La concesión del premio revaloriza la figura de Walesa cuando está en decadencia la lucha social en Polonia
La concesión del Premio Nobel de la Paz al líder sindical polaco Lech Walesa revaloriza su figura en un momento de decadencia de la lucha social en Polonia y cuando el Gobierno se esfuerza, en vano, por desprestigiar con todo el aparato propagandístico al trabajador del astillero Lenin de Gdansk. Walesa es un talento natural, un líder carismático, que alcanzó su momento culminante con el auge del movimiento masivo desencadenado por la huelga de agosto de 1980 en el astillero Lenin de Gdansk, donde nació el primer sindicato independiente de un país del llamado socialismo real.
El nombre de Walesa aparece entre los firmantes de los documentos clandestinos en 1978, cuando se fundaron los Sindicatos Libres de la Costa, antecedente inmediato de Solidaridad. Por aquellos días, Walesa había perdido su trabajo en el astillero y se arreglaba a base de chapuzas. A escala local, Walesa era un activista conocido por los obreros y los servicios secretos.Al desencadenarse la huelga del astillero, Walesa saltó la valla para unirse a los huelguistas y pronto se convirtió en el líder del movimiento. Había otros huelguistas más capacitados y con más experiencia de lucha.
Moderado
Walesa se convirtió en el líder de Solidaridad y, curiosamente, estuvo a punto de romper la huelga cuando el astillero consiguió sus reivindicaciones y él ya negociaba con el director su propio puesto de trabajo. Sus compañeros le advirtieron de la necesidad de seguir la huelga de solidaridad con los otros trabajadores de la costa, y Walesa comprendió al instante.Al frente del sindicato independiente, Walesa fue un moderado que llegó a despertar las iras de los más radicales. En muchas ocasiones, desde octubre de 1980 hasta la declaración de ley marcial en diciembre de 1981, Walesa tuvo que actuar para apagar las huelgas convocadas de forma incontrolada. En noviembre de 1980, el Gobierno le envió un helicóptero para llevarlo desde Gdansk hasta Varsovia, donde en la Huta Warszawa se había desencadenado una huelga "por los derechos humanos" que nadie conseguía terminar.
Después de la crisis de Bydgoszcz, en marzo de 1981, cuando Walesa desconvocó casi por su propia cuenta una huelga nacional, varios líderes de Solidaridad se enfrentaron con él. Walesa era el símbolo aglutinante de un movimiento social que agrupaba desde extremistas de derecha chovinista hasta defensores de un socialismo radical autogestionario. Todo ello bajo el emblema de Solidaridad y capitaneado por Walesa.
Con la ley marcial, Walesa quedó aislado de las masas y de sus asesores. El líder sindical presume de no haber leído nunca un libro -lo que no es cierto- y se esconde en su condición de pobre obrero sin formación cuando quiere escurrir preguntas incómodas. Walesa no es un teórico ni un estratega. Sin sus asesores y sin masas, Walesa se ha convertido en un general sin ejército, un símbolo en la reserva, con un prestigio inagotable entre el pueblo, que le considera un ídolo. Los manejos propagandísticos del régimen no han tenido efecto. Con el premio Nobel, Walesa ha pasado a unirse al santoral polaco, al lado de los grandes ídolos nacionales -los Wojtyla, Wyszynski, etcétera-, y pasará a ser una especie de cartel viviente en espera de la próxima rebelión obrera en Polonia.
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