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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Golpe a Papandreu en Chipre

LA DECISIÓN de la asamblea legislativa de la capital turco-chipriota, Kyrenia, no ha sido una sorpresa absoluta: desde que el 13 de mayo de este año la asamblea de la ONU votó por una mayoría aplastante una resolución sobre Chipre reiterando que la base para una solución sensata debería partir de la retirada de las tropas turcas que ocupan el norte de la isla desde 1974, el presidente de la zona turca, Rauf Denktash, viene amenazando con una declaración unilateral de independencia. La no ejecución de tal amenaza o, mejor dicho, su aplazamiento durante varios meses se debe a una sola causa: Turquía estaba interesada en no agravar con un nuevo desaguisado internacional suya deteriorada imagen de dictadura militar. ¿Por qué el veto de Turquía a los proyectos de Denktash ha sido levantado ahora, 10 días después de la celebración de las elecciones en dicho país? Es la primera pregunta que surge, a la luz de los acontecimientos de las últimas horas. Porque sobre la responsabilidad, sí quiera indirecta, de Turquía no puede caber duda. Es cierto que Ankara ha hecho una primera declaración alegando que no tenía nada que ver con lo ocurrido en el norte de Chipre, pero la presencia de 26.000 soldados turcos en el territorio hace nada probable que una decla ración de esa importancia pueda hacerse sin conocimiento del mando militar de Ankara. Por otro lado, el Gobierno turco acaba de reconocer la nueva "República Turca de Chipre del Norte", lo que equivale casi a confesar la autoría del hecho, sobre todo si se tiene en cuenta la actitud diametralmente distinta manifestada por la comunidad internacional, incluidos los miembros de la OTAN.En términos físicos, las cosas no van a cambiar mucho tras la proclamación de independencia; la presencia militar turca, factor decisivo, era ya un hecho asumido; el régimen político establecido en Kyrenia no tenía ningún reconocimiento internacional, salvo el de Turquía. Pero en el terreno político, jurídico y, asimismo, moral, estamos ante una violación descarada de los principios del derecho internacional y de la Carta de la ONU. Chipre es en su conjunto un Estado, miembro de las Naciones Unidas; los turcos pretenden dar nacimiento ahora a otro Estado partiendo la isla en dos. Es la ley de la jungla, como ha declarado el presidente de la República de Chipre, Kyprianu, llamando a la comunidad internacional a reaccionar en defensa de sus principios. Es cierto que en el texto de la proclamación de independencia se dice que el objetivo es lograr una "genuina federación" de los dos comunidades, griega y turca, pero de hecho el paso dado va en un sentido diametralmente contrario. Los esfuerzos que viene realizando la ONU, y personalmente su secretario general, Pérez de Cuéllar, tienden a lograr las condiciones de una convivencia pacífica entre esas dos comunidades. Con la proclamación de la independencia se rompen de hecho esas negociaciones; se cierra el camino, o se dificulta, hacia una solución de paz y convivencia.

Grecia siente como propio todo lo que sucede en Chipre, donde viven más de 500.000 greco-chipriotas; es una sensibilidad que va más alla de la política, que está anclada en los sentimientos nacionales. Estamos, pues, a todas luces ante una provocación contra Grecia. Quizá haya que buscar aquí la causa más profunda de lo que está ocurriendo. El flanco suroriental de la OTAN siempre ha estado debilitado por la contradicción entre Grecia y Turquía. No se conocen aún las reacciones concretas del Gobierno de Papandreu, pero no cabe duda de que éste se encontrará con fuertes actitudes patrióticas entre la población, y probablemente en el seno del Ejército. Ante la imposibilidad de respuestas firmes, puede sufrir cierto desgaste de poder. No cabe descartar que Papandreu sea sensible a presiones en el sentido de acentuar un sentimiento de independencia en el seno de la OTAN. En cualquier caso, la decisión adoptada por las autoridades de Kyrenia es un golpe bajo al Gobierno griego; y en ese sentido puede encontrar simpatías, a pesar de las declaraciones de los Gobiernos más directamente interesados, en los círculos de la OTAN más inclinados a políticas aventureras.

Sin embargo, las actitudes definidas por los Gobiernos de los países miembros de la OTAN apuntan a un creciente aislamiento de Turquía. El Consejo de Seguridad de la ONU ha sido convocado, y con toda probabilidad adoptará una resolución condenatoria de la proclamación de independencia. Pero la gran cuestión es la de la eficacia, la de si las resoluciones se convierten en solucionós efectivas, susceptibles de poner fin a las situaciones de injusticia o ilegalidad. En ese orden, el único factor que podría actuar sobre el Gobierno turco sería una auténtica presión de EE UU sobre Ankara. Pero Washington nunca se ha empleado a fondo para convertir en realidad las resoluciones de la ONU, incluso cuando las aprobaba nominalmente, en lo referente al tema chipriota. Siempre ha preferido tratar a los turcos como aliados privilegiados y consentirles reiteradas violaciones de las decisiones de la ONU, en un largo proceso que ha ido conduciendo a la partición de la isla. ¿Adoptará ahora una actitud diferente? Cuando, apenas a unas, millas de Chipre, Líbano es hoy uno de los puntos de máxima tensión internacional, ¿dejará que se desarrolle allí un nuevo conflicto, desestabilizador, sin duda, para Papandreu en Grecia, pero desestabilizador también para la estructura de la OTAN en esa parte del mundo?

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