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El imprevisible Miles Davis y el sexteto de Chastang y Silvester inauguran hoy el Festival de Jazz de Madrid

El cuarto Festival de Jazz de Madrid comienza hoy, en el Palacio de los Deportes, con la actuación de la banda de Miles Davis y el sexteto Chastang Silvester. El festival, hasta el próximo domingo, ha reunido a las grandes figuras del jazz. Al final de la década de los setenta época de recuperaciones para el jazz, todos los aficionados a esta música se hacían la misma pregunta sobre la situación de Miles Davis. Miles estaba retirado; no había noticias de él desde la grabación de un concierto suyo en Osaka, a comienzos de 1975.

Su casa discográfica había procurado llenar el vacío editando antologías o recopilaciones muy bien presentadas, con música de muy distintas épocas. Como Miles había sido siempre un músico cambiante, a quienes les gustaban los temas de una época no les gustaban los de las otras. Pero con Miles Davis el aspecto mítico siempre ha podido con el aspecto crítico, así que al final todos acababan aceptando las más o menos falsas novedades.Hubo un intento y todo. En 1978, Miles se encerró en un estudio con gente bastante dispar, como el guitarrista Larry Coryell y el tecladista Masabumi Kikuchi. De aquél intento salió, según quienes lo conocen, "una mezcla, entre el free de los sesenta y la música disco de los setenta". De esa ambigua definición hay que fiarse, porque pocos han tenido acceso a aquella música. En la que, por cierto, Miles no tocaba la trompeta, sino el órgano. No era de extrañar. En las grabaciones anteriores al retiro, costaba trabajo averiguar que había una trompeta.

Así pues Miles no parecía dispuesto a volver. En todo caso, si volvía, no sería para tocar la música con que había embrujado a los aficionados al jazz durante más de dos décadas, sino Dios sabe qué cosa.

Y entonces, cuando justo acababa la década, en el año 80, Miles, hombre imprevisible, decidió volver. La razón que dio fue tan trivial como todas las que suele dar él. Quería apoyar con su renombre la carrera de un sobrino suyo, que tenía una banda de aficionados. Por supuesto, una banda funky. La cosa sonaba bastante a pretexto, y algo de eso. debía de haber, porque Miles sólo tocaba la mitad del disco con la banda de su sobrino; el resto lo hacía con una banda de músicos profesionales. Y profesionales del jazz, porque en este disco, Miles sonaba mucho más a jazz -y mucho más a Miles- que en los anteriores al retiro. Ah, y Miles no solo tocaba la trompeta, sino que hacía ostentación de ello en el propio título: The man with the horn.

Este primer disco, con todo, no pareció satisfacer la expectación despertada. En realidad la música que se escuchaba en él era desigual. Se comentó entonces que la salud de Miles no era buena, o, más exactamente, que era todavía peor de lo que en él solía ser. Y entonces volvió a surgir el Miles Davis imprevisible. El siguiente album, un doble grabado en directo, era excelente, y Miles tocaba en él muchísimo, bastante más en cantidad y en calidad que en el anterior. El siguiente, Star people, era todavía mejor.

Bueno, y todo esto viene a cuento porque algo nuevo hay que decir de Miles el día de su concierto en el Festival de Jazz de Madrid, si es que al final se cumplen las previsiones, cosa que con este caballero no se sabe hasta última hora. Y si no, que se lo pregunten a los organizadores del Festival de Barcelona, a quienes dio un plantón histórico.

Aunque, en puridad de términos, el festival lo inicia el sexteto de Miguel Ángel Chastang y Jorge Sylvester. Estos dos músicos figuraban en el grupo que ganó el premio al mejor grupo madrileño en las últimas Jornadas de Jazz de la capital. Chastang, más que figurar, era el líder de aquel grupo. Entonces hicieron un jazz al tiempo muy arraigado y muy bueno.

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