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Reportaje:

La niña alemana que vivió el sueño de ser una mujer española

Alexandra Racke no quiere ser Alexandra Racke, sino Mari Juana Álvarez. No quiere tener doce años, sino 21. No quiere vivir en Alemania, sino en España. No quiere ser la hermana del pequeño Mark, sino su madre. No quiere ser niña, sino adulta, y ese deseo le estalla en un físico impresionante para su edad. Durante seis semanas ha conseguido lo que casi ningún niño: hacer realidad sus sueños. Ha viajado libremente por España, hospedándose en hoteles como si fuera una madre joven de viaje turístico. Ayer, sus angustiados padres llegaron a Badajoz procedentes de Alemania y consiguieron llevársela de vuelta a casa.

El pasado 25 de agosto, la modesta casa de la familia Racke, en el número 11 de la Schmidtgasse, en la ciudad de Sulzburg, al sur de la República Federal de, Alemania, sufrió una conmoción. Alexandra había desaparecido de nuevo, pero esta vez con el menor de los cuatro hijos del matrimonio, Mark. Además, se había llevado el pasaporte de su madre. Ya el pasado mes de abril se había escapado, y la familia, consciente de su amor por España, cuyas imágenes, en cartas postales, empapelan su habitación, decidió lanzar una llamada de socorro. Seis semanas más tarde, seis semanas de angustia para el matrimonio Racke, una joven ojeaba en un parque de Mérida el número 2.771 de Semana. Allí un reportaje fechado en Alemania recogía la llamada de Werner y Renate Therese Racke, que hablaban de la desaparición de sus hijos, y de su sospecha de que estuvieran en España. La mujer observó que las fotos de la revista retrataban exactamente a una joven que paseaba, allí mismo, a un niño de cuatro años. Y corrió a avisar a la Policía. La noticia vuela. La policía municipal no pone impedimento a que la muchacha reciba las llamadas de los informadores. Su castellano es escaso, pero le sirve para desarrollar su fantasía: "Tengo 21 años, me llamo Mari Juana Álvarez. Sí, sí, soy hija de españoles. Mis padres se llaman Juan y María Dolores". Es, a través del teléfono, una voz vehemente que desarrolla su fantasía con naturalidad. "¿Mi hermano?, no es mi hermano. Es mi hijo". Un policía municipal de Mérida coge el auricular y suplica el final de la conversación. "Es el único teléfono que tenemos aquí".Horas más tarde ha sido ya trasladada al colegio Hernán Cortés, de Badajoz, en compañía del pequeño Mark, a cargo de la Junta Provincial de Menores. En el colegio rechazan cualquier llamada, pero un intérprete alemán sí consigue entrar en contacto con ella. "El dinero no es problema para mí. Tengo un anfitrión que corre con todos mis gastos". "¿Un anfitrión?". "Sí, es una persona que vive en Madrid, pero es alemán. Le conocí en Nüremberg, en un concierto en la Maister Singerhalle, el único sitio donde se puede conocer gente interesante. Me da el dinero que necesito". Confirma que ha viajado en tren. "El auto-stop es más peligroso, sobre todo para el niño. Él llama papá a mi anfitrión, porque ve que nos quiere mucho. Al niño y a mí nos gusta venir a España para verle y porque España es mi sitio favorito. Lo conocí de vacaciones, con mis padres, y me gusta porque la gente es cálida y porque de aquí es Julio Iglesias". En su lejana casa de Sulzburg tiene un perrito al que llama Julio Iglesias. La gira del cantante por España ha coincidido con esta segunda fuga.

Poco a poco entra en la verdad, según el intérprete ya ganando su confianza. "Mi nombre es Alexandra, Alexandra Racke. Antes te dije que no conocía a Alexandra Racke, porque quiero olvidarme de que me llamo así. Yo quiero ser española. Y no quiero volver a Alemania. Allí miento continuamente, y mis amigos se burlan. Creo que tengo delirios de grandeza. Siempre estoy contando maravillas de mi vida, que vivo en España, que conozco a muchos actores y actrices, y ya nadie me cree. ¿Tú por qué quieres saber tanto?" - Para un periódico. - ¿Tú crees que leerá Julio Iglesias lo que pongáis? - Es posible. "Bueno, mejor. Yo no quiero volver porque voy a perder todasmis amistades allí. Mi vida así mintiendo a todo el mundo es imposible, y he venido a España porque aquí puedo parar de mentir". "Pero me estás mintiendo a mí, porque Mark no es tu hijo, sino tu hermano". "Sí, es verdad". "Y tú no tienes 21 años, sino l2". Y esa es la única parcela de su fantasía que no quiere abandonar. "No, no, tengo 21. En eso no te engaño. Y si me he traído al niño es porque me daba lástima dejarle solo". La muchacha no tiene aspecto de haber estado vagando, pasando dificultades, aunque cuando apareció solo tenía 300 pesetas. No parece loca, sino lista. No parece niña, sino mujer. No parece perdida, sino segura de sí misma. Sobre las 15.30, procedentes de Madrid, llegan los padres. Él, delargos bigotes de guías caídas y aire de trabajador modesto, parece sereno. La madre parece más agotada. No quieren hablar.

Bofetada en el reencuentro

Dicen los empleados del colegio que el niño corrió a abrazarse a su madre, y que ésta, llorosa, descargó, a renglón seguido, una bofetada sobre el joven rostro de Alexandra-Mari Juana. Al fin sale, llorosa, descompuesta, aturdida por la nube de informadores. Ya están todos arriba y el coche arranca en dirección a Madrid. Allí espera el avión, y más allá, Alemania. Por seis semanas, Alexandra ha sido Mari Juana Álvarez. Para ella, el límite entre el sueño y la realidad no existe.

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