El ahorro
Él Generalísimo Parkinson hasta se sacó un Día Universal del Ahorro. Entonces interesaba que ahorrasen los particulares, porque su hucha era el Estado, que les daba un modesto tanto por ciento anual, y nadie sabía ni se preguntaba qué se hacía con aquel dinero. Capitalismo es que ahorre el ciudadano en la alcancía del Estado. Socialismo, quizá, es que ahorre el Estado lo que el ciudadano se funde alegremente. Ahora, un suponer, es que ya nadie ahorra. Pero ese dinero derrochado en verbenas y romerías, en lotusses y otras frivolités, va a parar al Estado, claro, mediante los impuestos, con lo que el Estado, si es honesto, cuenta con fondos para hacer cosas, y el ciudadano / citoyen, si no es un muermo, se ha divertido. Mi querido y viejo amigo Alfonso de Figueroa, duque de Tovar, se encampana contra la rehabilitación de ciertos títulos nobiliarios. Alfonso Figueroa sólo parece admitir como legítimos -y legitimistas- los títulos concedidos por Su Majestad el Rey (q. D. g.), con lo que se place y complace en ignorar que el borbonismo ha seguido un curso modernizante y democratizante en España (Don Juan, este verarto, cenando el menú económico en Puerta de Hierro). La arístocracia española no supo ahorar, y ésa es su paradójica y tardía grandeza. Todos los palacetes de la Castellana son hoy Bancos multinacionales. Pero a los Bancos multinacionales les gusta exhibir la vieja pintura joven de este ya anciano siglo (me invitan todas las tardes), como a las marquesonas revenidas de los palacetes. O sea que somos siempre los mismos con las mismas. Sólo que, cuando ahorra el pueblo, entre el calcetín y el jergón, eso no va en provecho de nadie, salvo de los tardíos/sombríos herederos, mientras que cuando ahorra el Estado (que ahorra el derroche de los ciudadanos), eso puede convertirse en servicios públicos. Ya ven ustedes si estoy puesto. A esta última modalidad es a lo que. llamamos socialismo en libertad", que quiere decir (y me parece que nadie ha sabido explicarlo bien) que usted tira y el Estado recoge, o sea Boyer, y al final hay más dinero para más cosas (aparte la gozada comanche que se ha pegado usted tirando lo que no tiene). Tirar lo que sí se tiene, no tiene gracia. No ya los modernos socialismos, sino incluso los modernosos capitalismos, han llegado a la conclusión sociológica y el corolario económico de que la cuenta de la vieja con jergón no da para nada, y que antes la gente se moría sobre una colchoneta de doblones de a dos, con los huesos partidos de durezas, mientras el dinero no corría por la vida nacional. "Sálveos Dios, doblón de a dos". Hoy, a los doblones, no los salva ni Dios, y corren que es un demasiado, dejando en manos del Estado socializante unas pepitas de oro (como los viejos ríos del Lejano Oeste a los cernedores/ buscadores). El Estado, si es ante todo ético, como la cosa que tenemos ahora, sabrá no despepitarse con esas pepitas. Melgar combina a don Juan Carlos de Borbón con el ajedrez. La Unesco homenajea a Bergamín. Jordi Pujol habla del pujolismo en el XXI. John Fox le pone rock a la noche insomne de las viejas con jergón de pesetas rubias. Yasir Arafat se aparece en el Club Pueblo, como una Virgen de Lourdes en macho. Miguel Medina presenta su teatro experimenta¡ en el Ateneo.Con tanto experimentalismo, han conseguido echar las viejecita cultas del Ateneo, que iban allí como a la novena.
Quiero decir, en fin, y digo, que el ahorro dickensiano era una manera de robarle el dinero/tiempo al proletapiat (time is money), mientras que el Estado ahorrador/ahorrativo, desde los altísimos impuestos de USA o Suecia a los no tan altos del citado Boyer, convierten la dilapidación personal en un batán colectivo, en una fuerza económica. Lo que no sabe nuestra Derecha Eterna es de números.
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