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Reportaje:

Los pueblos fronterizos de España y Portugal, atemorizados ante el impuesto de fronteras

La posibilidad de que Portugal creara un impuesto de salida a sus ciudadanos produjo auténtica psicosis de pánico la semana pasada en Ayamonte, localidad onubense situada en la desembocadura del Guadiana. La suavización de este impuesto, que según lo acordado por el Parlamento portugués no será aplicable a quienes salgan por menos de 72 horas, ha tranquilizado un tanto los ánimos, aunque aún se detecta ansiedad. El comercio con Portugal supone la principal actividad económica de la ciudad, informa Alfredo Relaño.La pesca era hasta no hace mucho la fuente económica natural de Ayamonte, que nació y creció como pueblo pesquero. Pero los problemas no resueltos en este sector han hecho que esa actividad esté, hoy por hoy, en su punto más bajo. Se pesca poco, y hay frecuentes apresamientos. La industria conservera, derivada del pescado y sus auxiliares, se encuentra también en un profundo bache.

Frente a eso, Ayamonte es una ciudad con un comercio activo y próspero. Sus 14.000 habitantes tienen a mano más de 1.000 tiendas, que sin duda no sobrevirían de no ser por el continuo paso de portugueses que acuden a comprar al otro lado del Guadiana. No existe todavía puente internacional que comunique los dos países, pero en la salida del río, flanqueada en el costado portugués por Vila Real do Santo Antonio, población de cierta importancia en el país vecino, unas grandes barcazas, con plataforma para transportar vehículos, hacen el paso continuamente. En verano funcionan cuatro barcazas durante todas las horas diurnas; y en invierno, dos. El viaje es barato.

El portugués busca en España la cesta de la compra, juguetes, ropa y artículos de droguería de calidad media, que allí escasean. Aunque Vila Real do Santo Antonio anda en torno a los 20.000 habitantes, el número de portugueses que se surte de estos artículos en Ayamonte es mucho mayor, porque provienen de todo el área del Algarve, la costa sur portuguesa, zona de máxima importancia turística. El Algarve tiene una población permanente de 200.000 personas, que se triplica en los meses de verano.

Ese intenso tráfico deja en los mejores días hasta 30 millones de pesetas en Ayamonte, y unos 1.700 a lo largo del año, y sostiene, además de ese millar largo de tiendas, más de 100 bares y 15 restaurantes. También se da mucho, en verano, el turismo noreuropeo que cruza en busca de alcohol o chocolates, escasos y caros en El Algarve.

Alarma moderada

El anuncio de que Portugal, que tiene un sueldo base de 15.000 escudos al mes, (18.300 pesetas) iba a colocar un impuesto de 1.000 escudos para el paso de la frontera causó verdadera alarma en Ayamonte, que se encontraría en ese caso ante una drástica reducción de su principal fuente de ingresos. Sin los portugueses, no podrían sobrevivir más que el 10% de las tiendas, y toda la estructura económica de la ciudad se vendría abajo. Poco después de ser anunciadas inicialmente las medidas previstas por el Gobierno portugués, en Ayamonte hubo retiradas de depósitos bancarios en proporciones alarmantes y anulaciones de pedidos comerciales.En cualquier caso, el pánico ha remitido y ha dado paso a una ansiedad por cononocer exactamente cómo va a quedar la situación. Pero las preocupaciones no estarán disipadas totalmente.

Perjuicio para estudiantes

Los comerciantes de Badajoz, ciudad situada a apenas siete kilómetros de la frontera, también respiraron con cierto alivio tras el anuncio del Gobierno portugués de cobrar la tasa sólo en el caso de que la salida del país supere las 72 horas, informa Elisa Blázquez.La reestructuración de la ley, que será aprobada con ciertas modificaciones, ofrece un margen de confianza al intercambio entre los dos países, aunque la medida sigue siendo criticada desde ambas líneas. Representantes del comercio portugués han mantenido una entrevista con sus colegas pacenses, en la que han afirmado que con esa actitud el Gobierno pretende crear un muro de Berlín levantado con billetes de 1.000 escudos (1.200 pesetas).

Otros sectores se verán afectados por la nueva tasa de frontera: las muchachas portuguesas que trabajan en el servicio doméstico en Badajoz, sobre todo, y los estudiantes del vecino país que cursan sus estudios superiores en la universidad de Extremadura. Innumerables chicas portuguesas permanecen durante la semana en sus puestos de trabajo, y se desplazan en su día libre a Elvas. Ellas sí tendrán que pagar el impuesto, si finalmente no hay otras modificaciones. Parecida es la situación de los jóvenes que estudian en la universidad de Extremadura.

Dispuestos a las barricadas

El pueblo portugués de Valenga do Minho estaba dispuesto a levantar barricadas en la frontera con España si el Parlamento luso aprobaba la propuesta gubernamental de establecer la tasa de frontera, según anunció el presidente de la cámara municipal (ayuntamiento) en el transcurso de una reunión celebrada con representantes de la Cámara de Comercio de Tuy, localidad pontevedresa de 15.000 habitantes, informa Segundo Mariño.Ambos municipios, Valença y Tuy, reúnen todas las características de las poblaciones fronterizas, y viven casi de manera exclusiva de lo que compran los visitantes de los respectivos países. La cámara de comercio tudense y la Asociación de Comerciantes de Valença coinciden en la estimación de que un 90% del comercio de ambas poblaciones se vería inevitablemente abocado al cierre definitivo si hubiese prosperado la iniciativa inicial sobre el impuesto fronterizo.

El tráfico de la frontera en una y otra dirección suele tener retorno en el mismo día y, por tanto, la gran mayoría de viajeros quedarán exentos del impuesto. Sin embargo, no se oculta a las partes interesadas que la aplicación de la medida vendrá a complicar el trámite fronterizo y agravará todavía más la ya penosa situación que en la actualidad se padece. En ocasiones las colas imponen tres horas de espera para poder cruzar los escasos metros que separan las dos fronteras. Desde el momento en que se estableciera un control más riguroso se podría llegar a situaciones límite.

En los días de la feria de Valença, en la que se ofrecen los más variados productos de la artesanía portuguesa a precios increíblemente bajos para los españoles, cruzan la frontera no menos de 80.000 personas, según estimaciones del alcalde portugués, Mario Pedra. A este tráfico se suma aún un considerable número de camiones de transportes internacionales (TIR), llegando ambas fronteras al colapso.

Muchos de los portugueses de la zona fronteriza acuden a Tuy diariamente en busca de artículos de primera necesidad de los que su país está insuficientemente abastecido, y en la zona española adquieren el bacalao, plato fundamental en la cocina portuguesa, y otros artículos de consumo. Los compradores que se desplazan desde España al otro lado del Miño buscan, en cambio, artesanía, juegos de cama y toallas, porcelanas inglesas y de Macao.

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