La democracia como ética
RAFAEL HITOS AMARONo hace muchas fechas, el profesor Tierno publicaba un sugerente artículo sobre la ética en la . sociedad de nuestro tiempo. Para Tierno, el tradicional enfrentamiento entre los valores éticos y estéticos, con el predominio actual de los segundos, ha dado lugar a la crisis de los valores tradicionales y la descomposición de la clase dominante. Y, en efecto, dice el autor de este artículo cuando una comunidad cultural resuelve su primun vívere, no sólo le llega el filosofar, sino que aparecen otras necesidades, deseos y apetencias, inéditas hasta entonces, dando lugar a una dinámica social acelerada por el permanente afán del hombre en mejorar sus expectativas, lo que constituye una de nuestras manifestaciones características.
En estos casos, la parte más activa de la sociedad, los intelectuales y los artistas, demanda cuotas cada vez Más amplias de tolerancia para su labor creativa, y como consecuencia, la norma se degrada; con ella, la conducta social, y paralelamente, la ética en las conciencias. "En la sociedad declinante y de agravación de sus contradicciones profundas", afirma Tierno, "es difícil que el arte (...) sea, un correctivo eficaz en favor de principios morales que, por otra parte, tienen cada vez menos vigencia".Pero llegada la hora, según parece, de la decadencia, debemos hacer un riguroso examen, y no es fácil distinguir cuál sea la causa y cuál el efecto del indiscutible proceso, si la degradación de la sociedad y la descomposición de su normativa ética propician la demanda creciente de libertades, o si el libérrimo ejercicio de las actividades creativas y la apetencia inmoderada de bienes de consumo estimulan la transgresión de la norma, el declive de la conciencia ética y del sistema social.
He omitido la frase "dentro del sistema capitalista", que debería ocupar el lugar del paréntesis de puntos suspensivos en la parte central del párrafo del artículo de Tierno literalmente transcrito, según lo cual y según Tierno, en este. caso al menos, la caducidad del sistema se produce por una causa concreta: su condición capitalista. Y para que no exista duda sobre la raíz de la sugerencia, el profesor pronostica: "En último extremo, la tesis marxista prevalecerá; en una sociedad socialista, ética, estética y política serán convertibles", si bien no nos dice en virtud de qué fenómeno, inédito hasta el presente, la demanda de libertad creativa y estética puede no degradar la ética social y salvaguardarse la política con la práctica del marxismo. De lo hasta ahora sabido, en las sociedades regidas por sistemas marxistas la creatividad está fuertemente constreñida, celosamente vigilada, y a los intelectuales disidentes -los que pretenden salir del rígido esquema cultural- se les interna en centros psiquiátricos o se les residencia en lugar seguro para enmudecerles, si son famososo, o se les elimina, si su nombre es desconocido fuera de sus fronteras. En cuanto a la demanda de bienes de consumo, la rigurosa planificación comunista no permite excesos sobre lo programado, salvo en el mercado negro, con los turistas occidentales.
A poco de la publicación del comentado artículo he leído: Las razones del bien y del mal, del profesor de la universidad de Milán y periodista Francesco Alberoni, que a mi manera de ver sirve como pieza de contraste. Según Alberoni, la contradicción entre épocas de rigurosa ética y degradación de la conciencia social es cíclica, viene de lejos y nada tiene que ver con el sistema vigente, sino con todos los sistemas. Toda cultura, viene a decimos Alberoni, tiene un estado naciente, durante el que lo que nace tiene la debilidad congénita de lo recién engendrado. Su mensaje es parte del actual, si bien con otra interpretación, distinta amplitud, renovada trascendencia. No tiene el propósito declarado de abolir la ley establecida, sino completarla. De esta forma se configura el código ético del futuro sistema, cuya debilidad inicial no le permite ser radical, todavía en el estado naciente, pues necesita de la tolerancia para sobrevivir, y es más y más intransigente según se hace vigente. Por entonces, su dogma equivale a la verdad, unum, verum et bonum, y cuanto se le opone se reputa incierto y maléfico.
De Grecia a la URSS
Semejante proceso siguieron las culturas del pasado, desde las más arcaicas, la greco-romana, la judeo-cristiana, la islámica... y, por fin, el marxismo soviético establecido en distintas partes del mundo, con tales y rigurosos principios y negación de la libertad, que escandalizarían al Marx de cualquier época de su vida, y especialmente cuando renegaba ante las dificultades de la censura que debía soslayar para que publicaran sus artículos en la Gaceta Renana.
