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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Armas nucleares en Gibraltar

LAS NOTICIAS sobre el comando argentino que pretendió atacar instalaciones británicas en Gibraltar durante la guerra de las Malvinas se referían, como una coletilla, a la existencia de armas nucleares en la colonia británica. La Oficina de Información Diplomática (OID) no juzgó útil mencionar este detalle en su nota; interrogado al respecto, el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, respondió que al Gobierno español "no le consta que los británicos tengan almacenadas armas nucleares en Gibraltar". La idea de que no hay armas nucleares en Gibraltar ha sido la opinión que ha prevalecido en el palacio de Santa Cruz, al menos hasta el conocimiento de este incidente. Sin embargo, las autoridades británicas no han hecho ninguna declaración tranquilizadora, y el jefe del Gobierno de la Roca, Joshua Hassan, ha hecho declaraciones que más bien confirman las sospechas. En realidad, las armas nucleares que lógicamente podrían ser almacenadas, o transitar por Gibraltar, serían algunos de los 64 SLBM (misiles instalados en submarinos) de que dispone Gran Bretaña. Por ello mismo, la cuestión reviste extraordinaria gravedad: como se sabe, los misiles instalados en submarinos, cuando éstos navegan, son hoy prácticamente invulnerables; ello determina que sus bases en tierra sean objetivos absolutamente prioritarios en una estrategia nuclear. En ese orden, para la parte meridional de España, el estar próxima a una base con SLBM supondría un peligro mucho mayor que el implicado por los Pershing II y cruceros, a cuya instalación se oponen con creciente energía las poblaciones de la RFA, Italia, Bélgica y Holanda.Unánimemente, el Parlamento español se pronunció contra la existencia de armas nucleares en nuestro territorio. Pero ¿qué eficacia tendría esa declaración solemne si hay submarinos con misiles nucleares en Gibraltar? Que los británicos coloquen su bandera en la Roca es, sin duda, desagradable, intolerable. Pero si están sus misiles nucleares, el tema alcanza otro nivel de urgencia. No cabe dejarlo para cuando se resuelva el problema de la soberanía. No podemos permanecer en un estado de angelical ignorancia. El Gobierno tiene que saber, informar a la opinión, y estudiar, de confirmarse el hecho, qué gestiones diplomáticas cabe articular. No hay que olvidar que una serie de países miembros de la OTAN rechazan cualquier arma nuclear en su territorio.

El caso de Gibraltar subraya la importancia decisiva para España, lo mismo que para los otros países europeos, de que prosigan, a pesar de todas las dificultades, las negociaciones de Ginebra, y de que se evite una nueva carrera de armamentos sin control, porque en esta segunda eventualidad sería, obviamente, mucho más dificil lograr resultados en el tema de la nuclearización de Gibraltar. Después de la impresión más bien positiva que podía deducirse de la reunión del Pacto de Varsovia en Sofía, precisamente porque insistía en la necesidad de la continuación de Ginebra, el encuentro de Genscher y Gromiko en Viena no parece que haya dado ningún resultado. Sin embargo, tanto en un lado como en el otro se perciben matices, diferencias que, lógicamente, deberían exigir la continuación de las negociaciones. El vicepresidente de Estados Unidos, George Bush, ha hablado recientemente de la necesidad de tener en cuenta en alguna de las negociaciones, en algún momento, los armamentos ingleses y franceses; es una opinión ampliamente compartida en Occidente, y es a la vez un punto central de la argumentación soviética. Resulta cada vez más evidente la necesidad de ir a una articulación de las dos mesas de Ginebra, la estratégica START y la de los euromisiles. Por otro lado, la frialdad occidental ante las propuestas de Andropov en el sentido de destruir una parte no pequeña de los SS-20 fue, sin duda, un error. Por parte soviética se observa que intervienen cada vez más en este tema, incluso públicamente, los militares, dejando de lado (como hace el mariscal Kulikov en el artículo publicado ayer en EL PAÍS) la propuesta de Andropov citada más arriba.

Nunca se repetirá bastante que el problema planteado es político y no militar. El problema central, hoy, es el de si hay voluntad política, tanto en Moscú como en Washington, para buscar fórmulas que permitan continuar la negociación. Si los soviéticos tomasen pretexto del inicio por Estados Unidos de una instalación, que parece ya inevitable, de un número reducido de euromisiles para poner fin a las negociaciones, cometerían, probablemente, un serio error. Se desataría así un período de rearme sin control, cuantitativa y cualitativamente, en el que sólo puede estar interesado el militarismo más agresivo, obtuso y cerril, de un lado y otro. Descartando lo peor, si se reanudan dentro de unos años las negociaciones, será en una situación mundial enormemente deteriorada.

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