Los enfermos no son chatarra
Hace siete años que estuve ingresado en el Primero de Octubre (nombre cuya etimología recuerda tiempos poco constitucionales) en un pasillo. Allí me encontré como un extraño, no por el trato recibido, sino por sentirme como en un taller de reparaciones. Efecto psicológico que pueden testimoniar varios millares de pacientes que lo han vivido. Cuando salí del hospital supe que había estado expuesto a infecciones. Actualmente he vuelto a comprobar que la promoción pasillil sigue vigente. Eventualmente dejan a los enfermos en los pasillos. Eventualmente se los aparca hasta el último suspiro. Eventualmente se contagian enfermedades a profesionales de la medicina y otros pacientes, cuyas consecuencias son mortales.Y surge esa pregunta esperanzadora: ¿hasta cuándo los pasillos -valga el símil- van a dejar de ser un vertedero? Los enfermos no son chatarra. Los enfermos, por suerte, no van de inmortales. Van a intentar curarse. Porque por mucho carisma monetario que se posea, nadie está ausente de la enfermedad. /
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.