Lo cierto es que en la medida que los códigos se hacen más rigurosos son más irracionales, pues lo racional es eminentemente subjetivo y se contrapone a lo social de los sistemas. De cualquier sistema, hasta de los más tolerantes.
Pongamos por caso un principio generalmente admitido por nuestra cultura, la declaración de la igualdad de todos los hombres al nacer, sea cual sea su raza, origen y color, biológicamente falsa. Hubiese sido más racional admitir la realidad de que todos los hombres nacen completamente diferentes en todos los aspectos y oportunidades, para esta6lecer mecanismos de igualación que impusieran la voluntad social a la naturaleza.
Otro ejemplo de conducta social y cultural irracional son las luchas entre diferentes sistemas por sus creencias religiosas respectivas, que no es congruente para comunidades que centran a Dios en la base de su sistema. Con ello particularizan al Absoluto, lo reducen y humanizan, haciéndolo combatiente en ambos bandos.
Mantiene Alberoni que la situación actual es diferente. De un lado, la facción soviética se ha formado siguiendo principios tradicionales en los sistemas clásicos. Concretamente, puede acusárseles de plagio. En el novum o promesa utópica del marxismo-leninismo, en los procedimientos para la captación de prosélitos, en la interpretación cerrada y rigurosa del credo, en la organización jerárquica piramidal con una sola voluntad en la cumbre..., apenas existe novedad. Han constituido un bloque monolítico, mantienen un dogma absoluto: la dictadura del proletariado, cuya principal irracionalidad consiste en negar a los proletarios el supremo bien de la libertad.
¿Y de contrario ... ? La cultura occidental está representada por un aglomerado, un complejo mosaico de países, creencias, principios políticos... de la más absoluta diversidad. Judíos, católicos, protestantes, agnósticos..., en régimen de libertad y tolerancia. Socialistas no marxistas, demócratas, socialdemócratas, conservadores, liberales... Es tanta la diversidad y se fraccionan tanto y tan impensablemente, que es inútil tratar de aglutinarlos como conjunto armónico e instarlos a una nueva cruzada contra el coloso, propuesta que ha fallado varias veces en los últimos tiempos. Y a la multiplicidad de facciones, de economías, de creencias, de proyectos políticos, debe añadírsele el indiscutible deterioro de la ética y valores occidentales, su moral quebradiza y adogmática, indefinida.
El voto electoral es una expresión más de dubitación y escepticismo, los mismos principios democráticos nacen de la suposición de que la unanimidad no existe, o sea, negando la unanimidad interna del sistema, tesis contraria a la de cualquier doctrina autoritaria y aglutinante, la soviética, por ejemplo, que, como señala Tierno, aspira a que su ética, su estética y su política sean convertibles por coincidencia y luego se hagan universales. Pero la tolerancia y la democracia constituyen, sin embargo, principios positivos per se y son admitidos por la generalidad de Occidente. Nuestro nexo, nuestro común punto de apoyo para constituir nuestra moral, nuestra ética, nuestros valores sociales, en, algo coincidentes, consisten en la defensa de la pluralidad democrática en libertades... para poder seguir siendo libres, diferentes y conviventes; vigilantes, para que no se produzca la imposición irreversible de alguna idea o movimiento particular que alcance temporalmente el poder.
Optimismo
Alberoni es optimista. Se funda tanto en las pruebas superadas, hasta ahora por nuestro sistema como en las pendientes e inevitables que. han de soportar nuestros oponentes. Los movimientos internos que pudieran haber acabado con aparente facilidad con nuestro sistema, tan frágil, tan inconsistente y diluido, van siendo superados. Los excesos extremistas, a derecha e izquierda, los hippies, los ecologistas violentos, con éxitos iniciales y a veces espectaculares, otros abscesos, enquistados secularmente en nuestro cuerpo social..., todos ellos declinan y languidecen, lo que es indicio de que, guste o no guste, la admitamos con fervor o con tibieza, la democracia constituye un valor sólido, el único posiblemente que puede avalar la ética de la compleja estructura de nuestro decadente sistema, dotándolo de un vigor y una resistencia muy superiores a lo que pudiera pensarse según las apariencias.
Por el contrario, la historia demuestra que los más poderosos imperios, los dogmas más rigurosos y extremos, la más feroz imposición de un credo sobre las conciencias, como los grandes saurios del cretácico, inevitablemente caducan.
Es cuestión de esperar vigilantes, instalados, eso sí, incómoda y arriesgadamente, en la democracia, respetándola y evitando sus excesos.
es general interventor de la IV Región Militar.
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