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El exito de la 'semana pacifista" en la RFA no altera los planes para desplegar los euromisiles

Tras las manifestaciones del sábado en la República Federal de Alemania, que reunieron casi a un millón de personas, se abre una incógnita sobre el futuro del movimiento pacifista, que tendrá que afrontar la frustración de ver el estacionamiento de los euromisiles atómicos a pesar de la movilización conseguido.

La postura del Gobierno de centro-derecha de Bonn ante las manifestaciones pacifistas parece marcada por el signo de la arrogancia del poder. El canciller democristiano, Helmut Kohl, ya dijo hace días que la decisión de estacionar no será influida ni por los sondeos de opinión pública ni por la calle. El Ministerio federal del Interior se ocupó intensamente de difamar a los pacifistas como instrumentos de Moscú, y luego siguió la publicación de unas cifras ridículas sobre el número de participantes, que hacen poner en duda la seriedad del departamento. Del entorno de Zimmermann surgió la frase cínica: "Ellos se manifiestan y nosotros gobernamos".El cálculo del Gobierno de Bonn se basa en el deseo hipotético de que el movimiento se disuelva ante el hecho aplastante del estacionamiento de los misiles, que provocaría la frustración y resignación en gran parte de los que el sábado se lanzaron a las calles de la RFA y Berlín Oeste, al ver que todo su esfuerzo y sacrificio no sirvió de nada.

Los dirigentes del pacifismo piensan lo contrario: precisamente ahora se pone en marcha el movimiento, y lo del sábado no fue más que el comienzo" . El estacionamiento de los misiles contra la voluntad de dos tercios de la población de la RFA puede abrir la discusión sobre temas que hasta ahora estaban vedados: las relaciones con Estados Unidos, la permanencia en la OTAN, la soberanía limitada de la RFA y quizá hasta las ideas de neutralización y reunificación alemana.

Las manifestaciones del sábado y el mitin de Bonn dejaron claro que la nueva alianza entre el movimiento obrero y la socialdemocracia y el movimiento pacifista y alternativo no será fácil. A finales de los sesenta, el partido socialdemócrata (SPD) pudo recoger los restos del movimiento estudiantil. En la década de los ochenta, el SPD ha perdido gran parte de su credibilidad, por los años de ejercicio del poder, y además existe ya un partido en el Parlamento, los verdes, que constituyen el cauce lógico del movimiento pacifista.

La idea de Brandt, conseguir "una mayoría a la izquierda de la democracia cristiana", que parece inspirar la actuación actual del veterano político, va a exigir del SPD un cambio de piel (abrirá una crisis dentro del partido) que podría estallar ya en el próximo congreso extraordinario sobre los misiles del próximo 18 de noviembre en Colonia. Allí podrían enfrentarse las líneas representadas por Brandt y su no a los misiles con el también ex canciller Helmut Schmidt, convencido de la necesidad de estacionar si no hay acuerdo en Ginebra.

Los pacifistas tendrán que superar la difícil contradicción de mantener la espontaneidad de un movimiento auténticamente de base, defenderlo dé los intentos de control socialdemócratas, comunistas y verdes, y dar a su actuación la suficiente consistencia y estructura que mostraron en las acciones de la semana pacifista concluida.

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