Un equipo "con una barbaridad de cosas que hacer", según Alfonso Guerra
Tras un año de funcionamiento, el Gobierno "no está quemado". Esta es la opinión recogida por EL PAIS entre más de media docena de ministros, incluyendo al vicepresidente, Guerra, quien considera que no hay ninguna necesidad de proceder a algún tipo de reajuste: "este equipo tiene una barbaridad de cosas que hacer por delante", opina.Alfonso Guerra fue en estos meses la figura más polémica y enigmática del Gabinete de un Felipe González que no parece haber perdido un ápice de su popularidad inicial y cuyo grado de desgaste ha sido mínimo. Medios próximos al presidente admiten que una parte del mérito de esta falta de desgaste corresponde al equipo de la Moncloa; tanto el propio Guerra como los hombres más cercanos a González (su jefe de secretaría, Julio Feo, o, en otra medida, el portavoz Eduardo Sotillos) han actuado como pararrayos de la figura del jefe del Gobierno.El protagonismo en la sombra de Guerra se mantiene de forma indudable: "Yo hago el trabajo de cocina", afirma el vicepresidente, quien acepta que "si nadie hiciera lo que yo hago, probablemente eso tendría su coste". Al frente de un Gabinete presidencial que ha crecido en este año hasta 250 personas, dirigido por sus incondicionales Roberto Dorado y Francisco Fernández Marugán, Guerra parece haberse convertido en un implacable vigía de la labor de los ministros: "Es el único que se sabe todo lo que va en el índice verde de los consejos de ministros", afirma Sotillos. Los ministros, por su parte, admiten que Guerra "manda mucho", y alguno de los miembros, que comúnmente pasa por no haber conectado excesivamente con el vicepresidente, asegura que "su labor de coordinación es muy necesaria; lo lee todo, filtra lo esencial al presidente, aunque en ocasiones parezca algo arbitrario".
No hay línea divisoria
Las especiales características de Guerra y de su función, sus frecuentes boutades -como la de afirmar que él "está de oyente" en un Gobierno en el que ha presidido ya cuatro consejos de ministros-, han hecho del vicepresidente el blanco de todos los rumores y el protagonista en todas las quinielas de futuro. Pero él asegura que no piensa abandonar el Gobierno; que no será, en modo alguno, secretario general del PSOE tras el próximo congreso federal del partido, y desmiente ser el origen de cualquier tensión en el equipo gubernamental: "El Gobierno ha funcionado con homogeneidad ejemplar. Sin duda, ha habido discusiones, pero no se puede afirmar que en un lado de la línea estén unos y en el otro los otros. No ha habido enfrentamientos específicos entre los ministros del área económica y yo, ni hay hombres de Guerra y no de Guerra en este Gobierno". Concretando más, el número dos del Ejecutivo añade: "Creo, por ejemplo, que Miguel Boyer es el mejor ministro de Hacienda posible".Otros miembros del Gobierno también minimizan las diferencias que han ido surgiendo a la luz a lo largo de este año. Por ejemplo, las que opusieron a Guerra con Solchaga cuando éste se mostró incrédulo ante la posibilidad de crear los prometidos 800.000 puestos de trabajo para el final de la legislatura. En aquella ocasión el ministro de Industria fue públicamente rectificado por Guerra, quien, de acuerdo con diversas fuentes, no habría dejado de recriminar a Solchaga la inoportunidad de sus afirmaciones precisamente en vísperas de la celebración de un congreso de UGT. La cosa, sin embargo, no habría pasado de ahí: "hay mucho melodrama en este país", diría después Guerra.
Aun admitiendo la acción pararrayos, los hombres que rodean a González rechazan que esté viviendo bajo el "síndrome de la Moncloa", es decir, que el presidente se encuentre sometido a un creciente aislamiento. Lo cierto es, no obstante, que, pese a sus viajes al extranjero y a sus esporádicos contactos con la Prensa en el pasillo del Congreso de los Diputados, el presidente parece lo suficientemente abrumado como para haber descuidado los desplazamientos por el interior del país, los contactos "con la calle", las reuniones con la ejecutiva del PSOE o los encuentros formales con los medios de comunicación.
La personalidad de González y el tradicional (y probablemente no
Un equipo, "con una barbaridad de de cosas que hacer", según Alfonso Guerra
buscado) contrapeso de Guerra parecen haber servido, según opinión de varios ministros, para mantener un tono de equilibrio en el conjunto del Gobierno, donde no han faltado conatos de conflicto clásicos en los Gabinetes europeos: Hacienda-Trabajo o Interior-Justicia, por ejemplo. La procedencia de los integrantes del Gobierno contribuyó a dibujar un panorama inicial- algo heterogéneo: resultaba lógico, por ejemplo, que los ministros procedentes de la ejecutiva del PSOE -Solana, Almunia, Maravall- se mostrasen más cercanos al vicepresidente que otros ajenos a la historia del partido socialista¡ como Javier Moscoso, o alguno de los componentes del equipo económico (no Miguel Boyer, miembro del PSOE desde finales de los años cincuenta, y a quien aparentemente Guerra, consideraba el ministro de Hacienda ideal desde hace varios años), La figura del. titular de Trabajo, Joaquín Almunia, habría ejercido un papel de señalada importancia en la conexión del llamado equipo económico con el ala más izquierdista del PSOE y de UGT, aunque los conflictos con el sindicato no hayan faltado."Los primeros tanteos han pasado", afirma un ministro, refiriéndose a la inicial búsqueda de nuevos esquemas de actuación en los consejos de ministros, que se quisieron dividir en decisorios y deliberantes, algo que parece haber quedado ya olvidado. "El segundo año será de consolidación de los cimientos ya colocados", añade. Ello sugiere que, aunque el equipo de González se mantenga intacto, al menos a corto plazo, podrían producirse próximas renovaciones en otros altos cargos de la Administración.
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