que no habrá reforma..., sino un nuevo reajuste sobre lo que ya había, como desde siempre ha sido tradicional en España en lo que a milicia se refiere.
Enunciemos algunas consideraciones fundamentales que afectan al tema y veamos sus implicaciones.
España es una nación marítima. Punto uno.
España debe fijar su política exterior y las fuerzas precisas para respaldarla. Punto dos.
España debe determinar las posibles amenazas a los intereses nacionales en sus diferentes ámbitos, la forma de conjurarlas y las Fuerzas Armadas que necesita para ello. Punto tres.
La primera consideración implica una Armada capaz de proteger el tráfico marítimo, la plataforma continental y la zona económica exclusiva. La segunda implica fuerzas permanentemente disponibles, de potencia flexible y con movilidad estratégica, entre las que puede destacarse a la Armada por su capacidad para proyectar el poder naval sobre la costa mediante su arma aérea y su fuerza anfibia.
La tercera implica una Armada que permita aumentar la profundidad del dispositivo de defensa que los otros ejércitos fundamentan, y posibilite la exportación de la amenaza a territorio enemigo, como también, análogamente, podría hacerlo una fuerza aerotransportada dependiendo del ritmo impuesto a las acciones bélicas por la situación político-militar.
Como primera conclusión se deduce la necesidad de una Armada moderna y potente, con capacidad de protección (fragatas, corbetas, patrulleros...), y de disuasión (presencia naval y proyección del poder naval sobre la costa).
Como segunda, un Ejército del Aire capaz de conseguir y mantener la supremacía y superioridad aérea, de proporcionar apoyo aéreo a los otros ejércitos y de llevar a cabo acciones estratégicas no sólo de fuego, reconocimiento o transporte, sino incluso disponiendo de un proporcionado y operativo cuerpo de tropas de aviación para misiones de objetivo limitado.
Como tercera, un Ejército de Tierra moderno, potente y flexible, basado en el solar patrio en función de las posibles previstas amenazas.
Y como cuarta, pero importantísima consecuencia, un servicio de inteligencia y contrainteligencia fuerte, eficaz, institucionalizado y coordinado con los servicios similares de otros departamentos, como única forma de respuesta ante la agresión indirecta enemiga.
Sobre estas o parecidas líneas maestras podrán entonces edificarse la política de administración de los recursos básicos (personal, material, financiero e información), el esquema de los órganos de apoyo a la fuerza y el sistema de órganos asesores de mando, e incluso determinarse las características de quien haya de personalizarlo; todo ello como lógico efecto de cuantas consideraciones y conclusiones se han expuesto en los párrafos anteriores.
También podría empezarse -y ésta parece ser la idea del Gobierno- por nombrar primero un mando a quien encomendarle la tarea de llevar a cabo una reforma global y la reestructuración de las Fuerzas Armadas, e impartir directrices adecuadas para la coordinación del conjunto de las energías nacionales integrables en la defensa. Aunque, probablemente, siguiendo este procedimiento se llegue a puntos de vista no muy distantes de los aquí enunciados.
Tratar este tema en estos o semejantes términos será hablar de reforma militar con cierta propiedad; otros tratamientos resultarán incompletos y desatinados, y ni conseguirán ilustrar a la opinión pública ni harán servicio alguno a España.
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