El viejo bandido generoso
Con dos años de retraso nos llega una película menor que quiere reproducir el esquema de algunos de los tardíos westerns que reflejaron la decadencia de míticos forajidos o de envejecidos vaqueros como si se tratara de una fórmula suficiente para interesar. Lo malo es que no hay tales fórmulas. Cada caso, cada película,. precisa de talento V. opio. William A. Graham, el director de este Harry Tracy, no quiere contamos nada especial, no se ha preocupado por ofrecer un dato nuevo, una perspectiva de interés sobre aquellos personajes anacrónicos que vivían en la ilegalidad según fórmulas caducas. Los principios del siglo XX ofrecían otros sistemas para robar, y uno de ellos, precisamente, exigía eliminar la competencia de los forajidos de atracos a mano armada.Harry Tracy es un hombre maduro, medio calvo, que, como siempre, comete el error de enamorarse. Por defender a su pareja se dejará acorralar y esperar casi con paciencia el momento definitivo de su destrucción. Mientras tanto, como adiós a la vida, irá haciendo el bien por el mundo.
Harry Tracy, el último forajido
Director: William A. Graham. Guión: David Lee Henry. Fotografía: Allen Daviau. Intérpretes: Bruce Dem, Helen Saver, Michael C. Gwynne y Gordon Lighfoot. Aventuras. Norteamericana, 1981.Locales de estreno: Imperial y Benllure.
Según se nos cuenta, no habría ninguna razón para detenerle, lo que no es sino imitación de otras películas que sí definieron la situación social en que los forajidos se insertaban, haciendo más complejos a sus personajes, descubriendo la injusticia de base que alimentaba la colérica reacción de los fuera de la ley. Graham, al contarnos la historia de su protagonista en términos tan epidérmicos, se deja llevar por el supuesto conocimiento que el espectador debe tener de ese otro buen cine, como si la clave pudiera redimirle.
Su crónica es lineal y frígida. De ahí que los actores no puedan remontar el vuelo. Bruce Dern, secundario que ha obtenido buenos éxitos (El regreso, Cuando fuimos campeones), no logra matizar este personaje central más allá de lo que el guión y el director le autorizan; se limita a prestar su raro rostro de optimista destruido a un filme que no le saca provecho.
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