La comisión de finanzas del Senado informa sobre despilfarros en la radiotelevisión francesa
Lágrimas, ironías, escándalo, risotadas: de todo ha provocado el informe anual sobre los despilfarros de los canales de televisión y de la radio del monopolio del Estado. El vicepresidente de la comisión de Finanzas del Senado, Jean Cluzel, a lo largo de 150 páginas, detalla los delirantes gastos de representación de los unos, la vagancia intocable de los otros, las prerrogativas de los más cucos, etcétera. Todo ello está relatado en bruto, sin aclaraciones y, en consecuencia, queda expuesto a la inexactitud y a la injusticia a veces. De todas maneras, los franceses se han quedado boquiabiertos al saber que el presupuesto de su televisión para 1984 es de 10.000 millones de francos -más de 180.000 millones de pesetas- y será superior al del Ministerio de la Cultura.Desde hace ya varios años, el senador Cluzel se ha acreditado en esta país como el vino llamado beaujolais nuevo. Compite, de hecho, con ese caldillo, jovenzuelo y afrutado, porque, por las mismas fechas, como se anuncia irremediablemente, "el beaujolais nuevo ha llegado". También se vocea que "el Cluzel nuevo ya está aquí". Ese Cluzel no es más que el informe del vicepresidente de la comisión de Finanzas del Senado sobre las ctientas de la televisión y de la radio del Estado. Pero, como de los gastos escandalosos del monopolio del audiovisual cada cual ha oído hablar desde pequeño, ya nadie le hacía caso.
La novedad este año consiste en que el informe Cluzel ha llegado y a la Prensa escrita le ha dado por leerlo. Y había que ver, o escuchar, a uno de los más célebres realizadores de la televisión, Jean Christophe Averty, llorar, patalear y gritar en la emisora parisiense más escuchada de la mañana: "Es una calumnia, es una canallada, decir que yo he despilfarrado el dinero del Estado, yo que le he dado mi vida a la televisión".
El senador Cluzel, de hecho, se ha limitado a anotar en bruto los gastos de cada emisión, o lo que le supone a los franceses mantener una corresponsalía de televisión en Roma o en Londres. Una hora semanal de una de las emisiones de variedades de mayor éxito en este país cuesta 10 millones de pesetas. Y una hora de otra emisión, Apóstrofes, de las tres o cuatro que triunfan durante los fines de semana, sólo cuesta 600.000 pesetas.
El informe acentúa la denuncia de la publicidad clandestina. Entre dos de los tres canales de la televisión francesa le regalaron en forma de comentarios o de imágenes 2 horas y 47 minutos de publicidad gratuita al filme Edith y Marcel, que relataba los amores de la célebre cantante Edith Piaf y el campeón de boxeo Marcel Cerdan. Los gastos de los equipos que viajan y los empleados movilizados para un trabajo determinado resultan inquietantes cuando son comparados con los desplazamientos que, en el caso de la radio, realiza una emisora privada. Se denuncia una falta de rigor en la gestión de las diversas áreas de empleados "que desafía la imaginación". El corporativismo, las redacciones superpobladas, acumulaciones de salarios y de primas, etcétera. Todo ello es objeto de revelaciones escalofriantes.
La descentralización se fuImina igualmente. La radio estatal ha creado 90 emisoras regionales (1.000 millones de francos de gastos para ello, casi 19.000 millones de pesetas). El informe de Cluzel (senador centrista que, en tiempo de mando de la derecha, hacía la misma labor que ahora) se pregunta si esas emisoras estatales no podrían ser suplidas por las 800 radios libres existentes. Se interroga sobre la conveniencia de crear entre 12 y 22 emisoras de televisión regionales, cuando la República Federal de Alemania (RFA), considerada como ejemplar en este aspecto, sólo tiene nueve sociedades regionales de radio y televisión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.