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Reportaje:

Macià, uno de los últimos políticos románticos

El día de Navidad, hace 50 años, moría el primer presidente de la Generalitat reinstaurada con la Segunda República

Francesc Macià, presidente de la Generalitat restaurada con la Il República, murió el día de Navidad, hace 50 años. El ex coronel empezó su carrera política como diputado regionalista y siguió como conspirador en la Europa de entreguerras. El compló de Prats de Molló, destinado a conquistar militarmente Cataluña y proclamar la República Catalana, y la proclamación de la misma el 14 de abril de 1931, dieron al anciano político una imagen pública excepcional. Su posibilismo posterior y su muerte terminaron de elevarlo a las alturas del mito dentro de la historia de Cataluña.

Poco se sabe acerca de los origenes de Francesc Macià. Su padre fue un comerciante de aceites de Les Borges Blanques (Lérida), más o menos pobre, que encaminó a su hijo hacia la carrera militar, una de las más seguras, económicamente hablando, en la España del siglo XIX para las familias sin demasiados recursos económicos. Parece ser que su carrera no fue excesivamente brillante y, con todo, logró terminarla con el grado de teniente coronel. No consiguió que le enviaran a Cuba, cuando ése era su deseo al salir de la academia, después del desastre colonial de 1898 que consideraba como "una vergüenza para España'. Progresivamente, llegó a ocupar cargos con mayor responsabilidad militar en la península hasta que se le destinó a Lérida, como comandante de ingenieros militares para dirigir los trabajos topográficos en la construcción del ferrocarril de la Noguera Pallaresa.Una vez en Lérida, Francesc Macià se casa con una pubilla (hija heredera) de uno de los propietarios rurales más importantes de la zona, Agapito Lamarca. Este constituye su primer contacto con la gran burguesía catalana. Decide instalar allí su residencia, de modo que es allí también, tal como lo indica el historiador Enric Ucelay da Cal, donde inicia sus primeros escarceos políticos: en un ambiente caciquil de finales de siglo Macià aprendió a hacer política. Durante estos años alterna, sin demasiados problemas, su profesión como militar con la administración de la finca rural familiar de más de 3.000 hectáreas. En el año 1905, con motivo del asalto por parte de un grupo de militares a las redacciones de la revista Cu-Cut! y del rotativo La Veu de Catalunya, Macià demostró su desacuerdo con el cuerpo militar negándose a firmar una carta de solidaridad con los asaltantes. Eso supuso su diplomático traslado fuera de Cataluña, con el respectivo ascenso -para paliar el castigo- a coronel, ascenso que se negó a aceptar abandonando, definitivamente, su condición de militar.

De regionalista a radical

Como civil, se presenta en las listas electorales de la Lliga Catalana y de Solidaridad por Les Borges Blanques y Barcelona respectivamente. Ante el triunfo de ambas candidaturas, Macià representa al primer distrito.

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De esta etapa leridana de la vida de Macià se ha perdido un gran número de documentos, sobre todo correspondencia, que se trasladaron desde su finca de ValImanya para evitar que se destruyeran durante la guerra. Hoy no parece posible encontrarlos y, por lo tanto, lo que se sabe de momento es básicamente a partir de información oral. Sin embargo, sí es posible reconocer su actitud básicamente regionalista, muy distinta a la que demostró años más tarde, durante la dictadura de Primo de Rivera, cuando se desplazó a Moscú para pedir ayuda económica a la Internacional Comunista con el objeto de montar un movimiento de independencia catalana, o cuando organizó el abortado compló de Prats de Molló.

Fue a partir del fracaso de Solidaridad Catalana cuando Macià intenta la creación de una nueva fuerza política. De diputado localista de Les Borges Blanques en Madrid, se convierte en cabecilla radical del catalanismo independentista. De proyectar vías rápidas que facilitaran el transporte de los aceites de Las Garrigas al Mediterráneo, pasa a abandonar espectacularmente el Parlamento al pronunciar un duro discurso sobre la inutilidad de las Cortes. Deja la vida de político y, gracias a la intervención del abogado y escritor Amadeu Hurtado, marcha como corresponsal de guerra de La Publicidad. En sus artículos publicados desde París empieza a leerse su perfil de hombre público.

Es también durante la primera guerra mundial cuando se confirma en Cataluña el nacionalismo radical político. La influencia de los grandes personajes europeos, la revolución rusa, rezuman una serie de evidencias como, por ejemplo, el que la democracia no es posible si no hay socialización. Desde Lenin hasta Macià, hay toda una gama de carismas personales muy variables, pero aparece también un factor común que es fruto de la eclosión última del líder político romántico, el final de los hombres con contradicciones que consiguen mandar. De sus orígenes campesinos de Les Borges Blanques, al terrateniente que fue en Lérida, de la formación militar a la sabia y educadísima manera de comportarse con aquellos con los que incluso estaba en desacuerdo, Macià supo mimar siempre su propia figura.

Desde el establecimiento de una base clandestina en Andorra, simulando la explotación de una mina de cobre, hasta la organización del compló en Prats de Molló -hechos que por otra parte dieron mucha fama a Macià y a Cataluña, sobre todo por el juicio que se celebró en París al ser detenidos los presuntos rebeldes en el Pirineo francés-, la trayectoria de Maciá es una alambicada combinatoria de proyectos de rebeldía tratados con mucha educación.

El compló de Prats de Molló no tuvo demasiada repercusión aquí, pero en Francia y en los demás países de Europa la Prensa abría sus ediciones con el tema de los Catalanes juzgados en primera página. Todo desembocó en unas cuantas multas y otras sanciones. Pero fue el gran éxito de Macià: se convirtió en un hombre con imagen pública.

Maciá fue más un político del gesto que de la palabra. Un solo movimiento de sus brazos y su sonrisa provocaban la mayor de las confianzas. La anécdota que mejor confirma esta mitificación es la referente a la conservación de su corazón. Como si se tratara de un santo, su corazón fue conservado en un recipiente con formol y exiliado para evitar profanaciones. Circuló por medio mundo y fue escondido para que no cayera en manos de los nazis. Finalmente., después de esta muerte en vida novelesca, reposa en su tumba barcelonesa, a la que fue devuelto hace pocos años con toda discreción.

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