_
_
_
_

"Un nuevo fracaso en el Consejo de marzo de la CEE puede ser el principio de la desbandada general"

Joaquín Estefanía

Pregunta. ¿Qué análisis ha hecho la Administración española del fracaso de la cumbre de Atenas?Respuesta. El punto de partida del primer análisis que hizo el Gobierno estaba en una línea de entender que el fracaso de Atenas es un dato preocupante en su estricto ámbito europeo y en el caso español, Pero nuestra preocupación máxima se basa mucho más en el peligro de descomposición futura que puede sobrevenir en la CEE, porque con frecuencia se olvida, en España el sentido que tiene el Mercado Común como elemento de trabajo conjunto de todo el viejo continente; y también con demasiada frecuencia se olvida en España que, en último término, la con figuración histórica de la CEE, de la CECA, del Euratom, responde a un sistema de paz que los propios europeos se dieron después de ese gran desastre que fue la se gunda guerra mundial. Y ojo, que yo no quiero decir que el fracaso de Atenas nos vaya a conducir a una situación similar. Nosotros, respecto al consejo europeo de Atenas habíamos previsto tres hipótesis de trabajo: la primera, que se produjera una catástrofe, que es lo que ha ocurrido; la segunda -que nos parecía la más plausible- consistía en que en Atenas se diesen únicamente acuerdos de principio que permitirían un posterior desarrollo de los mismos para conseguir superar la crisis de la CEE bajo la presidencia francesa; la tercera hipótesis de trabajo era que en Atenas se llegase a un arreglo total de los diferentes problemas que conoce la Comunidad. Es evidente que se ha dado la peor de las hipótesis.

P. ¿Cuál es el futuro inmediato tras esa catástrofe que para Europa -y para España- supone abandonar Atenas sin un solo pujito de referencia en común?

R. Lo que pueda ocurrir después de Atenas es una operación que los países comunitarios tienen que medir al milímetro, en el sentido de que un nuevo fracaso en el consejo europeo de marzo en París podría ser el paso definitivo hacia la desbandada general. No obstante, no somos queremos seguir pensando que al final el sentido común se va a imponer entre los dirigentes europeos. Si así fuera, es probable que de esta crisis saldrá un reforzamiento de la CEE porque se haya puesto ya en marcha en los estados mayores de los Gobiernos europeos la angustia del fracaso.

P. ¿Qué lectura directamente política se puede hacer del desastre de Atenas?

R. Para nosotros ha sido chocolate lo que ha ocurrido en Atenas, porque nos preocupaba la perspectiva europea, pero también la internacional, porque España tiene una perspectiva muy delimitada en el campo internacional en este momento, y todavía existe un problema de indefiniciones y de pergeñar una política exterior de Estado que nadie la discuta, ganen las derechas o las izquierdas. En Atenas se ha entregado gratis a la URSS una posibilidad enorme de actuar en un conjunto europeo totalmente dividido y débil y se han hecho buenas las tesis de la Administración Reagan, que sustentan desde hace mucho tiempo que con los europeos es una tontería tratar porque son incapaces de ser interlocutores válidos y en último término se comportan como niños pequeños.

P. Pese a esta esperanza futura, basada en que de una situación de crisis puede nacer un impulso hacía adelante, la posición de los negociadores españoles no parece nada buena...

R. Por lo que respecta a la parte española, a nosotros el consejo europeo de Atenas nos ha dado una situación de relajamiento, con independencia de las dificultades en las negociaciones de adhesión. Lo que más nos preocupaba a los españoles es que se hubieran producido acuerdos parciales en Atenas en materia de financiación o de recursos propios y en materia de agricultura. Si en Atenas se hubiera llegado a acuerdos penosos y duros en los aspectos agrícolas y financieros y se hubiera dejado al margen la adhesión, entonces sí que hubiera sido preocupante para España. Las negociaciones de adhesión no hubieran culminado en mucho tiempo.

Por esto, siendo difícil de aceptar para la opinión pública española lo sucedido en Atenas, a los que llevamos las negociaciones nos ha colocado en una situación de cierto relajamiento. Nos sentimos relajados porque el mayor peligro no se ha producido. Ahora estamos a la espera de tener mayor informa ción y ver cómo la nueva presiden cia francesa va a encarar las negociaciones de adhesión como una parte más del conjunto de la crisis comunitaria. En esto es en lo que hemos insistido más, tanto el presidente de Gobierno, Felipe González, como el ministro Morán y yo mismo: en el mantenimiento del paquete de Stuttgart, porque en Stuttgart se hizo una operación que constituye el auténtico asidero para la adhesión de España a la CEE; la adhesión de España y Portugal se ha configurado como una parte integrante de la propia crisis de la Comunidad.

P. Entonces, el pesimismo que se intuye en la opinión pública ¿no se corresponde con la realidad misma?

R. Hay que entender la paradoja de que del paquete de Atenas -nuevas políticas, recursos propios, reforma de la política agrícola común, participación en los fondos comunitarios de los distintos Estados miembros, que en el fondo es lo que ha dividido a todos- el único punto sobre el que hubo un consenso generalizado fue el de las negociaciones de adhesión; obviamente, cada delegación con sus matices particulares.

P. En el tiempo que media entre la cumbre de Atenas y la próxima de París, en marzo, ¿cuál es la estrategia de la Secretaría de Estado de Relaciones con las Comunidades Europeas?

