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Tribuna:Miró
Tribuna
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Un ejemplo imperecedero

Si meditamos un momento sobre el conjunto de la obra de Joan Miró, sobre su trayectoria artística a lo largo de tantos años de incansable actividad, una de las primeras cosas que nos fiaman la atención es su fidelidad. Fidelidad a un oficio, a una tierra, a un concepto. Su obra, que inicialmente recibe ciertas influencias (impresionismo, expresionismo, cubismo, futurismo), pronto se va configurando como un lenguaje rigurosarnente personal, uno de los más personales del arte moderno.Naturalmente, para conseguir elaborar este lenguaje, Miró deberá entregarse apasionadamente a su arte. No hay duda de que oficio, arte y concepto son difícilmente separables. Miró, que desde el principio muestra un notable sentido del color, irá avanzando en el oficio en función de un cierto concepto del arte relacionado con la tierra, con su tierra. Es a partir del paisaje de Mont-roig como descubrirá su propio mundo de formas. Miró inicia los inventarios de su tierra en Lhort de llase, Mont-roig, esglèsia ipoble, de 1918-1919, y en el famoso cuadro La masia (1921-1922). En este cuadro, utensilios, plantas, animales, insectos, hojas, pisadas, surcos, se nos aparecen individualizados, perfectamente definidos, integrados en el conjunto un poco a la manera de las antiguas láminas explicativas de fenómenos naturales.

Pacientemente, con la seriedad del payés que observa la transformación de la simiente en planta, irá progresivamente. transformando las figuras y elementos del paisaje que ha captado y analizado en signos: los signos característicos del universo mironiano. Esto se pone de manifiesto en los cuadros de los años 1923-1924: Terra llaurada, El caçador, Pagès català. En este momento, Miró ha encontrado ya su forma personal de expresión, y a partir de aquí, su fantasía y su ingenio tendrán rienda suelta para jugar con estos signos, crear otros nuevos, producir relaciones insólitas.

Su poética personal, profundamente instintiva, le acerca al superrealismo, el movimiento de vanguardia que en aquellos años tiene mayor fuerza, pero, como él mismo observa en una conversación con Gaetan Picón, en su obra hay ante todo una preocupación plástica: "Siempre me he preocupado muche, de la construcción plástica, y no sólo de las asociaciones poéticas. Esto es lo que me diferencia de los superrealistas". Es decir, Miró no se siente plenamente superrealista. Sin embargo, firmará el manifiesto de 1924.

El jardinero incansable

Miró dijo en cierta ocasión que trabajaba como un jardinero. En realidad, es el jardinero incansable. Carnés de notas -los célebres Carnets catalans-, dibujos, pinturas, grabados, litografías, esculturas, collages, tapices, su obra cubre todos los campos de la expresión plástica. Su estilo fuerte y vigoroso, sensible y poético, evoluciona a lo largo de los años, pero siempre dentro de unos parámetros que le son propios. Su obra, su mitología personal, no constituye únicamente un sublime juego poético, sino que en ocasiones adquiere dimensiones trá,gicas, como en el Bodegó del sabatot (Bodegón del zapato viejo), pintado durante la guerra de España, de un realismo ácido y duro, expresión -metáfora- de aquella trágica contienda. En otras ocasiones, como en el conocido cartel Aidez I'Espagne, su realismo sin concesiones se pone al servicio de la que considera causa justa.

En general, creo que su contundencia, claridad, ironía, gusto por el juego, alegría de las formal y los colores, están relacionados con una cierta sabiduría popular que se da en las tierras que constituyen el fermento de su trabajo. Los objetos que le sugestionan son los siurells de Mallorca, los botijos, las palmas, los juguetes hechos con palma trenzada, las figuritas de belén mallorquinas. Éstas son sus raíces, y para él son sagradas. Como dice, "la fuerza viene de la tierra"; de aquí la importancia y el volumen de los pies en muchas de sus figuras.

Quizá, como valor ético, en su pintura habría que destacar una permanente e implícita reivindicación de la libertad, del individuo y del grupo humano al que pertenece, expresada mediante el impulso creativo, la ruptura de esquemas, la fuerza subversiva de la espontaneidad.

Hojeando los Carnets catalans se aprenden muchas cosas sobre la manera de pensar y de trabajar de Miró. Esta fuerza de la espontaneidad es algo que está muy presente, pero únicamente en el momento de concebir la obra. Dice en uno de sus carnés .que las obras sean concebidas con alma de fuego, pero realizadas con frialdad clínica". En estas notas íntimas, escritas como recordatorio para sí mismo, se explica bastante bien su proceso de trabajo, mezcla de irracionalidad inconsciente y rigurosa disciplina. En ellas se hacen patentes las fidelidades enunciadas al principio. Fidelidad a la tierra: a la artesanía popular, al arte primitivo catalán, al arte primitivo en general; fidelidad al concepto: valoración incuestionable del sentido plástico; fidelidad al oficio, explicitado en frases como "trabajar muy lentamente, con la dignidad de oficio de un viejo obrero", o "la técnica tiene una importancia enorme y abre infinitas posibilidades -pensar en Klee y en Leonardo da Vinci"-. Estos carnés nos dan la imagen de un artista profundamente entregado a su arte. De un artista que pasa horas meditando y contemplando su obra. Hay una frase que podría ser su lema: "Que mi obra sea como un poema puesto en música por un pintor".

Creo que en el conjunto de su obra, de su obra como expresión de su completa personalidad, las nuevas generaciones de artistas podrán encontrar una triple lección que les puede ayudar en su propio trabajo, es decir, en el descubrimiento de sí mismos: una lección de constancia, de trabajo incansablemente llevado a cabo a lo largo de los años, independientemente de circunstancias favorables o desfavorables; una lección de modestia, de paciencia, de humildad frente al misterio de la creación, y finalmente, una lección de verdad, de la verdad que cada uno lleva dentro y que ha de hacer aflorar mediante la reflexión, el estudio de sí mismo y del mundo que le rodea.

Y es esto lo que encontramos detrás de la riqueza cromática y formal del arte de Miró, y lo que hace de él un ejemplo imperecedero.

Albert Ràfols Casamada es pintor.

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