El nuevo infierno de un país despedazado
Aprisionado entre dos importantes vecinos -Siria e Israel, que ocupan militarmente más del 80% de su territorio-, Líbano es un mosaico de etnias y religiones, que se multiplican hasta el infinito a la hora de convertirse en grupos políticos y milicias armadas. Sin embargo, la guerra de estas últimas semanas está protagonizada por un reducido número de actores. La actual etapa de la ininterrumpida confrontación civil que viw el país desde 1975 tiene su arranque en la evacuación israelí, el pasado 4 de septiembre, de la zona montañosa del Chuf. Desde aquel domingo, drusos y falangistas han mantenido un violento y mortífero desafío por volver a controlar el área, una región de mayoría musulmana drusa, en la que el poder económico corresponde a la minoría cristiana.Los drusos, que enarbolan un viejo memorial de agravios frente a Beirut, mantienen un ejército de 10.000 milicianos que cuenta con el apoyo logístico y político de los sirios, establecidos en Líbano desde 1976. Los aproximadamente 40.000 -soldados de Damasco -en cuya área de influencia haya 600 libios y varios centenares de voluntarios iranís- han tenido un exquisito cuidado en no intervenir de un modo directo en los combates registrados en estas tres semanas, aunque tampoco han ahorrado medios a la hora de reforzar a los drusos y palestinos -quizá 10.000, por el momento -prácticamente inactivos- que combaten a Amín Gemayel.
El presidente libanés, con un Ejército de unos 8.000 hombres operacionales, se bate a la defensiva en la región montañosa del centro del país, pero cuenta con la ayuda de las Fuerzas Libanesas que dominan los bien estructurados y disciplinados falangistas. Los aproximadamente 12.000 milicianos. falangistas controlan la parte de Líbano recién evacuada por Israel y luchan junto con los soldados gubernamentales en la zona de Suk el Gharb. A estas fuerzas en conflicto hay que sumar otros grupos menores, el más importante de los cuales es el de los chiitas del movimiento Amal.
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