R. De aquí a marzo, España puede seguir negociando; de hecho tenemos una serie de capítulos muy ajustados técnicamente. Ahora bien, con independencia de lo que se decida finalmente por el Gobierno cuando tengamos toda la información en las primeras semanas de enero, personalmente no soy partidario en este momento de proceder a cerrar o a acelerar el cierre de capítulos técnicos o parciales, porque corremos el riesgo de que al final nos quedemos con el capítulo de la agricultura abierto, con lo que la capacidad de negociación desaparece prácticamente. Esto, que es una consecuencia táctica de la negociación, es atacado también por quienes hacen depender el éxito o el fracaso de la negociación de la rapidez con la que se concluyan determinados capítulos técnicos.

P. Las posiciones francesas en Atenas y las declaraciones de Mitterrand afirmando por primera vez que puede haber un no definitivo a España al final de las negociaciones centra nuevamente los problemas hispano-comunitarios en el vecino francés...

R. La idea de Mitterrand se comprende, desde el punto de vista político, con el razonamiento siguiente: Francia, bajo su presidencia, se encuentra con una dificultad: tiene que buscar sus propias; fórmulas de conciliación, lo cual supone que tiene que flexibilizar su actitud frente a todos y ante sí misma. De no producirse bajo la presidencia francesa un éxito en el relanzamiento europeo, ello puede suponer sobre el Gobierno francés un efecto bumerán más grande que sobre cualquier otro Gobierno. En segundo término, Mitterrand, particulamente, necesita un éxito de su gestión como presiden te de una Europa en crisis. En tercer lugar, desde la perspectiva política interna francesa la debilidad se acrecienta en el sentido de que el Gobierno socialista francés necesita instrumentar ante su opinión pública interna el sentido de que ha obtenido concesiones de los demás, porque hay un dato muy significativo, que son las elecciones de junio de 1984 al Parla mento Europeo. Hay que comprender un poco las dificultades del Gobierno francés, aunque a veces sea difícil porque planea siempre el síndrome del gabacho. La oposición en Francia está intentando trucar el sentido político de las elecciones al Parlamento Europeo, presentándolas como un plebiscito contra el propio presidente de la República.

P. ¿Influirá la dimisión del ministro francés de Asuntos Europeos, André Chandernagor, en las relaciones bilaterales hispanofrancesas? ¿No hay un problema, de interlocución con Francia?

R. Con nuestros amigos franceses, más que fallar la interlocución, lo que pasa es que existen diferentes sensibilidades. Por ejemplo, la visión que se tiene en el Elíseo, es muchas veces más matizada que la que tienen los distintos ministros sectoriales. La dimisión de Chandernagor y su sustitución por Cheysson es un dato secundario, aunque esta casa había conseguido tener buenas relaciones con el equipo de Chandernagor. En este momento desconocemos si va a cambiar este equipo. Por otra parte, hay muchas veces que me cuestan más las negociaciones hispano-españolas que las hispano-francesas o hispano-comunitarias. Hay gente que, por aplicar esquemas culturales del pasado, termina adquiriendo del dossier que ha elaborado una concepción patrimonialista del mismo, con lo cual es muy dificil que haya flexibilidad. También juega la pura condición humana, y todo el mundo quiere ganar por 10 a cero al otro ministerio.

P. ¿Cambiarán en el futuro inmediato las relaciones comerciales con Francia?

R. Las relaciones comerciales con Francia hay que analizarlas con naturalidad. Con quien tienes problemas hay que intentar arreglarlos, limar todas las diferencias. Se van a aplicar criterios políticos, como ocurre, como ley natural, en el seno del Mercado Común. Son situaciones que se producen todas las semanas en el Consejo de Ministros de la Comunidad. Aplicación de criterios políticos a circunstancias estrictamente económicas.

P. Ante esta situación, ¿no teme Manuel Marín que cada vez haya más ciudadanos que se interroguen sobre lo bueno y lo malo dle entrar en la CEE?

R. La opinión pública española está amargada, está frustrada. Vamos a atravesar de nuevo un agujero negro y nos va a costar mucho, una vez más, convencer a la gente de que todavía es posible seguir trabajando. Afortunadamente, quien lleva la dirección política de las negociaciones con la CEE, que es el Consejo de Ministros y el propio presidente de Gobierno, es quien más nos alienta en la tarea, pero a otros niveles más bajos nos cuesta mucho vender el problema. En el primer trimestre del año, mientras se desatranca esto de nuevo, va a ser muy difícil convencer e insistir en el tema del Mercado Común.

P. ¿Y cómo los negociadores españoles piensan desatrancar la situación de un modo activo?

R. ¿Cómo empezar de nuevo? Dependerá casi exclusivamente del enfoque que le dé la presidencia francesa a partir del primer día del próximo enero. Para mí, éste es el punto clave, que por ahora es una incógnita. Se ha hablado mucho de una nueva cumbre a finales de enero. Yo particularmente no lo creo, y si incluso pudiera votar en el seno de la CEE diría que no, que es malo, porque en 30 días poco se va a cambiar de la posición de Thatcher, de Kohl o de Mitterrand. Creo que es mejor que el próximo consejo europeo se posponga y, a cambio, tenga una preparación superior, para que sea el principio del arreglo y no el principio de la desbandada.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_