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Pascualina Lehnert, la monja alemana que fue sombra y báculo del papa Pío XII, será enterrada dentro de los muros vaticanos

Juan Arias

Madre Pascualina, la monja bávara que fue la sombra y el bastón del místico Pío XII, será enterrada en el rninúsculo cementerio teutónico que linda con San Pedro y está dentro de los muros vaticanos. Es un privilegio que tienen sólo los alemanes y austriacos de una antigua cofradía con sede en Roma. De este modo, Pascualina Lehnert estará sólo a unos metros de su Papa.Esta monja, que tenía 30 años menos que el papa Pacelli, vivió toda su vida para el pastor angelicus. El Papa príncipe la conoció cuando era jovencísima, en la nun ciatura. de Berlín. Ella le arregló entonces la casa: "Como una taza de plata", dicen las crónicas. Y desdecntonces no lo abandonó ni un solo día.

Cuando el entonces monseñor Pacelli tuvo que dejar Berlín y vol vió a Roma, impuso que madre Pascualina se fuera con él. Los vie jos cardenales de curia murmura ron un poco. Le susurraron que quizá no era prudente; que podría dar lugar a chisirtes; que en Roma había miles de monjas capaces y dispuestas a ayudarle en sus tareas. Pero todo fue inútil.

El hecho es que, sobre todo en los últimos tiempos de Pío XII, en el Vaticano nadie conseguía nada del Papa sin pasar por ella. Este mismo corresponsal, para poder obtener una audiencia con el cardenal Pacelli, tuvo que pasar por las horcas caudinas del examen severo de madre Pascualina.

Ella se sentía como la madre del Papa. Le protegía, le curaba, le consolaba y hasta le daba consejo. Ella cuidaba de algo que para Pío XII era sagrado: sus canarios. De hecho, en el libro que acaba de publicar antes de rnorir, sobre sus recuerdos, madre Pascualina cuenta de Pío XII que era tan respetuoso con sus pajaritos que un día, mientras estaba rezando con las manos juntas, uno de sus canarios se le posó encima de las puntas de los dedos. Y madre Pascualina subraya que el Papa estuvo inmóvil durante todo el tiempo que el pajarito quiso descansar sobre sus manos, "para no molestarlo".

Confidente privilegiada

Pero Pascualina Lehnert era además confidente de cosas mucho más importantes. Hay quien dice que muchas de estas colas se las ha llevado para siempre. Ha sido ella quien ha revelado por primera vez en su libro algo que siempre había quedado muy oscuro en la historia de las relaciones entre Pío XII y el nazismo, es decir, la matanza de los judíos y el silencio del Vaticano. Pascualina Lehnert cuenta que un día, estando en la cocina, se le presentó Pío XII con una carta muydura que había escrito al führer. Le pidió que encendiera la estufa porque quería quemarla. Madre Pascualina le preguntó que por qué no la enviaba, y el Papa le contestó que lo había pensado mucho y que había acabado renunciando por temor a las represalias que Hitler pudiera tomar contra los católicos. Vigilaba tanto por la salud de su Papa que era severísima, incluso con cardenales y jefes de Estado, durante las audiencias privadas. Cuando ella creía que ya habían hablado bastante abría la puerta y les decía que no debían cansar al "santo padre". Y todos acababan obedeciendo. Y es que esta mujer imponía a todos mucho respeto. Lo demuestra la siguiente anécdota: a la muerte de Pío XII, los curiales que no la soportaban pidieron en seguida que la alejaran del Vaticano. Hubo uno encargado de ir a pedírselo al cardenal Tisserant, que entonces era camarlengo. Éste despidió al emisario, enfadado, diciéndole: "Madre Pascualina es el único hombre de verdad que existe en el Vaticano".Luchó hasta el último momento para que a Pío XII se le concediera el honor de la gloria de Bernini, porque ella estuvo siempre convencida de que su Papa fue un santo. Ahora ya hay quien habla de canonizarles a los dos juntos.

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