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Futuro del movimiento antinuclear

La llegada de los componentes de los primeros misiles de crucero y Pershing 2, unida a la suspensión por parte de la Unión Soviética de las negociaciones y el anuncio de contramedidas, ha alarmado seriamente a los europeos, tanto del Este como del Oeste. Hay que resaltar también el hecho de que si los partidos socialistas occidentales y los dirigentes de los Gobiernos del Este hubieran dicho hace dos años las cosas que han estado diciendo durante las últimas semanas, los soviéticos y los norteamericanos es muy probable que hubieran negociado con mayor seriedad y hubieran llegado a alguna forma de acuerdo limitado, en vez de dejar al mundo con la perspectiva de una carrera de armamentos ¡limitada. Sin embargo, lo que importa ahora no es el lamentar la inactividad pasada, sino encontrar la forma de evitar esta loca carrera de armamentos y la casi inexistencia de negociaciones significativas.En mi último artículo mencioné como un factor moderadamente esperanzador el que en todo el tiempo transcurrido desde 1917 ni EE UU ni la URS S han buscado deliberadamente el entrar en una guerra a gran escala. Pero, desafortunadamente, he de añadir, pensando en la cuestión del desarme, que, también desde 1917, no ha habido ni la más mínima confianza en las relaciones entre las dos potencias. Incluso cuando ambas luchaban contra Hitler, en los años 1942-1945, consideraban su cooperación como algo puramente circunstancial, y siempre estuvo condicionada por la manía del secreto y la asunción de que sus metas a largo plazo eran incompatibles. El infortunado presidente Jiminy Carter no pudo conseguir que el Senado confirmara los acuerdos SALT II, que no hacían más que limitar el incremento del armamento nuclear de ambas partes, y los soviéticos se aprovecharon al máximo de su comportamiento no beligerante para aumentar con una rapidez impensada su propio arsenal nuclear. Todas las presiones institucionales y económicas de ambas superpotencias trabajan para aumentar la paranoia y la influencia militar en política exterior.

Unas negociaciones serias y efectivas entre EE UU y la URSS dependerán, por tanto, de las continuas presiones de aquellos Gobiernos que las superpotencias tienen que escuchar. Europa y Japón, debido a su peso económico, sus altos niveles tecnológicos y culturales, no pueden ser ignorados. China todavía no es una potencia tecnológica, pero su enorme población, su milenaria tradición cultural y su evidente potencial futuro le proporcionan una voz que hay que escuchar. Todos esos Gobiernos tienen intereses propios en todo el mundo y no pueden estar continuamente pendientes de las confrontaciones entre soviéticos y norteamericanos, y además no tienen los mismos rígidos puntos de vista maniqueos, que hacen difícil que soviéticos y norteamericanos se hablen comprensiblemente. Pero, aun cuando otros Gobiernos pueden mediar en este momento de peligrosa tensión, no se puede confiar en que sean ellos quienes promuevan la causa del desarme. Dejadas a su aire, las elites gobernantes se preocupan solamente de su propio poder, y se dedicarán a acumular sus propios arsenales nucleares si no se ven coaccionadas por una participación popular masiva en el movimiento antinuclear.

Particularmente, veo como el modelo más esperanzador de tal participación la historia del movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos. En 1940, Estados Unidos era una sociedad totalmente segregada. Las iglesias, instituciones educativas, hospitales, servicios sociales, vivienda y casi todas las formas de empleo discriminaban a las personas de color, y lo hacían con el respaldo de leyes específicas, a pesar de que varios párrafos de la Constitución de EE UU hacían referencia al principio de la igualdad racial. La guerra contra el nazismo y la necesidad de movilizar para aquella guerra todos los recursos humanos llevó a una desegregación parcial de las fuerzas armadas y el servicio civil.

Desde finales de los años cuarenta, y durante los años sesenta, un movimiento popular constante y cada vez más numeroso transformó las leyes e inició un cambio sustancial en el clima de opinión en todo Estados Unidos. Era un movimiento de un solo tema, dedicado a la consecución de la igualdad racial. No estaba basado en ninguno de los muchos temas partidistas, ideológicos y económicos que dividen a la sociedad. En él estaban implicadas las iglesias, escuelas, grupos pro libertades civiles, instituciones de caridad, organizaciones laborales y sociales y, al final, incluso gremios profesionales. Sus principios estaban basados en la centenaria tradición anglosajona de la libertad individual y estaban animados por las magníficas predicaciones religiosas y sociales de Martin Luther King, hijo, y una disciplinada resistencia antiviolencia.

Se organizaban debates interminables, mesas redondas, batallas legales y judiciales, y manifestaciones callejeras cuidadosamente organizadas. Hubo mártires, palizas y encarcelamientos; pero, teniendo en cuenta la gran superficie y población de Estados Unidos, se produjo una increíblemente pacífica transformación en los aproximadamente 30 años que comprende el período 1940-1975. Es indudable que los prejuicios raciales no han sido totalmente eliminados, pero las leyes y la ética predominantes en todas partes están ya del lado de la igualdad racial. Es más, incluso durante la presidencia de Ronald Reagan, el gran líder negro Martin Luther King, hijo, se ha convertido en el segundo norteamericano (después de George Washington) cuyo nacimiento se celebra como fiesta nacional.

El movimiento antinuclear debería inspirarse y utilizar las técnicas del movimiento pro derechos civiles de EE UU. Tiene que ser un movimiento de un solo tema, dedicado a conseguir el completo desarme nuclear. Debe evitar toda implicación en las batallas ideológicas Este-Oeste. No debe tomar posiciones políticas en relación con los innumerables conflictos territoriales y guerras locales que se están desarrollando en todo el mundo. No debe predicar homilías sobre las virtudes del capitalismo, el comunismo o el Tercer Mundo. Debe invitar a participar a todas las iglesias, partidos políticos y organizaciones profesionales, educacionales y laborales. Debe buscar el apoyo de todos los Parlamentos y corporaciones municipales. Debe manifestarse pacífica, masiva y frecuentemente por las calles. Este último punto es especialmente importante. Los políticos están demasiado acostumbrados a ver que el público se excita temporalmente ante un incidente dramático. Después de las masivas manifestaciones de última hora, antes de la llegada de los componentes de los nuevos misiles, esperarán a ver si las presiones del público se mantendrán o si el movimiento antinuclear se debilitará en términos de combatividad y participación popular organizada.

Una diferencia entre el movimiento pro derechos civiles y el movimiento antinuclear es que, en el primer caso, una sociedad que presume de demócrata tiene que introducir en las leyes el principio de la igualdad racial. En el segundo caso, una sociedad civilizada que desee sobrevivir como tal ha de conseguir el desarme nuclear en las próximas décadas.

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