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El endeudamiento tras la riada de Valencia genera angustia y ansiedad entre la población afectada

El endeudamiento de las familias damnificadas en Valencia por la riada del Júcar se estima en 45.000 millones de pesetas, sin contabilizar los créditos empresariales, según indican las conclusiones del primer estudio sociológico que se realizó sobre la catástrofe ocurrida durante el mes de octubre de 1982. Éste es uno de los temas que más preocupa y origina más angustia y ansiedad entre la población sometida a esta encuesta, realizada por el Institut Valencià d'Invéstigació Social (MS) con el patrocinio de Cáritas Diocesana de Valencia. El 53% de los encuestados desea la reconstrucción del pantano de Tous.

Este endeudamiento, producido por la necesidad de reponer el bienestar doméstico y cubrir las necesidades más perentorias de la vida cotidiana en las poblaciones afectadas, alcanza a más de un tercio de los damnificados encuestados y sólo al 5% de los preguntados entre las poblaciones próximas no dañadas. Globalmente, la deuda supone un incremento del orden del 435% sobre la situación- existente antes de la tragedia. La encuesta recoge opiniones de 2.600 habitantes de municipios afectados y de 400 de río afectados, para poder establecer con el testimonio de estos últimos un grupo de referencia sobre la situación anterior y normal de los damnificados.El estudio -dirigido por el sociolingüista Rafael Lluis Ninyoles, asesorado por un equipo de investigadores- señala que es previsible que el síndrome catastrófico se traduzca en un aumento desproporcionado de la mortalidad en la población mayor de 65 años a causa del envejecimiento, más que de las muertes prematuras.

Tras la catástrofe, se ha registrado un descenso de la natalidad, se ha reducido la tasa de nupcialidad y ha crecido la mortalidad, origen todo ello de una etapa futura de relativo estancamiento demográfico.

Sobre las características del medio físico y su peligrosidad para hacer frente a las periódicas riadas del Júcar, los encuestados culpan sobre todo de la tragedia al desmoronamiento de la presa de Tous, y después, con porcentajes más bajos, a la fuerte lluvia, la autopista del Mare Nóstrum, la falta de responsabilidad de los ingenieros y la despoblación forestal. El 53% de los encuestados cree oportuna la reconstrucción del pantano de Tous y se opone a ello el 34%, en especial los directamente afectados. Por lo que se refiere a la amenaza de la central nuclear de Cofrentes sobre los habitantes de la ribera, que se encuentra en el curso medio del río, el 70% de los preguntados la consideró un motivo de miedo.

Pesimismo ante el futuro

La conducta socioeconómica ha tenido un componente de euforia en un sector de población que "debió preverse que ésta no es más que una de las fases del proceso depresivo", afirman los autores del estudio, si bien la actitud más general refleja un profundo pesimismo de no saber qué hacer en el futuro. El 44% de los afectados por la riada consideran escasas o muy escasas las expectativas de salir adelante.En cuanto a bienes de consumo, persiste la necesidad de muebles, electrodomésticos y utensilios de cocina.

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La solidaridad social se ha medido especialmente por la actuación de los voluntarios, en opinión de los encuestados; luego, y a bastante distancia porcentual, se aprecia la actuación del Ejército, Cruz Roja y ayuntamientos. La acción ejecutada por las instituciones del Gobierno y Administración aparece, en su conjunto, ante los afectados como bastante problemática. El 37% de perjudicados asegura no haber recibido ayudas oficiales, el 55% las considera mal repartidas y el 44% cree que vecinos o instituciones de la ribera se han aprovechado más de la cuenta de las ayudas prestadas.

Por otro lado, la catástrofe ha creado tensiones en el 21% de los matrimonios y en el 23% de los hogares, además de incrementar el conflicto generacional entre padres e hijos. En nueve de cada 100 hogares, los conflictos familiares se han agravado. El estudio también mide la sensación subjetiva de infelicidad, pues la proporción de afectados que se siente "no demasiado feliz" es dos veces mayor que la observada entre los no afectados, y la de aquellos que se sienten "nada felices", tres veces mayor. El índice de compañerismo, convivencia ciudadana y solidaridad ha empeorado, pese a que en los primeros momentos se unió más la gente para hacer frente a la riada.

Según Damiá Molla, sociólogo del equipo, este estudio plantea, entre otros aspectos, que hay que arbitrar medidas para que el endeudamiento no se renegocie y angustie a los afectados, ya que, de ser así, la vida económica de la ribera sufriría enormemente. Por otro lado, la creación de puestos de trabajo en tareas de reconstrucción, que ha creado tina falsa ilusión, reclama una política especial de desempleo, ya que el parado de la ribera no se puede equiparar al del resto del Estado, porque sobre sus espaldas ha caído una catástrofe, en algunos casos la pérdida del puesto de trabajo, y una psicosis general de fracaso.

El presidente de Cáritas, Eduardo Abarca, afirmó al presentar el estudio que esta institución ha participado en la creación de 11 cooperativas en diferentes pueblos dañados, asegurándoles un año de jornal.

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