Georges Fillioud: "Queremos evitar que los 'trust' acaben con el pluralismo periodístico"
La nueva ley sobre la Prensa, aprobada recientemente por el Gobierno francés, ha desatado una rabiosa batalla política entre la mayoría gobernante (socialistas, comunistas y radicales de izquierdas) y la oposición conservadora - liberal. El texto pretende apuntalar el centralismo, que considera amenazado, limitando las, concentraciones y los trust y forzando la transparencia de las empresas periodísticas. El ministro de Técnicas de la Comunicación, Georges Fillioud, ex periodista, 54 años de edad, diputado varias veces en los últimos decenios, hombre fiel al presidente de la República, François Mitterrand, en una conversación con EL PAÍS, defiende su ley, dirigida como en otros países de Europa a evitar que el exceso de concentraciones acabe con el pluralismo, y declara, por otra parte, que la televisión privada, en Francia, será una realidad ineludible.
Pregunta. De acuerdo con sus propias explicaciones, el proyecto de ley aprobado por el Gobierno hará más transparentes las empresas periodísticas, "imitará la concentración y, así, pluralismo saldrá ganando en Francia. Pero la oposición política, y la Prensa escrita en su mayoría, no lo piensa de esa manera, y habla de "tribunal de excepción", de "vocación totalitaria", etcétera. ¿Qué puede decir usted a esto?Respuesta. Todo lo que usted expone es ciento, y hay poco que añadir. Ocurre, simplemente, que desde que ganó la izquierda, en 1981, la situacón política se ha radicalizado hasta el extremo en nuestro país, los periódicos de derechas se ha convertido en instrumentos de la batalla política.
P. ¿Y los de la izquierda no hacen otro tanto.
R. Sí, pero menos. En cualquier caso, la radicalización política y, paralelamente, la periodística, son un hecho. Y, liaga lo que haga, el Gobierno de izquierda será considerado por la derecha como un atentado contra algo.
P. Mitterrand había dicho al comienzo de su mandato previsto para siete años que era contrario a un estatuto de Prensa, por considerarlo negativo para la libertad de expresión. ¿Qué ha ocurrido?
R. De ninguna manera queremos imponer un estatuto de Prensa. Éste ya existe desde que en 1981, se legisIó, la libertad de Prensa. Una treíntena de textos comprende el régimen económico-jurídico de la Prensa. La ley de ahora no hace más que modificar uno de esos textos, para evitar que el exceso de con, entraciones acabe con el pluralismo en Francia. Esto, por lo demás, existe en todos los países democráticos o en casi todos. En Estados Unidos, como en el Reino Unido o en la República Federal de Alemania (RFA), las leyes anti-trust, en el sector de la Prensa, se aplican sin duelo.
P. Usted lo niega, pero no convence a nadie cuando dice que su ley no es, sobre todo, una ley contra Robert Hersant, propietario de 19 diarios, todos ellos militantes de derecha.
R. Esta ley es para todos. Lo que ocurre, claro, es que Hersant es el que más ha abusado de la concentración.
P. En Francia, en los últimos 40 años, han desaparecido un centenar de diarios. ¿Cree usted realmente que los monopolios emprersariales han sido la causa única de ello?
R. La única no, pero sí una razón poderosa. También ha influido en la baja de muchos diarios los medios audiovisuales y los cambios y modificaciones que se han operado en las sociedades modernas.
P.¿Y piensa usted que su ley va a favorecer el aumento de lectores de periódicos?
R. No, no creo eso. Pero entiendo que la concentración será frenada, ya que, por ejemplo, en provincias, ningún grupo posee actualmente más del 15% de los diarios, que es el techo establecido por la nueva ley. De no intervenir ahora, el fenómeno de concentración continuaría y el pluralismo perdería.
P. En definitiva, lo que pretende su ley es conciliar dos libertades: la de expresión y la económica. Y esto, sobre el terreno, no es fácil.
R. Mire usted, en todos los países del mundo se hace lo que ahora hacemos nosotros.
P. ¿Y por qué esta ley no arremete también contra el trust o monopolio que el Estado tiene en la televisión y radio, y en la agencia France-Press?
R. ¿De qué monopolio del Estado me habla? Usted sabe muy bien que el monopolio existía antes, con la derecha, cuando el Gobierno nombraba directamente los dirigentes de la televisión y de la radio. Pero desde que los socialistas hemos votado la nueva ley del
audiovisual, la alta autoridad es quien decidió en todo. El Gobierno no tiene nada que ver.
P. Pero, de los nueve miembros de esa alta autoridad, seis son nombrados por el Gobierno, lo que quiere decir...
R. No, mire usted: esos nueve miembros están nombrados por las instituciones francesas. Sin más.
P. La ley en cuestión crea una comisión, a modo de la alta autoridad del audiovisual, que es la que resolverá los litigios en el sector de la Prensa escrita. ¿No es esto una amenaza a la libertad o una especie de control?
R. Todo lo contrario. Es una garantía, puesto que cuando surja un problema no intervendrán ni el poder ejecutivo ni el judicial, sino ese organismo ad hoc integrado por seis miembros nombrados por las más altas jurisdicciones del Estado y, por ello, independientes.
P. Cambiando ahora de tema: ¿Cómo resumiría la política de su Gobierno en el terreno de la televisión?
R. Nuestra política consiste en modificar o abandonar algunos sectores del monopolio, aunque el Estado conservará la red herciana nacional. En aumentar los servicios y los programas en beneficio del pluralismo. En diversificar las estructuras, como se ha hecho con el cuarto canal, que será una sociedad de derecho privado con participación del Estado. Consiste también nuestra política en satisfacer al telespectador, asegurar el pluralismo y especificar las vocaciones de cada sistema de transición.
P. ¿Cree usted posible la mejora de la televisión de Estado sin la competencia que impondría la televisión privada?
R. Con el cuarto canal y con la red de cables ya se crea esa competencia.
P. Ese nuevo canal, llamado canal Plus, ¿puede considerarse como un paso hacia la televisión privada?
R. Sin duda es un paso hacia el privado, pero el servicio público mantendrá su vocación propia.
P. ¿Cuál es esa vocación?
R. Es compleja como lo indica su nombre, debe asegurar el servicio al público. Su fin no es comercial y, por ello, puede dirigirse a minorías.
P. ¿Para cuándo cree usted que será posible una televisión privada al ciento por ciento en toda Francia?
R. No puedo datar ese hecho.
P. ¿Cree usted que tiene razón de ser, en un país democrático y moderno, un ministro de la Comunicación?
R. Yo no me planteo ese problema en términos morales, sino de eficacia. Y le respondo diciéndole que es más necesario que nunca, porque así lo exige el fantástico desarrollo moderno de la comunicación. Esto hace necesario un punto de encuentro para confrontar, equilibrar, ayudar a la Prensa, etcétera.
P. Para terminar, a propósito precisamente de esas ayudas a la Prensa que usted acaba de evocar, se dice con frecuencia que la Prensa no es una mercancía como las demás, y por ello, por ejemplo, merece la ayuda del Estado. Pero, ¿no se subvenciona de igual manera a otros productos o mercancías, al carbón por ejemplo, que este año le va a costar al Estado francés más de 6.000 millones de francos (114.000 millones de pesetas)
R. No, la Prensa no es una mercancía como las demás. Es verdad que se ayuda a otro tipo de empresas, como la minera, que usted ha citado, pero se trata de ayudas circunstanciales y no permanentes, como las ayudas a la Prensa.
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