La transición
Santiago Carrillo ha escrito Memoria de la transición. Santiago Carrillo (Editorial Grijalbo) tiene memoria y fue uno de los protagonistas de la transición. Santiago Carrillo es escritor, periodista o teórico puro porque, en cuanto le echan de la política -Franco o los comunistas- se queda en mangas de camisa y va y escribe un libro. Voy a presentar el libro, un día de éstos, aquí en Madrid. Asturiano de unos setenta años, con mucho de señorito madrileño de izquierdas de los veinte/ treinta (la época que recoge Marsillach en su music/hall con Concha Velasco), las huelgas de Asturias le radicalizan y pasa del socialismo al comunismo. Francia, Cuba, Nueva York, Méjico, son algunas de las patrias de su exilio sin Patria. En los cincuenta le decía a un gran periodista español, exiliado asimismo en Paris: "Al año que viene voy a estar en Madrid". "¿Algún viaje familiar de íncógnito?". "No, que derribamos a Franco y entramos". El otro, tan rojo como él, pero más cercano de la realidad española, comprendió el alma voluntarista e hipotética de Santiago Carrillo, un ángel del demonio que se cogía las alas con las puertas del Metro de París. El otro día, Santiago me ha llamado "hombre íntegro", y comprendo, ya, por razones de edad, que no lo dice en un sentido físico/fisiológico: ha sabido ver en esta columna la integridad de un pensamiento modesto, pero coherente (no nos olvidemos nunca de poner coma antes de "pero", que es obligatorio y casi nadie la pone). "Lo que trato de hacer es el análisis de un período apasionante, o, más exactamente, mi análisis, que puede ser, mirado desde otros puntos de vista, insuficientemente objetivo". Este verano, Santiago quería llevarme con él a la China, patria del alma, cuando le conté que yo andaba enfermo del alma (lo del cuerpo ya es habitué). No me decidí y lo siento. Nunca mejor país ni mejor guía. Lo que pasa es que, como decía aquella película italiana, "la China está vecina", o sea que todos llevamos dentro nuestra China de paz y lucidez transmigratoria, y yo edifiqué -una vez más, Dios- mi China no mucho más allá de La China de Vallecas. Carrillo analiza en su libro los "agujeros negros" de la transición, que son los que hoy explican, según él las deficiencias de la democracia. Vale. "¿Ha terminado la transición?", se pregunta Carrillo. Y la opinión de uno es que la transición (eso que va siendo ya un misteriolmístico -es la misma palabra-, como la Dormición o la Asunción o la Anunciación), no ha terminado mientras presidente Felipe siga siendo presentado como tras una trinchera/ burladero, cortado en dos, y la oposición, más que ganar una enmienda, parezca que quiere ganar la guerra civil (que ya la ganaron una vez y tantas). Anoche he visto en la Comedia una cosa de López-Aranda que fue algo así como El divino impaciente del otro período de libertad (Marías asegura que la libertad, en España, no dura más de tres años). 0. sea, una orgía de agresiones a la Monarquía democrática y parlamentaría mediante metáfora isabelina/ isabelona. Pero eso ya, se lo inventó Buero, hace muchos años, y en sentido contrario y honesto. Nati Mistral, himnos, cintajos de colores, Galdós y una empanada histórica de la que sólo se salva una pitillera de oro y un cierto Madrid que quiere ser muy madrileño. Como hubiera dicho Vázquez Montalbán, Madrilandia. Estaban todos los náufragos de la transición, tipo mitin (que el de José Antonio también fue aquí en la Come día). Carol Maier, especialista en Valle-Inclán, no es fácil que se engañe con este esperpentismo de derechas. O sea que el libro de Carrillo sale oportuno. San tiago pudo salvarme el alma este verano, y no es que yo vaya a salvarle el cuerpo/corpus de su libro, pero sí sus grandes hallazgos sociológicos: "¿Qué, sentido tenía la pasividad popular en el golpe? El rechazo de la segunda guerra civil".
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