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Triunfo histórico del radicalismo en Argentina

Herminio Iglesias aparece como la primera víctima de la inminente 'purga' peronista

El árbol del peronismo ha sido sacudido desde su base y ahora no hay más que sentarse a esperar la caída de los dirigentes maduros y de los que desde abajo se veían podridos. Esta es la figura que podría resumir el generalizado sentimiento de los militantes de ese partido que, por primera vez, acaba de perder unas elecciones. La anunciada y necesaria purga interna se iniciará seguramente por Herminio Iglesias, candidato fracasado a la gobernación de Buenos Aires, y continuará con el resto de los dirigentes que proceden del ala sindical del partido. La clara derrota peronista en las urnas tiene un cierto contrapunto con la victoria para la gobernación de 12 de las 22 provincias argentinas, mientras que la Unión Cívica Radical ha ganado en siete y partidos locales en las otras tres. Es claro, por otra parte, que entre las ocho provincias con victoria radical se encuentran cuatro de los cinco distritos más, populosos del país, lo que de hecho supone una victoria del partido de Alfonsín también en este capítulo. El radicalismo triunfó ampliamente en Mendoza, Córdoba, la capital federal y en la poderosa provincia de Buenos Aires, bastión tradicional del peronismo.La posibilidad de que los electores pudieran dividir su, voto cortando las papeletas ha determinado, en la provincia de Buenos Aires, una diferencia superior a los 100.000 sufragios entre los peronistas que votaron a Ítalo Lúder como presidente y los que se negaron a votar a Herminio Iglesias, para la gobernación de la provincia. Este indicador es una de las claves para el análisis del fracaso electoral peronista.

La realidad no deja alternativas. Si el peronismo intenta disimular la situación refugiándose en la simplificación de la antinomia peronismo-antiperonismo, provocará el efecto contrario. El bloque sindical encerrado en sí mismo terminará por estallar frente al avance de los líderes políticos, que son quienes han sufrido de modo más vergonzante este traspiés.

Muerto Perón, olvidada Isabel Perón y vencido Lorenzo Miguel, quien había acumulado demasiado poder, el peronismo se encuentra en un momento decisivo de su historia. Su propia existencia depende de la inteligencia, habilidad y audacia con que se muevan los dirigentes políticos que fueron derrotados en las elecciones internas (Raúl Matera, Ángel Robledo y Antonio Cañero) y el propio Lúder, los menos salpicados por las críticas, junto con la generación intermedia y quienes se destaquen en el Parlamento. La definición lanzada en sus orígenes por Eva Perón recobra ahora dramática actualidad: "El peronismo será revolucionario o no será nada".

Tiene por delante y a favor un período de relativa calma. Por primera vez, el peronismo no cargará con la responsabilidad del Gobierno ni se verá obligado a dar respuestas inmediatas. En el largo período legislativo dispondrá de tiempo suficiente para digerir la derrota y producir el obligado recambio de dirigentes.

El peronismo no paga hoy sólo sus errores electorales. Hay 10 años de choque interno y externo de los que ha salido agotado. A los combates ideológicos, de la que salieron organizaciones terroristas de signos opuestos, se sumó la demoledora campaña por la reacción antiperonista de la dictadura.

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